12 de Agosto 2004

[Formentera] El Molino y el Tanga

Tras dormir en la playa sin un mal saco que te aísle del ambiente, la humedad en los huesos debería ser un impedimento serio para que a uno le apetezca bañarse en pelotas recién levantado, pero la transparencia de las aguas, la solana que nos sorprendió por la espalda y la presencia de dos mujeres hermosas en el mar se convirtieron en un contrapeso más que razonable. Emilio seguía durmiendo, el muy pardillo. Poco más al norte de donde estábamos hay una construcción que bien podía ser un bar, así que nos pusimos algo de ropa y nos acercamos a explorar la zona. En efecto, un bar. O más bien un restaurante, pero no abría hasta la una y media: de momento, nos quedábamos sin el café.

Es Molí des CarregadorNo es que las playas de Formentera sean nudistas, pero sí hay un cierto espíritu de que cada cual vaya como le dé la gana. Donde habíamos estado durmiendo casi todo el mundo iba desnudo, pero a medida que hacías el camino de vuelta por la playa se veían cada vez más bañadores. De todas formas, Susana y yo no nos vestimos hasta salir al camino que da al puerto. Tras una expedición al supermercado barato (en comparación) y una parada técnica en el bar barato (en comparación) que estaba cerrado la noche anterior, contábamos con suministros de comida y agua para pasar holgadamente el día. Pero nos seguía faltando el café.

El restaurante donde habíamos preguntado estaba anexo a un molino viejo, ya sin aspas. Y solamente ahora, al dejar los mochilones junto a la entrada, nos dimos cuenta de que estaba a rebosar de comensales devorando langostas y paellas de marisco. Nos conformamos con una cerveza y decidimos dejar el café para la sobremesa sin saber que muy poco después el viejo molino, con su escalera de acceso y su sombra providencial, nos iba a proporcionar el lugar perfecto para nuestros sandwiches de sardinas. Si los camareros nos vieron subir (y es difícil que no nos vieran) ni nos dijeron nada ni hicieron comentario alguno cuando volvimos al restaurante para tomar, ya por fin, unos cafés con leche.

Tras echar una siesta poco más al norte, en la playa de Ses Illetes, las científicas marinas se marcharon a reconocer el terreno y explorar las salinas abandonadas que quedaban cerca. Pero el biólogo y el matemático no se quedaron cortos: la combinación de un pequeño islote cercano a la costa, el anochecer, el ángulo correcto y mis ganas de cagar nos hubieran proporcionado una foto digna de premio. Para que luego digan del método científico. Menos mal que no nos tomamos la molestia de sacarla porque, creo que no lo he comentado todavía, mi cámara digital tenía el firmware sin actualizar y no escribía bien en la tarjeta de memoria que le puse justo antes del viaje. No creo que pueda salvar más de 30 fotos y 5 videos, impublicables aquí en su mayoría.

En todo caso, las científicas marinas habían explorado bien la zona y nos guiaron, de nuevo con las mochilas a cuestas y ya de noche, hasta otra playa cercana que daba al este y caía bajo la jurisdicción de un chiringuito llamado Tanga, al que nunca estaremos lo suficientemente agradecidos por cedernos sin coste alguno cuatro de sus hamacas para pasar la noche. Aunque ellos no lo supieran, claro. Y sin cenar (por alguna razón, mi apetito al menos casi se anula cuando me paso el día haciendo cosas interesantes), sin casi fumar, volvimos a caer rendidos bajo las estrellas fugaces.

Ruth, el Menda Lerenda y Susana
  Enviado por Manu, 12 de Agosto 2004 a las 11:59 PM

Licencia CC

Comentarios
Envía un comentario