9 de Agosto 2005

[Pal Sur] Lanzamiento

 

Los textos correspondientes a esta entrada y las de la semana que le sigue están escritos a posteriori. No es costumbre que en estos viajecillos que llevan un par de veranos realizando el indeseable que coloca estos escritos en internet y sus tres compañeros de aventuras haya lugares con acceso a la red, así que no hay más remedio que tirar de memoria para escribir estas entradas. Sin embargo, los textos escritos en azul y tamaño de letra menor corresponden a la lamentable libreta roja de Cocacola que suelen llevarse consigo y, salvo mínimas ediciones, están escritos (o dibujados) en el momento. Gracias por su atención.

 
Valencia-Los Alejos

 
El plan, igual que el verano pasado en Formentera, era no tener plan hasta el momento de ejecutarlo. Sin embargo, en esta ocasión nuestros recursos eran muchísimo más cuantiosos: dos automóviles cuya misión era lanzar al hiperespacio a cuatro personas, una rottweiler majísima, una tienda de campaña por si acaso (que, de nuevo, resultó inútil), nevera, mochilas, sacos y la Guía Campsa de hace tres años.

Lo único que teníamos claro era que no había intención de pagar por dormir, cosa completamente lógica si se piensa un poco pero que se practica menos de lo que debiera. Eso, y que el viaje tendría por destino las muy, muy soleadas tierras del sur de la península. Como poco, tocaríamos pared en el Mediterráneo mirando a África antes de volver.

Pero la primera parada tras la reunión tenía que ser en cierto pueblecito albaceteño donde se produce un licor de orujo con miel que necesitábamos como parte fundamental de nuestro abastecimiento. Y ya en tierras manchegas comunicadas por carretera de montaña, nos acercamos a determinado bar del pueblo donde sabíamos por experiencias anteriores que nos sería posible conseguir tan preciado elixir. El camarero no recordaba nuestra anterior visita, más de un año atrás, y tal vez por ello nos miró con suspicacia (putoz jipiz) cuando le pedimos orujo e indicaciones para llegar a cierto paraje cercano donde nos habían recomendado que pasáramos la noche. Conseguimos tres botellas de licor y nos hicimos el firme propósito de consumirlas durante el viaje y regresar a la vuelta para comprar más y poder afrontar así el duro año que se avecinaba entre excursiones. Pero respecto al lugar para dormir, o él nos indicó mal o nosotros le entendimos mal, o tal vez buscar desvíos de noche en carretera todavía no fuera lo nuestro; en cualquier caso, recorrimos un buen número de pueblos de la sierra en busca de unos metros cuadrados de terreno llano junto al río Mundo. La suerte, como de costumbre, se puso de nuestra parte. Es demasiado fácil acostumbrarse a ella.

En la intersección entre la ruta aérea Madrid-Alicante y la carretera que sale de Los Alejos hay un camino concreto que da a una especie de central de control hídrico, un edificio sin plantas que al menos de noche está vacío. Si aparcas al lado, puedes bajar un terraplen para encontrar un caminito que se estrecha. A su lado, siguiendo el ruído de cien mil tragos de agua fresca, hay un lugar junto al río Mundo donde caben cuatro sacos de dormir. No hay más remedio que colocarlos de forma que, a poco que crezca el río, te gasta la bromita de mojarte los pies para que te mees en la cama. Pero caben.

Al cabo de poco tiempo, los insectos deciden que tampoco sois tan interesantes como parecía y te dejan en paz. El río sigue tragando agua helada. La ruta Madrid-Alicante sigue su curso hacia el mar. La Osa Mayor sigue en busca y captura.

Y tú te duermes.

O no.
 

Enviado por Manu, 9 de Agosto 2005 a las 11:59 PM

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