Todos los años me ocurre lo mismo. Acaban los exámenes de febrero y llegan carnavales. Pasan carnavales y, en un pis pas, aquí están las Fallas (fiestas que suelo ignorar sin motivo racional aparente) y las fiestas de la Magdalena (que merman año tras año mi capacidad cerebral). Y ahora las vacaciones de semana santa. En conclusión, que ni siquiera soy consciente de que tengo asignaturas que atender en la universidad hasta bien entrado abril, y para entonces llevo tanto tiempo sin aparecer por la facultad ni a decir hola que se hace cada vez más complicado presentarme allí, inventar alguna excusa para los profesores "mamá" y ponerme las pilas. Más complicado y menos apetecible.
Ayer estuve tomando cervezas con dos amigos que no veía desde hace bastante tiempo, ambos flamantes licenciados en Matemáticas. Acabamos sacando el tema del agobio existencial, de las pocas ganas de estudiar después de tantos años. El caso es que llevo muchos años estudiando cada febrero, junio y septiembre y matriculándome cada octubre. Demasiados. Tantos que, en ocasiones, tengo que recurrir a "lo poquísimo que me queda para acabar" para no enviar la carrera a tomar por culo, buscarme un trabajo que me permita mantenerme mejor que las clases particulares y la ocasional revisión de libros para Plaza&Janés (es decir, buscarme cualquier trabajo) y jurarme a mí mismo que no permitiré que nadie más vuelva a juzgar mis conocimientos utilizando como única base mi capacidad de memorización. Pero sigo recurriendo al "total, para lo que me queda sería una lástima" y a pensar que seguro que es genial poder decir que soy licenciado en Mates.
En pocas palabras, tengo una falta de motivación monumental. Sé que solamente tengo que pegar un empujón serio en junio y otro en septiembre para poder colgar el título de la pared, pero no tengo ganas de darlos. El título ya no es un incentivo tan fuerte como lo fue, principalmente porque soy consciente de que no termina ahí: falta estudiar el CAP y las oposiciones si quiero ceñirme al objetivo inicial de acabar con un horario y un sueldo cojonudos en un instituto. Y ni siquiera esto me atrae ya tanto.
Las horas de estudio no tienen una recompensa inmediata. Ya he dicho por aquí que nuestro valor más preciado es el tiempo, y preparar exámenes supone invertir cantidades ingentes de él en comprar una posibilidad. Incluso suponiendo que estudiar implicara aprobar (cosa que en mi carrera no es cierta ni mucho menos), seguiría invirtiendo el tiempo en comprar la posibilidad de seguir estudiando (CAP y oposiciones) para comprar la posibilidad de, tal vez, una serie de sustituciones en institutos que me garantizarían, a muy largo plazo, una plaza. Demasiada posibilidad, demasiada inversión de tiempo, demasiada poca certeza. En mi mente está cada vez más clara la tendencia a mandarlo todo a la mierda.
Pero he llegado a un acuerdo conmigo mismo. Daré ese último empujón. Haré esa inversión de tiempo. Estudiaré duro para junio y seguiré estudiando duro para septiembre. Pero si no termino la carrera este año, la situación cambiará radicalmente. Buscaré un trabajo, cualquier trabajo, que me permita vivir sin demasiados agobios y me tomaré la carrera (porque de verdad quiero ser licenciado en Matemáticas, aunque no utilice la licenciatura para nada útil) con mucha calma. Sí, incluso con más calma que durante todos estos años.
Supongo que tendré que pulir un poco el razonamiento, pero hay tiempo para ello: el jueves salgo hacia una playa perdida en la costa almeriense en la que nos dedicaremos, básicamente, a hacer el hippie hasta el lunes que viene. Me llevo libreta, que seguro que hay momentos más que de sobras para escribir algo y colgarlo aquí a la vuelta, pero no garantizo fotos. La frase "nada de cámaras, y mucho menos digitales" ya se ha oído entre las féminas del Comando Nudista de Exploración de Playas Perdidas...