(Machaca.)Anoche fue espectacular, como todos los martes de Magdalena. Sólo que, para mí, un poco más que otros años. Desde hace cinco o seis años, el grupo teatral castellonense Xarxa Teatre se encarga de montar la "Nit màgica" y convierte el martes en uno de los mejores días de las fiestas. El concepto es simple y efectivo, derivado de los tradicionales correfocs en los que un grupo de demonios armado con fuegos artificiales se pasea entre la multitud por las calles de un pueblo, jugando y rociando de fuego a quien se les quiera acercar. No es que sea algo precisamente inofensivo, pero no tiene por qué pasar nada aparte de alguna quemadura leve o algún esguince. Y eso que, al menos en el que se organiza en Castellón, este año había cerca de 30.000 personas por las calles. Unos quince demonios montándola bien gorda, bicicletas que tiran fuego, tracas y cohetes dispuestos en puntos clave del recorrido, un escenario final con un montaje espectacular de fuegos de artificio lanzados desde el mismísimo centro de la ciudad y una buena banda de percusión y dolçaines que marcan sin parar ni un momento el ritmo de los saltos de la multitud.Y ahí es donde entro yo. Enmedio de la multitud, y más aun de una multitud en presencia de demonios con fuegos artificiales, la orquesta necesita cierta protección. Tiene que abrirse camino y recorrer el recorrido. Este año les faltaba gente, así que me he metido en un traje rojo de demonio y, con unos colegas, me he pasado hora y media dando empujones a discreción, protegiendo músicos y, en los raros momentos de descanso, saltando al ritmo de la banda. Hora y media agotadora, sí, e incomprendida por algunos gilipollas que se te rebotan, pero con una recompensa que no se paga con dinero: el último cuarto de hora del espectáculo subido en el escenario. El castillo de fuegos que se lanza a 50 metros escasos, la "flecha de fuego" que enciende toda la estructura al rojo blanco y, sobre todo, saltar y mover los brazos al ritmo de los bombos mientras miles de personas aclaman. Caer al suelo, dejar que ocurra el final del show y entonces levantarte y volver a bailar ante la marea humana. Una y otra vez, casi bajar del escenario para volver enseguida a darle a la gente lo que quiere: fiesta.Casi tan agotador como los empujones, la verdad. Pero ojalá el año que viene incrementen la banda todavía más, o vuelvan a tener gente lesionada, o suceda cualquier otra cosa y pueda repetir. |