11 de Febrero 2009

Aliens sobre Madrid

Hasta hoy mismo daba por cierta la primera impresión que me llevé sobre los recientes escándalos del PP madrileño, bochornosos hasta para tratarse de un partido de derechas. Lo que cuentan los medios me encajaba bien con la existencia de dos bloques empresariales opuestos que luchan, más o menos en la sombra, por controlar la sede madrileña del Partido Popular. Tiendo a no creérmelo demasiado cuando se nos intenta vender, como fondo del asunto, una lucha ideológica, un «fachas contra muy fachas» (o, puestos a ir de entendidos, un «conservadores contra neoliberales») altamente satisfactorio de contemplar pero que atufa a cuento chino viniendo de los individuos e individuesas de quienes viene.

La explicación, para mí, era mucho más sencilla que un conflicto de doctrinas sociales abstractas. Tan sencilla como que los dos bloques económicos que hay dibujados en mi mente tienen los objetivos claros, pero para su desgracia deben confiar en peones que, como todo buen facha que se precie, caen presa de sus delirios de grandeza y de impulsos infantiles. Y de ahí vienen los «no dimito si no lo hace ella antes», los chivatos y fisgones de patio de colegio, las luchas a nudillo pelado por ser amiguito de quien tenga más números para acabar de jefe en la pandilla. Mis enigmáticas camarillas de empresarios se suben por las paredes ante la ineptitud de sus correveidiles políticos, dichos correveidiles ponen su mediocridad y su bajeza en evidencia día sí, día también y yo me regodeo en mi sofá mientras espero la próxima meada fuera de tiesto que se marque Aznar, mi favorito absoluto en lo que a torpeza mediática se refiere.

Equal-Parallel-Guernica-Bengasi, de Richard Serra

Pero resulta que me equivocaba. La verdad del asunto es mucho más terrible y mucho más digna de un programa especial de Cuarto Milenio. Todo, absolutamente todo, proviene de la incursión alienígena sobre Madrid que se produjo en 1992 y de la que no se supo hasta 2006. Una escultura de 38 toneladas que el Museo Reina Sofía tenía guardada en unos almacenes desapareció sin dejar ningún rastro. Ninguno. Los extraterrestres, que necesitaban las extrañas barras metálicas para escarfunciar los separadores de aniquilinos en su nave nodriza, debieron de utilizar para dar el palo al museo un rayo teleportador altamente energizado, cuyos efectos residuales resultaron de lo más variado. Por una parte hicieron que el propio museo silenciase el hecho durante catorce años, como si 38 toneladas de metal fueran dos pistachos que se han colado en el sofá. Y también propició que ahora tengan por un éxito haber pagado 80.000 euros al autor de los bloques, Richard Serra, para que les haga una réplica cuya colocación ha obligado a taladrar el museo a lo loco porque no les cabía, y a desplazar la vieja tienda de libros. Todo esto habría colado como una excentricidad más de esos artistas locuelos de no ser por la última salida de tono: han afirmado que, en caso de reaparecer la obra original, una de las dos sería destruida. No es que vaya a ocurrir, claro. La obra original ya está desguazada y en la galaxia de al lado, dentro de su nave nodriza. Pero la predisposición a gastarse 80.000 del ala en algo que podría terminar en cualquier fundición es un efecto secundario de los rayos teleportadores como que me llamo Manu.

Y la teoría explica también los desaguisados de los fascistillas madrileños, ya que, como todo el mundo sabe, a mayor desfachatez, menor resistencia a los efectos radiactivos alienígenas. Así todo encaja mucho mejor que con mi teoría anterior, la de la batalla empresarial, ya que en realidad no acababa de tener sentido que los conspiradores permitieran que sus intereses estuvieran representados por unas cabezas visibles tan torponas. La radiación extraterrestre, de efectos especialmente devastadores en la derecha, cuadra de maravilla con las chiquilladas que presenciamos últimamente.

Queda la incógnita de por qué no está afectando en igual medida al PSOE, eso sí. Será que el poder nacional –el sueldazo a cargo público, vamos– proporciona cierta inmunidad a los efectos nocivos de los rayos cósmicos.
 

Enviado por Manu, 11 de Febrero 2009 a las 12:36 AM

Licencia CC

Comentarios
Envía un comentario