Por primera vez, y sin que sirva de precedente, me siento parte de la comunidad bloguera más ñoña y cursi al hacer partícipe a quien pase por aquí de unas lágrimas que se me han escapado esta noche, tumbado en el sofá. Y solo en casa, que yo normalmente soy muy machote. Quien haya pasado por lo que yo acabo de pasar y no tenga la sangre de horchata sabrá comprenderlo.
Alan Ball es un genio de la tragicomedia. O de la comedia negra. O seguramente de ambas a la vez. Solamente por los diez últimos minutos de A dos metros bajo tierra debería tener una subvención vitalicia de la ONU para poder dedicarse a escribir guiones, a ver si le salen cosas tan bien paridas como esta serie o la peli American Beauty. A lo mejor es el cansancio, la somnolencia o los cinco capítulos seguidos que me había metido previamente en el cuerpo, pero la montaña rusa emotiva que es el final de la quinta y última temporada (el ataque de risa con el último plano de los hermanos Chenowith tiene que haber despertado a los vecinos) no tiene precio.
Y aunque Battlestar Galactica promete mucho, de momento es A dos metros bajo tierra la serie que ocupa lo más alto del podio de mi corazoncito.
Buenos días y feliz sábado.
Se ha caído el mito.
Como dijo Miguel Bosé (creo): Los hombres no lloran, tienen que pelear.
Enviado por: Josep Tarrés, 21 de Octubre 2006 a las 01:12 PMDifícil, a menos que me pusiera a dar hostias a la tele :-)
Enviado por: Manu, 21 de Octubre 2006 a las 05:38 PMYa la he visto entera, toda la razon.
El final se sale, bonito ,triste y alegre a la vez.
Snif!
Enviado por: DrillerKiller, 12 de Diciembre 2006 a las 03:48 PM