Lo mío me costó, pero finalmente conseguí entregar la revisión de Mascarada (la novela del Mundodisco que saldrá a principios del año que viene) a tiempo para que no se retrasara. Poco más hay que decir al respecto aparte de que es un muy buen libro y que creo que la edición en castellano quedará muy bien. Pero claro, qué voy a decir yo.
También tengo la portada. Es casi definitiva, a falta de cambiar la cita de la parte de atrás. La he puesto en La Concha, claro, pero como muchos kevins consumados ya no se pasan por allí y en cambio sí leen estas chorradas, no quisiera que se quedaran sin verla. Basta con pinchar en la imagen pequeña:
El espectáculo debe continuar...
Hacía tiempo ya que no daba vueltas en la cama sin poder dormir. No es que haya nada que me preocupe especialmente y me impida coger el sueño, sino que estos ciclos caóticos que llevo de vigilia y ronquidos desde que trabajo dos mañanitas a la semana me trastocan los horarios y me lanzan también una noche así a la cara cada equis tiempo. Agotados ya sin éxito los dos recursos típicos para cerrar plácidamente los ojitos (el otro es leer, pero se me terminó el libro), me ha dado por pensar un poco. Y ni con esas. Así que he recuperado una costumbre casi olvidada: la de coger papel y boli con la esperanza de poder teclear esto mañana, salga lo que salga. Bienvenidas, pues, a mi cama.
Andaba yo rumiando que últimamente el gobierno no da una a derechas, pero en realidad es más bien al contrario. La última jugarreta, y no andan tan lejos la del tabaco ni la de los despidos baratos, es prohibir que los conductores noveLes conduzcan de noche. Al parecer, las últimas estadísticas apuntan a que el veinte de los hostiones nocturnos los provoca gente con poca experiencia al volante. Dejemos al margen que los Nengs que se pegan esos golpes en la carretera se limitarán a ir a las discotecas antes de las 11 y volver después de las 6 de la mañana para saltarse la prohibición en caso de que se aprueba. Dejemos también de lado que eso será incluso peor. Sigamos adelante con el razonamiento gubernamental y pensemos en los demás accidentes, diurnos o nocturnos. Es de suponer que una parte considerable la formarán personas que vuelvan cabreadas de un curro insatisfactorio y le den al acelerador porque, para colmo, les pilla lejos de casa. O que se duerman al volante en plena operación salida porque están machacados con las cuarenta horas semanales (más extras) y las dos que llevan ya de atasco. Son sólo dos ejemplos, pero demuestran que un gobierno esclavo de las encuestas puras, unos tipos que no se lo piensan dos veces antes de cortar por lo sano, podrían fácilmente llevarnos a que estuvieran prohibidos los cabreos y las operaciones salida. Ya estoy viendo los Sorteos Nacionales para ver quién puede viajar y quién se queda en casita este puente de la Inmaculada.
Cualquiera que tenga nociones de estadística sabe que las encuestas solamente dicen lo que dicen. Son modelos que intentan aproximar la realidad pero jamás consiguen describirla completamente. En estadística se habla de correlaciones, no de causas. Y hay que saber interpretar los resultados, aunque eso no depende tanto de los conocimientos matemáticos como del conocimiento (intuitivo, empírico, todo lo que quieras) de la realidad. Del mundo que tenga el intérprete. Y hay que ir con cuidado para no sacar conclusiones precipitadas, sobre todo si se pretende legislar en base a ellas. Supongamos, por ejemplo, que algún cerebrito de Moncloa echa mano de estadísticas y se da cuenta de que crecen los índices de contaminación al mismo ritmo que la fabricación de vacunas en el país. ¡Coño, claro! ¡Seguro que la contaminación es la causa de que podamos vacunarnos! Pues nada: fuera filtros, fuera catalizadores, fuera multas. Jeringuillas para todos, señora. La falta de datos, o tal vez la falta de cerebro para darles cuatro vueltas antes de sacar la varita mágica de prohibir cosas, puede ser peligrosa.
En el caso que nos ocupa, puede que no se solucione todo el problema prohibiendo conducir de noche. Es posible que los menores, simplemente, le dejen el coche a alguien que no deba llevar la ele o que se pasen en masa al truco de volver de día. A lo mejor parte del problema está en obligar a los chavales a conducir para salir. Quizá habría que meditar un momento por qué alguien se ve obligado a ponerse al volante para pasar un buen rato. Tal vez habría que plantearse permitir que las discotecas se acerquen un poco al casco urbano, que los bares abran hasta más tarde, que los taxis bajen los precios. Que el trabajo no ponga a nadie de los nervios. Que nadie acabe demasiado cansado para conducir. En resumen, que el congreso empiece a pensar un poco (ya, ya) y se deje de desviar la atención del Estatut a base de escupir prohibiciones estúpidas hacia blancos fáciles. Porque asumámoslo: me juego el cojón que me estoy rascando a que el 70% de las muertes por violencia doméstica se producen entre casados, y no veo yo que nadie vaya a prohibir el matrimonio a corto plazo.
Si de algo puede alegrarse la Dirección General de Tráfico, eso sí, es de ponerse por fin a la altura de las facultades de derecho y medicina: sus aprobados, en la práctica, no valen ni el papel en que están impresos. Ni una mierda, tampoco. Haz el MIR, colégiate para ejercer, no conduzcas de noche.
Y con tu permiso, guapa, ahora dormiré dos o tres horitas.
Uy, qué bien. Otro globo sonda del gobierno. O al menos espero que sea solamente un globo sonda, porque la genialidad que se les ha ocurrido ahora es facilitar (todavía más) el despido de trabajadores por parte de las empresas. Hasta el momento, si por alguna casualidad de la vida o la intercesión del Ente Supremo Omnipotente habías conseguido un contrato indefinido y te despedían, la empresa debía indemnizarte con 45 días de sueldo por año trabajado. Pero claro, la patronal de empresarios ha pensado que 45 días por año igual eran un poco demasiado, y ha lanzado su propuesta de reducirlos a treinta y tres.
Y el ministro de trabajo se lo ha comido con patatitas, por muy miembro del PSOE que diga ser y por muy de izquierdas que el PSOE diga que es. Con patatitas y extra de allioli, para seguir oliendo durante una temporada. Yo creo que la patronal se está echando unas risas a costa del gobierno, porque el argumento que utilizan para su propuesta es que "no se puede reducir la temporalidad laboral si no se abarata el despido de los nuevos contratos" (Cuevas, El Mundo). Claaaro, don Jose María, porque conseguir poquito a poquito que los contratos indefinidos se conviertan de facto en temporales es la mejor de las medidas para que haya empleo estable. Sí, admito que mientras yo puedo cagarme mil veces en la patronal públicamente, un ministro de economía ha de moderar un poco su lenguaje. Pero una cosa es ser comedido y cordial y otra muy distinta hacer felaciones por la cara a los empresarios, al menos actuando como ministro y en nombre de todos. Yo, personalmente, preferiría que los miembros de los empresarios estuvieran tan alejados como sea posible de mi boca. Y por extensión, de la del ministro que supuestamente me representa, muchas gracias.
De todos modos, admito que el numerito 33 de marras tiene un algo. Hace unos años se hablaba de reducir la jornada laboral de 40 a 35 horas semanales. Por alguna extraña razón, nunca más se supo. Ya que estamos, treinta y tres sonaría mucho mejor. Y siempre se puede quedar bien con la patronal agradeciéndoles la idea de usar un número tan fácil de recordar. Y prometer a los empresarios que dedicaremos unos minutillos de esas siete horas de vida que nos perdonan a tener algún pensamiento positivo sobre ellos para variar.
Antes que nada, perdón si la imagen de la derecha impacta demasiado a algún transeúnte casual. La disculpa no me quita delito, pero ya es más que lo que hacen las emisoras de televisión, que te echan la niñita de marras a la cara sin previo aviso y sin pudor alguno.
Vagabundeando un poco por internet he terminado en una página de Movable Type que explica por qué utilizan a menudo el nombre de Melody Nelson en los ejemplos de uso del sistema. Al parecer, un cantautor francés llamado Serge Gainsbourg tiene un disco conceptual inspirado en Lolita, de Nabokov, llamado Histoire de Melody Nelson. El disco entero cuenta la historia del breve y perturbador romance del protagonista con una jovencita inglesa llamada Melody. La conoce después de chocar con ella, él en su Rolls Royce, Melody en su bicicleta. Este encuentro dispara una apasionada pero breve relación que termina, ojo al dato, cuando ella muere en un accidente de avión.
Por eso digo que tal vez el nombre esté mal elegido. (La niña es seguro que lo está, y cualquiera que se haya cruzado de repente con un coche que berrea el "Antes muerta que sencilla" me dará la razón.) Tal vez, conociendo la historia, no deberían haberle puesto ese nombre a una cría que canta, baila y viste ropa ajustada. Y conociendo el trágico final, tal vez su primer megahit no debería haberse titulado "Antes muerta que sencilla".
Es sólo una idea.
Señoras, señores, escribo esta entrada desde mi propia casita, donde por fin hemos instalado una conexión ADSL. Eso significa que ya no he de recurrir a conexiones ajenas como hasta ahora para actualizar esto, actualizar lo otro (anotaciones a los libros nuevos, pronto), actualizar lo de más allá (que está colocado en el servidor de Susana, pero todavía no todo), mandar el Puercoespín en días decentes del mes, etc.
Temblad, mortales.
El Ente Supremo Omnipotente se reclinó en su sofá enorme, dejó a un lado el recopilatorio de historietas de Ivà y zapeó un poco con su Omnimando a distancia. Todavía no se habían hecho las doce, así que aquel miércoles no había nada bueno en la tele española. ¿Qué tal otro incendio? Naaa, seguro que era demasiado obvio. Igual otro huracán pasaba desapercibido, pero el último se le había ido demasiado al sur y había acabado en México. Se estaba haciendo viejo; tendría que practicar un poco con los desastres naturales, pero para eso está Indonesia. Otro año será, pobres.
- ¿Tú crees que lo van a pillar? -se dijo.
- No, seguro que lo aprovechan para montarse algún chanchullo teológico -se respondió.
ESO pasaba por una fase de profundo aburrimiento existencial. En la Tierra, su canal de televisión favorito, no hacían nada bueno. Así que cuando se le ocurrió la jugada de evaporar fondos del multimillonario que se fue de vacaciones a la estación orbital de forma que no le llegara para el billete de vuelta, decidió que la cosa pasaba de castaño oscuro. Tenía problemas serios, aunque era cierto que no tantos como el multimillonario. Pero había que tomar medidas. Ante la imposibilidad de encontrar un teoanalista que diera la talla, se duplicó. Ahora había dos ESO, cada uno con la mitad del poder del ESO original. Menos mal que la mitad de infinito es infinito.
Tampoco es que le estuviera dando demasiado resultado, pero al menos ahora se entretenía pasando el rato consigo mismo hasta la próxima glaciación, que era cuando las cosas se ponían interesantes de verdad.
- ¿Terremoto en Ohio?
- Se mosquearán -respondió ESO.
- Ya, pero es que todavía piensan que todo es por casualidad.
- Pues entonces lluvia de ranas en Utah.
- Venga, va. Hágase una lluvia de ranas.
Uno de los dos ESO se levantó un momento a mear y el otro puso palomitas en el microondas. Pero las ranas tardan algún tiempo en evaporarse y todavía más en condensarse de nuevo en el cielo de Utah, así que zapeó un poco más. Nada. Nada. Nada. Nada. Uy, mira, el anuncio de vaqueros con la chica que lame un polo. Nada. Nada. Nada.
- A ver, ¿qué teorías tienen sobre los huracanes y las hostias? -dijo ESO, colocándose bien la falda.
- De momento, poca cosa. Los ecologistas dicen que es por inclumplir el protocolo de Kyoto.
- Ya, pero entonces los desastres serían globales, no todos en Estados Unidos.
- Menos uno en México -dijo ESO con media sonrisa.
- Ya estamos otra vez. Me acababa de despertar, cojones. ¿Y qué dicen los cristianos?
- Nada de nada. Ni una referencia a las siete plagas.
- Con lo de las ranas seguro que se caen del burro.
- Oye, ¿estamos seguros de que queremos decirles la verdad?
ESO guardó silencio. La verdad es que sí quería mandar un mensaje inequívoco a los humanos, pero no estaba seguro del todo de que la forma fuera la mejor. No por los tornados y los incendios, sino por el final de fiestas con manifestación corpórea incluída. Pero es que no veía otro remedio: no avanzaban en nada. La revolución industrial y los avances sociales eran divertidos. Lo de Vietnam tuvo su gracia. Pero ya ni las guerras eran como eran y, sinceramente, las megacorporaciones eran un coñazo. No, era seguro. Había que hacerlo.
Materializó un paquete de tabaco e invocó el fuego divino para encender un Lucky. A ver si hay cojones a venir a prohibirlo al cielo, listillos.
- Yo creo que sí -dijo-. Pero vamos a ensayarlo una vez más.
- Vaaale, pero esta vez yo hago de ESO y tú de sumo sacerdote.
- Papa, se llama papa.
- Lo que sea. Venga.
Uno de los dos ESO cambió de aspecto. La sotana y el sombrero papal le hacían parecer un poco gilipollas, pero ¿a quién no?
- Listos. Empieza.
- HOLA, MORTALES. YO SOY EL ENTE SUPREMO OMNIPOTENTE.
- Te queda muy bien la negrita.
- ¿A que sí? ME HE MATERIALIZADO PARA EXPLICAROS EL PORQUÉ DE TODOS ESOS INCENDIOS Y HURACANES.
- Y lluvias de ranas.
- Y LLUVIAS DE RANAS.
- Oh, altísimo, estamos ansiosos por conocer la razón de tu ira.
- ¿TÚ SABES LO DEL GALLEGO?
- ¿Lo de qué gallego, altísimo?
- LO DEL GALLEGO QUE, EN SU LECHO DE MUERTE, DIJO A SUS HEREDEROS: SI ME MUERO EN VILLANUEVA DE ARRIBA, QUE ME ENTIERREN EN VILLANUEVA DE ABAJO. Y SI ME MUERO EN VILLANUEVA DE ABAJO, QUE ME ENTIERREN EN VILLANUEVA DE ARRIBA.
- ¿Y por qué dijo eso, altísimo?
- ESO MISMO PREGUNTARON SUS HEREDEROS. Y EL GALLEGO LES RESPONDIÓ: "PUR NADA... PUR XODER UN POQUIIIIÑO".
- Pero...
- ¡SILENCIO, MORTAL! PUES YO SOY IGUAL QUE EL GALLEGO. LOS TORNADOS Y LOS INCENDIOS...
- Y las...
- Ya, ya. Y LAS LLUVIAS DE RANAS SON PORQUE ME ABURRO. ME ABURRO MUCHÍSIMO. NO SABES LO COÑAZOS QUE OS HABÉIS VUELTO CON LA TONTERÍA DE LA GLOBALIZACIÓN. VOSOTROS ANTES MOLÁBAIS, PERO AHORA SOIS UNOS MIERDAS. A VER SI HACÉIS ALGO DE PROVECHO DE UNA VEZ. O AL MENOS DIVERTIDO.
- Haremos lo que tú ordenas, altísimo.
- ASÍ ME GUSTA. Lo que nos vamos a reír, ¿eh? -dijo ESO, de nuevo en su tono de voz aflautado normal.
- Ellos igual se cagan un poquito en nosotros, eso sí.
- Pues vaya novedad, ¿no?
ESO desmaterializó la colilla de tabaco y se puso a pensar en otra cosa.