20 de Febrero 2006

RENFE (IV)

Sí, señora. La pérfida empresa ferroviara ataca de nuevo a nuestro héroe.

He cogido el tren de las nueve y media de la noche para volver a Valencia. Es tranquilo, hay sitio de sobra y se puede dormir un rato, que buena falta hace los domingos. El único contra es que llega uno muy justo a coger el último metro que puede dejarle en la puerta de casa. Un retraso de cinco minutos me obliga a transbordar a un tranvía y hacer parte del recorrido a pie.

Hoy el tren se ha retrasado tanto que ni siquiera ha llegado a su destino. Nos hemos quedado parados diez minutos a mitad de camino, con lo que mis esperanzas de un regreso tranquilo al hogar se han evaporado ya desde el principio. Nos ha adelantado un Talgo, así que he asumido que se trataba del servilismo característico de RENFE para con los clientes de trenes caros. Pero a punto de entrar en el túnel que da a la ciudad, un segundo y repentino parón acompañado de fallos eléctricos sugería que había alguna otra cosa fallando.

Ante la insistencia de una pareja que ya había perdido el tren a Gandía con el que querían enlazar, el revisor se ha dignado a informar al pasaje de que la diferencia de potencial de la catenaria se había ido a la mierda por alguna razón desconocida, y que no tenía ni idea de cuánto tardaríamos en continuar. Han sido unos diez minutos. Pero al llegar por fin a la estación subterránea de Cabanyal, nuevo parón. Y a la tercera va la vencida: según el revisor, había un trozo de catenaria colgando un poco más adelante, arrancado por el viento. La cosa iba para largo, así que he decidido bajar a fumar al andén y, vaya, el Talgo de antes estaba parado justo delante de mi Cercanías.

En fila india

Justicia kármica. O simple "mal de muchos, consuelo de tontos", da igual. Cerca ya de las once de la noche, me veía obligado a pagar un taxi o molestar a mi colega el Avatar del Caos para que me recogiese en coche, que es lo que he terminado haciendo. En el lado positivo, mientras esperaba en la calle me he encontrado a una amiga que no veía hace años y había quedado allí con alguien por casualidad. En el negativo, que incluso en un imprevisto provocado por la naturaleza sea posible encontrar razones para cagarse en RENFE. Obviamente, su primera prioridad tenía que ser restablecer la electricidad el tiempo suficiente para que pudiéramos aparcar detrás del Talgo, en el andén de Cabanyal. Pero para entonces ya debería haber un autobús de camino que recogiera a los pasajeros y se nos llevara a la estación de destino, cosa que brilló por su ausencia. En otras palabras, una vez restablecida la seguridad y los clientes están en un edificio con electricidad, la prioridad absoluta debe ser cumplir con lo que se promete implícitamente al venderte el billete. Y los pasajeros deberían estar informados en todo momento de lo que sucede, no tener que encadenar e introducir agujas bajo las uñas al revisor para enterarse de algo. El único mensaje enviado a megafonía desde la cabina ha sido un utilísimo "Señores viajeros, por avería técnica permaneceremos detenidos hasta nuevo aviso" durante el primer parón. Información de calidad, sí señor.

Esta vez no se libran de la reclamación. Aunque solamente sea para que me devuelvan los 3,65 euros que me han estafado. Ya está bien de lloriquear: la guerra abierta ha comenzado.
 

Enviado por Manu, 20 de Febrero 2006 a las 04:26 AM

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