Mi primer Lumbreiras, amiguitos. Así, a grandes rasgos, el festival viene a ser como un Viña Rock en miniatura y centrado en el punk rock, con dos escenarios principales que se iban alternando y un tercero mucho más pequeño que iba más o menos a la suya. También se celebra en un pueblo de Albacete: Tobarra, que lamento confesar que ni siquiera vi porque estuve aprovechando bastante el tiempo entre la zona de acampada y los conciertos. Parece ser que había unas diez mil personas -o peligrosísimos delincuentes del punk, a juzgar por el despliegue que organizó el Benemérito Cuerpo de la Guardia Civil-, que, a 45 o 50 euros por entrada, supongo que garantizan bastante bien la continuidad del festival.
¡Esos cuernos son míos!
La música muy bien, claro. Reincidentes cumplieron (como siempre) e incluso se estiraron con unas canciones de más después de tocar Vicio, Yosi tuvo un buen día (seguro que mucha gente estuvo cruzando los dedos toda la tarde para que así fuese), EUKZ muy guapos, y hasta la dulce y aterciopelada voz del Kabezabolo sonó bien. No hace falta decir que S.A. y O'Funk'illo la liaron parda en sus respectivos conciertos. El sonido fue bueno en general, aunque algo más de potencia tampoco le habría hecho daño, y el escenario pequeño, perpendicular a los grandes, se oía sin problemas.
Cerveza a dos euros, litro de calimocho a cinco. En cuanto a precios, una de cal y una de arena. Pero la organización se portó. A falta de grandes medios como pantallas junto a los escenarios (innecesarias, por otra parte), los pocos cambios que hubo en el cartel se anunciaron en el lugar donde podían obtener la difusión máxima: la caseta donde se compraban las moneditas de plástico que luego podían intercambiarse por alcohol en la barra. Minipunto por instalar máquinas de tabaco, por cierto. En los policlines había que entrar con cuidado y siempre, siempre, hacer caso a las recomendaciones de quienes acababan de abandonarlos, bajo pena de encontrarse junto a un oloroso regalo dentro de un recinto minúsculo y cerrado.
Lo mejor, la gente. Si bien debo insistir una vez más en que se está perdiendo la buena costumbre de levantar los cuernos al viento durante los conciertos, no hubo ningún incidente digno de mención y sí muchos castillos humanos, bengalas, canciones coreadas a voz en grito y ganas de fiesta entre el público. Así da gusto. Lo peor, la Guardia Civil. No contentos con organizar el tradicional control antidrogas a la entrada del pueblo, tuvieron cortada la autovía el jueves para hacer más controles y montaron otro el domingo por la mañana, de los exhaustivos, de los de vaciar el coche entero con resaca y bajo un sol de justicia. Casi parece que se premie el consumo compulsivo durante el festival, porque desde luego llevarse las sobras era jugársela. Además, hicieron acto de presencia en el acceso a los conciertos (tres coches, nada menos), registraron gente y tiendas en la zona de acampada, pasaron al recinto y un bonito helicóptero sobrevoló a los archidelincuentes festivaleros. Tenía curiosidad, así que lo he consultado y resulta que mantener un helicóptero de vigilancia en vuelo cuesta unos 1500 euros por hora. Probablemente, bastante más que una ambulancia, o incluso que alquilar veinte policlines adicionales. Con toda seguridad, no se trataría de poner los cojones encima de la mesa; sin duda sería una medida preventiva legítima, para tener controlados a elementos peligrosos como los siguientes:
Pero pese al obvio riesgo para la vida que corría cualquiera que estuviese en Tobarra durante el fin de semana, el Lumbreiras ha estado sencillamente cojonudo. El año que viene, allí sin falta. ¡Aúpa!
(Para esta entrada he sableado sin ninguna vergüenza fotografías tomadas por colegas y del Twitter de Maneras de Vivir.)
Esta noche, antes del capítulo final de la temporada de True Blood, la cadena de televisión HBO ha emitido varios especiales para promocionar las series nuevas que tienen proyectadas. La más esperada, al menos por mí, era A game of thrones, la adaptación de la Canción de hielo y fuego de George R.R. Martin. Son dos vídeos, uno de presentación de la serie (con entrevistas e imágenes de los actores caracterizados) y un nuevo tráiler algo más largo que el anterior.
Como tengo uno de esos domingos insomnes, me ha dado por subtitularlo y, si YouTube no se lo carga (no lo quieran los Siete), aquí tenéis el resultado:
La calidad de imagen es un poco culera, admitido. Si alguien quiere hacerlo mejor, aquí está el archivo SRT. Si os pica la curiosidad y queréis saber absolutamente todos los personajes que aparecen, los frikazos del blog Winter is coming han diseccionado el tráiler. La serie promete. Mucho.
Ahora que empieza el año nuevo –por cierto, propongo desde ya celebrar otra nochevieja el 31 de agosto–, lo que corresponde es comprar fascículos y hacer buenos propósitos. Se supone que, durante las vacaciones, la gente ha reevaluado su vida y se ha apuntado a un gimnasio (al que luego no acudirá), sin preguntarse por qué fracasó la última vez el mismo buen propósito (porque es un coñazo). En mi caso, no puede decirse que haya tenido vacaciones. Curré en julio y he estado haciendo cosillas en agosto, así que en realidad el único cambio es que aflojé el ritmo un poco: casi sin darme cuenta, he dejado de mandar mi entrada quincenal a Seres de televisión y mi entrada pseudo-semanal a La ducha fría, pero a cambio estoy en la cuarta temporada de Dexter. Triste, lo sé. Pero al no haber estado de vacaciones, tampoco tengo buenos propósitos inasequibles de los que informar.
Total, que yo venía a decir que vuelvo al ritmo anterior. Ya desconectaré del todo pegando saltos en el Aúpa Lumbreiras.
Ahora suele llegar el momento de mis entradas en que dejo de mirarme el ombligo y revelo mi auténtica intención, que por lo general es ofrecer mis meticulosos y estudiados análisis sociales –léase «despotricar»– sobre la realidad actual. Pero, dado que la información de este verano ha consistido básicamente en que en la playa hay tetas, casi que sigo sacándome pelusillas y así me aclaro hablando en voz alta.
En los meses que vienen tengo que revisar Going postal (¿hace falta que diga de quién?) y también Más allá de las sombras, tercer volumen de una trilogía de fantasía nueva, el Ángel de la Noche, cuya primera entrega va a sacar Random House ya mismo: El camino de las sombras, de Brent Weeks. Es fantasía oscura, con asesinos que usan la magia, reyes locos, traiciones y mucha suciedad. Al mismo tiempo, es bastante épica. Colgaré una reseña en breve, pero el adelanto es que engancha, y que a mí me gustó.
En Random House van a hacer un microsite para la trilogía, y últimamente he estado trabajando en los textos que incluirá, que no son pocos. Lo que pensé el primer día fue que me pagan por escribir, ergo puedo proclamar que soy escritor profesional, ergo me tendré que apartar a las pretendientes con una garrota. El microsite, que debería activarse cualquier día de estos (más detalles cuando lo haga), tiene muy buena pinta, incluirá algunas sorpresillas y será bastante más social que lo que se ve por ahí para estas cosas. Además, cambiará a medida que se vayan publicando los libros, de modo que también estaré ocupado administrándolo. ¡Ja! Escritor y social media manager. Chúpate esa, Enrique Dans. Sin duda tendré que comprar los condones por palés.
Y también estoy traduciendo una novela juvenil: The red pyramid, de Rick Riordan (es el mismo que escribió la trilogía de Percy Jackson). Todavía no tiene fecha clara, así que se trata simplemente de adelantar trabajo y, por tanto, será comentado debidamente cuando me dé por hacer otra entrada ombliguera, que será cuando vuelva a necesitar un poco de carrerilla para recuperar el ritmo blogueril.
Y no lo olvidéis: en la playa hay tetas.