Decimoprimer Viña Rock en Villarrobledo, séptimo para mí. Lo cual significa que, aunque no conozca el festival desde que era sólo un día con cuatro conciertos matados, sí fui testigo del primer año que hubo carpa de hip hop y cuatro escenarios en vez de dos. Fito aún metía caña, el recinto estaba organizado de otra forma, los punkis hacían hoguerillas y negocio en la zona de conciertos y los neomakinetos no atronaban a los vecinos con fiestas rave en la acampada. Fuimos unos 28000 asistentes, bastante menos de la mitad que este año.
Y, bueno, no tocaba Ramoncín. Soziedad Alkohólica, sí. Y de S.A. (de la retirada de algunos patrocinadores cuando la organización decidió acertadamente mantenerlos en cartel) se ha dicho mucho, incluso en medios informativos mayoritarios, pero nadie con quien yo haya hablado desde que volví del festival sabe lo que ocurrió con Ramoncín: que no pudo tocar ni tres acordes porque tan pronto como salió al escenario comenzaron a lloverle litros de cerveza y (dicen que) huevos podridos. Inmediatamente el público empezó a corear "Ramoncín el que no bote", se vieron un par de carteles de "Puta SGAE" y el ex-punki reconvertido en tertuliano casposo huyó, supongo que con el rabo entre las piernas. No pude verlo con mis propios ojos porque Sepultura estaba tocando Roots en el escenario heavy, pero lo primero que pensé al enterarme diez minutos después fue que mira por dónde, resulta que la organización no tiene libertad absoluta para hacer lo que le dé la gana con el cartel. Y quien la limita no son los patrocinadores sino quien debe: el público. Curiosamente, en lugar del concierto de Ramoncín apareció en las pantallas el que Soziedad Alkohólica había dado el viernes, cosa que me alegró el anochecer porque el del rey del pollo frito era el único concierto factible (el escenario hip hop no cuenta como factible) en aquel momento y prefiero repetir S.A. que estar en un concierto del que solamente medio-disfrutaré de Putney Bridge y Litros de alcohol porque su intérprete es ahora un ser que me resulta un poco despreciable. Y digo "un poco" porque tampoco es que piense demasiado en él.
Junto a la repetición de No kiero participar apareció en pantalla un cartelito en la linea de: "La actuación de Ramoncín ha quedado suspendida por la actitud hostil de un sector minoritario del público". Serían minoritarios quienes lanzaron litros de calimocho al escenario, al fin y al cabo por pura física no pueden impactar simultáneamente 35.000 vasos de litro (la mitad del público) en un individuo. Pero ciertamente no eran minoritarios quienes pensaron que era mejor que el tertuliano de Crónicas Marcianas no tocara en el Viña. Lo siento por el tipo de la camiseta blanca de Ramoncín (posiblemente el presidente y único miembro de su club de fans, decía yo bajo los efectos de demasiado ronskey con narlimón), pero la inmensa mayoría del público se alegró por lo sucedido. Así son las cosas y así se las hemos contado, señora.
Y la culpa es de la organización, así de sencillo. Las razones de mi veredicto son las siguientes: