13 de Junio 2004

Geperudeta

En fin. Supongo que no es difícil llegar a la conclusión de que si hay tan pocas entradas en el blog últimamente es, una vez más, por culpa de los exámenes. El de Álgebra bastante bien, gracias. Y con otro de EDP para este viernes, la verdad es que el chiringuito no está para demasiadas alegrías ni para demasiadas historias que contar.

Que te las cuenten ya es otra cosa. El otro viernes subí en el Cercanías a Castellón y me encontré con una chica a la que conozco no sé exactamente de qué. Me pasa mucho últimamente, supongo que será el alemán cabrón de siempre. La muchacha en cuestión es una friki de la Historia del Arte y las conversaciones (siempre en el tren o saliendo de la estación, cuando no tengo escapatoria) suelen acabar derivando hacia ese tema. Que no me molesta, porque normalmente acabo empapándome de datos de esos cuya única utilidad es volver a transmitirlos, como el porqué de la Geperudeta. La señora en cuestión es la patrona de València, la que recibe enormes ofrendas de flores -aparatosas y aburridas- cuando llegan las fallas y las mamás bienpensantes pero con mala idea quieren que sus pobres niñas luzcan el palmito con el traje regional. La que recibe su apodo de una supuesta joroba, regalito malicioso de su escultor.

Pues no. Resulta que cuando València era Ankh-Morpork, cuando el río que la cruzaba todavía no estaba desviado de su cauce, había una tradición funeraria bastante más macabra de lo normal, que no es decir poco. Se trataba de una procesión. Consistía en llevar los cadáveres embalsamados de los locos que habían muerto en el manicomio durante todo el año hasta su lugar de sepultura definitivo, en algún otro punto de la ciudad. Nunca he comprendido demasiado bien el sentido de las procesiones si no es que el vulgo pueda reírse alguna vez que otra de las autoridades (como hizo Bolingo ayer gritando "¡guapa!" al obispo desde una tasca cercana), pero en este caso tal vez es que los valencianos querían ver con sus propios ojos que habría santa sepultura, que las calles no se iban a llenar de zombis psicóticos, o más bien de psicóticos zombi. Ahora que lo pienso, igual lo que se transportaba eran cadáveres de curas, que no sé qué tipo de zombis daría más miedo, y lo de los locos venía de otra historia. Pero encajaría con el nombre oficial de Virgen de los Desamparados. Da igual. El asunto es que, encima de la carreta cerrada, haciendo compañía en su sueño a los locos (o a los curas) que tenía debajo y asegurándose de que no se alzaran, iba la Geperudeta. Acostada. Sobre un cojín. Con la cabeza echada un poco hacia delante.

Y en algún momento de la historia alguien decidió que necesitaba un símbolo para la ciudad y la escogió a ella. "¡Geperudeta, te elijo a ti!", dijo. La puso de pie, la metió en la catedral y desde entonces cada año sale para recibir flores y dejar que la llamen jorobadita cuando en realidad está durmiendo de pie. Y para seguir acompañando cada año a los locos o a los curas (o las dos cosas a la vez) que tiene debajo. Y estos sí que espero de verdad que no se alcen después de muertos.
 

¡Grandes inventos de la humanidad!

¡Alerta!
Se acaba el papel...

 

Enviado por Manu, 13 de Junio 2004 a las 04:53 PM

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