8 de Enero 2004

Wanderlust

Se acabó lo que se daba. Llegó el roscón de reyes y me devolvió de un guantazo a la rutina de siempre. Despertar, preparar una cafetera pasando frío, comer, dar clases particulares, cambiar de sitio las plantas que necesitan un fotoperiodo más corto, hacer un rato el vago, cenar, revisar Soul Music (o estudiar, que ya toca), cinco contra uno optativo y a dormir mis seis horitas. Aburrido, aburrido, aburrido, y más ahora que tengo los dientes largos con las historias de playas, cerros e islitas perdidas que Jose Luís se ha traído de Colombia.

Ahora que llevo tiempo sin darme unas vacaciones lejos de casa, me convenzo cada vez más de que mi cerebro necesita esos respiros, esos saltos en la inercia que solamente vienen de ver lugares, ambientes nuevos. La situación ha cambiado, ya no tengo amigos que estudien fuera de Castellón (aunque sí que trabajen, pero eso ya es otra cosa) y en cuya casa pueda pasar unos días de visita por un módico precio en transporte y comida. Las esperanzas se reducen a la Santantonà de Vilanova, donde espero que el alcohol en sangre no provoque combustiones espontáneas al saltar las hogueras, y a los carnavales de Vinaròs, todavía lejanos. Pero esas cosas ya casi han pasado a formar parte del algoritmo estándar, igual que el Viña Rock nuestro de todos los años.

A lo mejor toda esta ansia viajera no es más que un mecanismo defensivo. Una forma que mi cabezota tiene de evitar pensar en exámenes, plazos de entrega y problemillas económicos. De todas formas, cada vez veo con mejores ojos el plan de Susana de hacer el camino de Santiago este verano, aunque sea año xacobeo y no vayamos a encontrar albergue ni hartos de vino. De momento, mejor me voy a casa a mover macetas y luego me pego un viajecito en tranvía colgando carteles para dar clases particulares. Si al menos las calles de València no fueran tan feas...
 

Imagen que no viene a cuento:

Etiqueta del roscón de este año
Bonitas advertencias navideñas

 

Enviado por Manu, 8 de Enero 2004 a las 07:21 PM

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