Teníamos un problema. La noche anterior habíamos acabado con todas nuestras reservas de orujo-miel, y la próxima prometía volver a ser fría. Teníamos otro problema. La mayoría no habíamos dormido demasiado bien, precisamente a causa del frío, y teníamos el cuerpo destemplado. La solución de urgencia era obvia: desplazar el convoy al pueblo más cercano para conseguir suministros y refuerzos. Pero ahí se nos presentó un tercer problema con el que no contábamos. Pau estaba muy mal. No había podido dormir en absoluto y el golpe de calor del bar donde entramos a liberar unos cuantos cafés con leche para la causa le dejó para el arrastre. Ana paseó con él, Susana y yo nos quedamos en su coche por si acaso y el resto emprendió la misión de búsqueda de recursos en el pueblo.
Cuando volvimos al campamento base después de helarnos todavía más las manos fregando cacharros y con la idea de comer y ver de una vez por todas el nacimiento del Mundo, el cuarto problema. Picolos. Guardiasiviles. La Benemérita. El Patrol. Resulta que no se podía acampar donde nosotros lo habíamos hecho, pero ellos mismos habían tapado previamente el cartel de "Fin de zona de acampada" porque el recinto oficial se quedaba pequeño. No era culpa nuestra, y eso lo podían ver incluso ellos, pero nos identificaron a todos de todas formas antes de decirnos que, total, si nos íbamos mañana, tampoco hacía falta que levantáramos campamento ahora mismo. Y ese montoncito de leña que han cubierto ustedes con la lona para que no lo veamos, me lo dispersan a la voz de ya, no la vayamos a tener.
El mediodía avanzó y se hizo evidente que mi idea de la sopa de pescado de brick era buena, pese al choteo inicial. Ja. Pero Pau no mejoraba. El Sub-comando Tranki se desplazó de nuevo al pueblo para hacer, sí, otro carajillo y comprar una manta para que el pobrecillo no se nos muriera por la noche. Pese a lo adverso de la situación, todos queríamos seguir con el viaje. Había ese tipo de optimismo que puede rozar lo descerebrado, pero es genial de compartir. Pero no contábamos con el Problema Número Cinco (y no hagan rimas) que nos comunicaron vía móvil: nevada repentina. En realidad, nosotros estábamos a tres kilómetros y ni nos enteramos, luego no podía ser tan grave el asunto, pero al no llevar cadenas en los coches la paranoia con la meteorología se acrecentaba. Cuando volvimos, después del café, había medio campamento desmontado y ya no había opciones que no fueran acabar de desmontarlo. Comprensible, dado que Pau no estaba precisamente en las mejores condiciones, que nadie quisiera incrementarle la ansiedad después de aquello.
Decidimos volver a Liétor para pasar la última noche del viaje. Teníamos una casa vacía y no estaba demasiado lejos, pero el Sub-comando Tranki, por una vez, no quería marcharse de allí sin ver al menos los primeros tramos del recorrido del río Mundo, que nace en la zona. Cuando llegamos, ya en las últimas horas de la tarde, no había cola para entrar el coche. A los cinco minutos de comenzar la visita ya estábamos haciendo el cabra, subiendo en paralelo al primer chorro que vimos bajar entre las rocas por una ladera y llegando al camino que hay más arriba. Pronto descubrimos que aquello era el final del recorrido, así que decidimos hacerlo al revés. Y resulta que es una opción mucho mejor que la "oficial": primero subes a los miradores y ves la parte espectacular y salvaje del nacimiento de un río, luego descubres lugares entre las rocas, dentro del río, donde es delito no pararse a fumar (siempre llevándote contigo las pruebas del delito) y finalmente queda un plácido recorrido entre árboles y sombras, con el sonido del agua, para pasear de vuelta al coche. Si volviera, repetiría el camino en el mismo sentido (el contrario) que esta vez. Vale la pena.