No puedo hacer más que quitarme el sombrero ante la respuesta que ha dado Obama a la gente de Wall Street, que había protestado por el nuevo impuesto que quiere imponerles la administración estadounidense. Traduzco directamente las palabras de Barak Hussein, sacadas de una entrada del blog de la Casa Blanca:
El presidente a Wall Street: «Queremos recuperar nuestro dinero y lo vamos a conseguir»En lugar de mandar una falange de grupos de presión para combatir esta propuesta, o de emplear un ejército de abogados y contables para intentar evitar la tasa, les sugiero que tal vez puedan considerar la simple medida de atender a sus responsabilidades.
Me comprometo a recuperar hasta la última monedilla que se le debe al pueblo americano. Y mi resolución de lograr este objetivo se incrementa al ver los informes de beneficios masivos y obscenas bonificaciones en algunas de las mismísimas empresas que deben su existencia continuada al pueblo americano, a gente a la que no se ha resarcido y que sigue enfrentándose a dificultades muy serias durante esta recesión.
Queremos recuperar nuestro dinero y vamos a conseguirlo. Y es por ello que propongo imponer una Tasa de Responsabilidad sobre la Crisis Económica a las principales firmas financieras, hasta que el pueblo americano esté plenamente compensado por la extraordinaria ayuda que proporcionó a Wall Street. Si estas compañías están en la suficiente buena forma para permitirse unas bonificaciones inmensas, sin duda podrán pagar hasta el último penique que deben a los contribuyentes.
No podemos volver a los negocios de siempre. Y cuando vemos los informes de empresas que, una vez más, se embarcan en apuestas arriesgadas para cosechar una recompensa rápida, cuando vemos el retorno a unas prácticas compensatorias que no parecen reflejar la situación que ha atravesado el país, todo eso me da la impresión de ser los negocios de siempre. La industria financiera incluso ha lanzado una masiva campaña de grupos de presión, haciendo piña con el partido opositor, para entorpecer las reformas encaminadas a evitar otra crisis. Eso, por desgracia, también son los negocios de siempre. Y ya se escuchan los gritos y lamentos de Wall Street, dando a entender que la tasa propuesta no solo es poco grata, sino también injusta; que, por alguna lógica retorcida, es más apropiado que el pueblo americano cargue con el coste del rescate en lugar de la industria que se benefició de él, aunque esos ejecutivos estén ahí fuera otorgándose enormes bonificaciones a sí mismos.
En definitiva, solo asumiendo nuestras responsabilidades –en Wall Street, aquí en Washington, hasta Main Street– lograremos superar este período de agitación.
Por mucha sintonía que a nuestro amado presidente Zapatero le guste mostrar que tiene con el líder estadounidense, me temo que jamás oiremos salir de su boquita de piñón unas palabras similares. Es un tremendo esfuerzo de imaginación verlo abroncando en términos parecidos a las caras bonitas del capital español, diciéndoles «la jodisteis, ahora apechugáis» a los grandes empresarios. O a la Conferencia Episcopal, que últimamente, más que palabras, merece que los castiguen en su casa, sin paga y sin el Sing Star. O a los controladores aéreos, por llorones. O al grupo de presión de las discográficas, que a este ritmo no sé de qué le va a servir en las próximas elecciones. O al tipo que le estafa dos euros por café en el bar de la esquina, ya que estamos. ¡Jamás! ¡ZP tiene talante!
A estas alturas no voy a ponerme a defender la actitud chulesca en los presidentes de países (aunque no haya forma de confundir el discurso de arriba con la mierda que suelta Berlusconi cada vez que ladra), pero tampoco es necesario tener las tragaderas que demuestra ZP cada día que pasa, digo yo. Para el estómago colectivo no puede ser saludable esto de tragarse marrón tras marrón.
No se si ya había puesto la imagen,
pero las escobillas de los restaurantes
chinos pueden ser muy inquietantes.