19 de Abril 2004

Más triste es robar

Antes me costaba horrores pedir cosas. No que me dejaran libros o cómics, o dinero, sino que me hicieran favores. No me era posible. En mi mente había una extraña combinación de humildad ("en realidad no hace falta molestar, puedo hacerlo yo mismo") y orgullo ("en realidad no hace falta molestar, puedo hacerlo yo mismo") que creaba alguna especie de cortocircuito neural y me complicaba bastante la existencia. Y por alguna incomprensible política de devolución de favores, o simplemente porque a la gente también le gusta ser buena, observé que mi modus operandi de ofrecer y hacer favores al prójimo sin esperar ni aceptar nada a cambio tenía dos efectos. En unos, esta forma de actuar era aceptada sin reservas: los que jamás se levantan a abrir la puerta, ni a preparar calimocho, ni a coger el azúcar para el café. En otros, reparo y un sutil rechazo: los que no comprendían, porque era incomprensible, que fuera yo quien no dejaba que se levantaran a traerme el café en sus propias casas.

La cosa ya ha cambiado, desde luego. Ni me ofrezco siempre a hacer las cosas que deben hacerse (porque no acabaría nunca), ni me inhibo tanto a la hora de solicitar prebendas cuando la ocasión lo requiere, cuando hay una descompensación razonable entre el esfuerzo que le supone a la otra persona y la satisfacción que me proporciona a mí su trabajo. La descompensación, obviamente, a favor de mi satisfacción. Cualquier otra opción, y sobre todo la que yo tenía antes como propia, no tiene sentido. Y además, en cierto modo, acaba molestando a la gente que no debe.

El otro día estaba en el supermercado, haciendo cola en la caja con mi padre, cargados con botellas de agua porque, cuando aparezco por Castellón, el consumo hídrico de mi hogar materno se multiplica considerablemente. Cosas de las resacas. En la caja de al lado, la dependienta de la carnicería acababa de pillar a unos novatos en el arte de robar, a juzgar por el tamaño de las bandejas de pollo empaquetado que intentaban ocultar en sus cazadoras. La gente se indignó mientras los aspirantes a Robin Hood (sospecho que, en este caso, los pobres entre los que repartir el botín eran ellos mismos) salían del supermercado con la cabeza gacha. Y los honestos compradores, mi padre incluido, comentaban que en el albergue se puede conseguir comida y que, de todos modos, si la hubieran pedido en el supermercado probablemente se la hubieran regalado. Se indignaron, decían, no por el hecho de que alguien robara para comer, sino porque los muy orgullosos no habían sido capaces de pedirlo humildemente. Dada la concurrencia del supermercado a aquellas horas, dudo bastante de la versión oficial, igual que con el 11-M. Pero sirve para ilustrar, en cierto modo, que todos (no solamente yo) nos sentimos ese poquito mejor cuando le conseguimos a alguien algo que necesita. Y que para que eso pueda ocurrir, también es necesario que expresemos las necesidades de vez en cuando. La otra actitud, mire usted por dónde, acaba llegando al egoísmo desde el otro lado.

Y además está muy bien que, por ejemplo, de vacaciones en el pueblo de un amigo, te traigan un zumito y algo de fumar a la cama cuando estás de resaca. Y eso sí que hubiera sido complicado de robar.
 

Imagen que no viene a cuento:

Encarguito para Amazon...

Ya queda poco para ponerme al día...

 

Enviado por Manu, 19 de Abril 2004 a las 07:13 PM

Licencia CC

Comentarios

Claro, se lo habrían regalado, y les habrían dado huevos para empanarlo y todo... (sic)

Enviado por: Germán, 19 de Abril 2004 a las 10:06 PM

No creo que le hubieran regalado nada, la verdad... Pero es verdad que en los albergues ayudan, y la gente en las casas también suele solidarizarse.

(Además, antes que robar a un supermercado yo me voy a unos grandes almacenes, que me puedo poner púo, no se entera ni Diox, y además para las cuentas de la gran superficie eso no supone gran pérdida). :P

Enviado por: Santo, 19 de Abril 2004 a las 10:08 PM

¿es que esa sensación, mezcla de humildad y orgullo, termina llendose?

Enviado por: next, 20 de Abril 2004 a las 07:07 PM

Siempre he tenido un especial afecto por los ladrones “de guante blanco”.

Negro, ex-ladrón de El Corte inglés.

P.D: Hágase mirar el blog, alguna vez podría escribir algo rematadamente malo para que pudiera ponerle a parir. Qué pelmazo.

Enviado por: Negro, 21 de Abril 2004 a las 12:41 AM

¿nos es "Triste es de pedil, pero más triste es "de robar""? :D

Enviado por: borja, 21 de Abril 2004 a las 07:46 PM

LO s echaron y se fueron con hambre y vos asaliste corriendo a invitarlos a una taberna anda a cagar.-

Enviado por: alpedo, 1 de Agosto 2007 a las 06:05 PM
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