11 de Febrero 2004

Taronja Rock

En vista de que el presente muestra un horizonte aburido al menos hasta el examen del viernes, me subo un ratito en el DeLorean y me vuelvo cinco años atrás, al mejor cutre-concierto que se haya organizado jamás en dos semanas escasas. Aviso que la historia es larga...

Yo tenía un grupete de música llamado The Last Tribute. En realidad consistía en mi colega Lucho, que cantaba, y yo, que tocaba el teclado y hacía unos coros ridículos. (Hubo una temporada en que engañamos a unos amiguetes para que tocaran bajo, guitarra y batería con nosotros -ver foto al final-, pero no en el momento de esta historia.) Por entonces, unos compañeros castellonenses de la facultad tenían un grupo-orquesta rock y muchas ganas de tocar y beber gratis, así que empezaron a tramar la organización de un concierto donde consiguieran ambos objetivos. Un amigo suyo cumplía años pronto: la ocasión perfecta. Le convencieron para hacer un conciertillo entre amigos, para dedicarle unas canciones en una fiesta íntima a celebrar en una alquería que tenía en una zona llena de acequias entre Castellón y el Grao.

La sorpresa del homenajeado debió ser mayúscula cuando, el sábado de su cumpleaños, vio llegar un camión con barriles de cerveza y un grifo. Tuvo que empezar a sospechar algo cuando una furgoneta trajo botellas de licor, refrescos y cajas de bricks de vino. Y supongo que vería la luz definitivamente cuando apareció el primer desconocido entrada en mano. Sus amigos habían convencido a otros tres o cuatro grupos (el mío incluido) para que tocaran a cambio de bebida gratis, habían imprimido entradas para poder alquilar amplificadores potentes y pagar dicha bebida y, lo más importante, habían vendido las entradas a los amigos de los grupos de música. Y también a los amigos de sus amigos.

Los grupos teníamos que aparecer a media tarde para probar el sonido. Cuando nosotros llegamos, el del cumpleaños ya había asumido la putada y decidió decantarse por la opción más lógica: enganchar la cogorza del siglo. Ya no volvimos a verle sin un vaso en la mano, pero como el sonido de un micro y un teclado se ajusta en un momento nos pidió, todavía sobrio, que le ayudáramos a asegurar la zona con cinta policial. La alquería, como todas las de allí, está cruzada por una red de acequias que a la luz de la luna parecen hermosos caminitos verdes y sólidos, y el dueño no quería muertes por ahogamiento cuando algún borrachuzo decidiera seguir su camino hacia las estrellas.

Finalmente llegaron unas 60 personas. The Last Tribute había hecho un uso razonable de la barra libre y el papel de fumar, y el concierto salió bien. Quedaban otros tres grupos por tocar, lo cual significaba que probablemente los encargados de las barras se iban a cansar de vernos las caras.

Cuando se tiene a 60 borrachos en un recinto al aire libre, no muy grande y rodeado de acequias, no hay medidas de seguridad que puedan evitar algún incidente que otro. La cinta policial había caído hacía tiempo y yo meaba contra una de las acequias. Un poco más allá, dos jóvenes desconocidas me enseñaban sus blancas nalgas mientras me imitaban, una junto a la otra, bajo la luz de la luna. Mientras yo sigo con lo mío, una de ellas pierde el equilibrio, se agarra a la otra y la condena a compartir su destino de espaldas dentro de la acequia, piernas al aire con los pantalones en los tobillos. Me descojono y me la voy guardando, y entonces mi colega Paco pasa a zancadas por mi lado y le pierdo de vista mientras me dice: "¿Pero qué haces meando ahí? Al menos métete un poco más en el camiglugluglu". Y yo, sin poder parar de reir mientras el padre de Lucho (uno de los 60 borrachos) me aborda para felicitarme por la actuación. Le paso el porrito. Lo coge. Me voy a darle una palmadita en la espalda a La Cosa del Pantano.

La noche no se saldó sin más incidentes. Cito casi textualmente al cantante del último grupo que tocaba: "A ver, me han dicho que se ha caído un coche que se marchaba en una acequia. ¿Paramos un momento, lo sacamos entre todos y seguimos tocando? ¿No? Bueno, pues entonces tocamos una más, nos tomamos una cervecita y luego paramos y lo sacamos. Un, dos, un-dos-tres-y". Había mucho cabroncete en aquella fiesta, sí. Pero no hubo nada serio que lamentar, excepto tal vez para los conductores que decidieron dormir en sus coches por precaución y no tuvieron más remedio que enfrentarse al laberinto de acequias la mañana siguiente, con luz pero también con una resaca de las que hacen historia.
 

The Last Tribute!
Concierto de mi grupete, cuando
éramos ciento y la madre...

 

Enviado por Manu, 11 de Febrero 2004 a las 06:35 PM

Licencia CC

Comentarios

No comments. xDDDDDD Genial, tío. La verdad es que cada vez que uno toca por ahí al final se forma una odisea, siempre pasan mil cosas.

Ah, quiero una foto tuya tocando con tu grupo más de cerca, que se vea quién eres tú y tal. ;)

Enviado por: Santo, 11 de Febrero 2004 a las 10:21 PM

Jeje. Es que en esa foto yo estoy a la batería y no se me ve. Ya buscaré por ahí...

Enviado por: Manu, 12 de Febrero 2004 a las 04:41 PM

Brutal el minimonográfico Manolo!!!!! a ver si rescatamos al grupo de las cenizas y nos ponemoxxx la nuestra güeb LLAMAME!!!

Enviado por: EL LUCHO, 24 de Junio 2004 a las 09:34 PM

AH y LA MAKETA!!!!!!!!!!!!!

Enviado por: EL LUCHO, 24 de Junio 2004 a las 09:35 PM

Sin duda, una de las mejores fiestas a las que he acudido jamás. Estoy seguro de que hubo cientos de anécdotas divertidas.
Si pudiera acordarme...

Enviado por: DrillerKiller, 15 de Abril 2005 a las 05:18 PM
Envía un comentario