Hoy me ha llegado la última factura de Yoigo a casa, e incluía el siguiente texto:
Verdaderamente nos da mucha rabia que te vayas, porque estamos trabajando un montón para ser la alternativa a los demás operadores móviles y estamos totalmente convencidos de que una tarifa barata y sencilla, y una comunicación clara, sin letra pequeña ni trucos, es lo que necesita la gente.
Pero para los gustos se hicieron los colores, no podemos ser la mejor opción para todos. Y este ha sido tu caso.
¡Ah!, no somos nada rencorosos, por supuesto si algún día quieres volver a Yoigo llama gratis al 800 602 800.
Un saludo y muchos gracias.
Es posible que la redacción se pase un poco de amistosa para venir de una gente que no conozco de nada, pero lo que dicen, a grandes rasgos, es cierto. No ha habido ningún problema serio con Yoigo, y me impresionó la rapidez con que se solucionó el único asunto que tuvimos, cuando me cargaron seis euros de más al pasarme de tarjeta a contrato. En esa ocasión llamé a atención al cliente y me conectaron inmediatamente con alguien del departamento de facturación, a quien ni siquiera tuve que volver a explicar el problema.
Las tarifas son económicas y, sobre todo, cómodas: nada de "por cada llamada que hagas durante un eclipse lunar en meses impares, te damos un 34% de descuento en los próximos trece mensajes que envíes a operadores con tres siglas, IVA no incluído". No. Mismo precio a cualquier hora, cualquier día. Mismo precio para tarjeta y contrato. En breve, no hace falta que pienses en tu móvil más de lo estrictamente necesario.
Para esta última factura ni siquiera me han aplicado el consumo mínimo de seis euros mensuales que ya venía dispuesto a pagar. Y si me he largado, de hecho, ha sido simplemente porque me mangaron el teléfono a finales de verano y no estaba dispuesto a gastar dinero comprando uno nuevo, ni tiempo liberándolo. Y así se lo habría explicado al empleado que intentó contactar conmigo si –el único pero que les pongo– no lo hubiera hecho ocultando su número. Nunca cojo el teléfono si la llamada no va con la cara por delante; tiendo a pensar que, sea quien sea, no querrá nada bueno.
En el otro lado del espectro encontramos a casi todos los demás operadores, por no decir todos directamente. Tarifas complicadas, caras y expresamente mal explicadas en sus páginas web. Una atención al cliente semirrobotizada cuyo único objetivo es marear. Teléfonos preprogramados para conectarse a internet con el más mínimo error al pulsar las teclas a no ser que pases algún tiempo reconfigurándolos. Empresas que, básicamente, creen que consiguiendo la exclusiva en España del nuevo Blueberry con Chimichurri Integrado (TM) ya lo tienen todo hecho, y viven de explotar la vanidad de la gente, sus ganas de lucir lo último en tecnología.
Admito que los cacharritos molones me han gustado toda la vida, pero de todos modos habría terminado comprándome un móvil barato por mi cuenta si las condiciones del cambio no hubieran sido relativamente sencillas o la tarifa no me permitiera mantener el nivel de gasto reducido con poco esfuerzo. Ojalá cambie la tónica general de los operadores móviles con esto de la crisis, pero mucho me temo que las compañías telefónicas saben perfectamente en qué mundo viven: viven en un mundo en el que puede aparecer durante unos días el siguiente programita para iPhone en la tienda de Apple...
... y hay gente que no pilla la broma.