2 de Febrero 2005

Nochevieja en París - 1

Los antecedentes. Existe una organización católica formada por jóvenes de todo el mundo que, cada fin de año, hacen una especie de megareunión en una ciudad europea distinta. En realidad no sé si todavía existe, pero desde luego existía hace ocho o nueve años. El nombre es Taizé. Los sacerdotes se encargan de publicitar este hecho entre los jóvenes de su parroquia y animarles a que celebren la nochevieja junto a otros miles de minicatólicos en la ciudad que corresponda. Aquel año tocaba París.

Así que claro, para allá que nos fuimos Braktor, Bolingo y yo. En realidad no nos enteramos del viaje por la parroquia (no es que la frecuentemos demasiado, precisamente) sino por la hermana mayor de Braktor, que era amiga de un cura y ya llevaba años viajando por Europa de baratillo junto a otros colegas. Se limitaban a guardar las apariencias hasta cierto punto para no incomodar a su amigo sacerdote y, una vez estaban en la ciudad de turno, se dedicaban a hacer más o menos lo que les daba la gana. Turismo barato, ya digo. La diferencia de precio la paga el Vaticano. Cuando Braktor nos contó la idea, era difícil decir que no. Además, explicó que su hermana y los amigos solían montárselo bastante bien para aprovechar el viaje al máximo, y que podíamos acoplarnos a ellos sin ningún problema. Y con esto y un bizcocho, un buen día 28 de diciembre nos plantamos en la parte de arriba de un autobús que cruzaba la mañana castellonense en dirección a la autopista.

Echando un vistazo rápido a nuestros compañeros de viaje, parecía que en los asientos del fondo había otro grupete de infiltrados. Ya éramos tres: los mayores, nosotros y ahora ellos. Llevaban melenitas grunge (era la época, qué se le va a hacer) y parecía que hablaban más alto y con más animación que el resto. Pero nuestras esperanzas de colegueo entre topos se truncaron tan pronto como les vimos extender una pancarta contra los cristales que rezaba algo como "Jesús te ama". Los tres llevábamos walkman en previsión de las probables homilías que iban a escucharse por los altavoces del autobús. En principio sonaba música pop, así que nos dedicamos a mentener una charla en voz baja sobre el único tema posible (¿dónde coño nos hemos metido?) y sólo nos pusimos los auriculares para echar la siesta. Pero después sonó un chasquido y se oyó la voz del cura.

- Bueno, amigos, nos dirigimos a París para un encuentro de blablablablablá. Llegaremos a tal hora. Una vez allí blablablablablá. Y para terminar, os leeré un pasaje de la Biblia que viene al caso.

Nos leyó un pasaje de la Biblia que venía al caso. No era muy largo. Pero cuando ya respirábamos tranquilos y pensábamos que no había sido para tanto, el sacerdote preguntó si alguien quería bajar a comentar la lectura por el micrófono. Para nuestro horror, el más grunge de entre los grunges de la parte de atrás se levantó y cruzó decidido el pasillo en dirección a la escalera. La siguiente recreación de su discurso es totalmente fiel a las formas y el espíritu de lo que se escuchó allí, su señoría. Puedo aportar al menos otros dos testigos.

- Pues... yo creo... que lo que dice este paisaje es que Dios es guay, que es nuestro colega. Esto... que a veces nos pone a prueba y tal pero... pero que lo hace de buen rollo. Pa que seamos buenos y eso.

El grunge volvió a su asiento. El pop volvió a la radio. Los casquitos volvieron a nuestras orejas. Parada para mear. Parada para cenar. Supongo que algo dormiríamos en aquellos asientos de autobús, aunque no creo que fuera mucho. Y, ya en territorio francés, paramos por última vez para el desayuno. Nos unimos a la hermana de Braktor y sus amigos, que nos explicaron que una vez llegásemos a París nos disgregaríamos y podríamos ir adonde quisiéramos. Al parecer, la organización había preparado unas cuantas citas multitudinarias (para rezar en masa bajo la Torre Eiffel, comer todos juntos y cosas por el estilo) y algunos encuentros locales en la zona de París que correspondiera a cada uno. La organización del encuentro exigía que cada autobús se disgregara en grupos de dos o tres y se instalara en la misma zona que otros de distintos países, supongo que en aras del entendimiento entre cristianos. Pero como ellos eran los amigos del sacerdote, podían conseguir que uno de los grupúsculos consistiera casualmente en nosotros tres. Una vez separados del autobús castellonense, seríamos más o menos libres. Ellos llevaban años haciéndolo, tenían sus propios planes. Y cuando quisiéramos apuntarnos a alguna visita cultural de las que tenían previstas, el metro de París nos permitiría encontrarnos sin problemas. Empezábamos a tranquilizarnos. Un conocido suyo de otros viajes anteriores se acercó a nuestra mesa, dejó su café con leche, se sentó, sonrió beatíficamente y dijo:

- ¡Abajo la muerte y viva la resurrección!

Y nosotros murmuramos unos tímidos "viva" con los ojos como platos, nos terminamos el desayuno en medio minuto y salimos fuera para que Bolingo y yo pudiésemos fumar. Lo necesitábamos.

¿Llegarán nuestros héroes a París sanos y salvos? ¿Conseguirán disimular su pertenencia al Comando de Infiltración Ateo ante las filas católicas? ¿O serán descubiertos por el Hombre de la Sonrisa y denunciados ante la Santa Sede?
No se pierdan el próximo episodio...
  Enviado por Manu, 2 de Febrero 2005 a las 11:01 PM

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Comentarios

Argh! No puedes dejar ese Cliffhanger!

Volveré mañana, a la misma RSS-hora y en el mismo RSS-canal!

Enviado por: Jamfris, 4 de Febrero 2005 a las 12:17 AM

Listos :-) En realidad lo tengo todo escrito, pero sería un tocho larguísimo. Y además no podría poner los "no se pierdan el proximo capítulo" del final...

Enviado por: Manu, 4 de Febrero 2005 a las 05:46 PM
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