24 de Noviembre 2005

Cruzados

Algunos días tengo un descanso de veinte minutos a mitad de tarde en la academia. Normalmente salgo por la puerta, entro en el bar de al lado, me siento en un taburete, pido un cortado, enciendo un cigarrillo para escandalizar al resto de la parroquia y hojeo la página de opinión del Levante. Y así, por lo general y salvo contadas excepciones, leo la primera frase bien escrita desde las cinco de la tarde. En teoría son veinte minutos de tranquilidad, en territorio amigo, diseñados específicamente para relajarme (pese a la cafeína) del esfuerzo de convencer a los alumnos de ESO de que, a partir de ahora, necesitarán empezar a usar sus cerebros. Charlo con la camarera, leo y me olvido.

Excepto cuando presto atención a lo que leo. El otro día me topé con una columna de opinión, creo que de Juan José Millás. No conocía la noticia que comentaba, pero el texto la explicaba bastante bien: el señor George W. Bush, de visita en China, centraba sus exigencias en la necesidad de que el país asiático imprimiese más biblias. Porque, por lo demás, China está en su mejor momento: lo único que enturbia el país es la falta de biblias impresas. Y ahí es donde entra el Presidente.

¡Ahí es donde entro yo!

¡Ahí es donde entro yo!

Las adicciones, niños y niñas, son muy malas y muy perras. No es que un servidor lo haya intentado nunca, pero la observación directa indica que en la mayoría de los casos es muy difícil salir de una adicción gorda. Sustituirla por otra, en cambio, suele ser más fácil: de ahí que la mayoría de ex-fumadores engorden unos kilitos (algo tienen que hacer con la boca), que la mayoría de seguidores de Perdidos vayan a engancharse a Los 4400 o que la mayoría de foreros tengamos ahora un weblog. En el caso que nos ocupa, el Señor de Texas ha cambiado la botella por la religión. Si se tratara de cualquier otra persona, no tendría mayor importancia. Incluso diría que es para bien, si bebía mucho y le hacía más daño que beneficio. Pero en George Bush volverse más fundamentalista de lo que ya era puede ser peligroso para todos. No hay más que ver la lista de gente que le tiene cruzado para darse cuenta de que haría bien ya no en dimitir, que esas cosas solamente ocurren en la ciencia-ficción y en el pasado, sino en volver a la bebida. El manifiesto y la recogida de firmas (o de botellas), que lo hagan otros.

Y si, ya de paso, se confunde todavía con más puertas, pues eso que nos reímos todos. Y si se mete más talegazos como aquel que decían de las galletitas y se le ocurren menos ideas geniales, eso que ganamos.
 

Enviado por Manu, 24 de Noviembre 2005 a las 03:45 PM

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