Suena una melodía pegadiza por el auricular. "Bienvenido al servicio de atención al cliente de Telefónica. Por favor, diga en voz alta el motivo de su llamada". Me pilla por sorpresa: yo estaba preparado para soltar cuatro gritos a un comercial, no a una máquina. Decido no dar demasiadas pistas: "Quiero reclamar por una factura inexacta". Antes de terminar la frase, la voz enlatada ya ha vuelto a las andadas: ahora dice algo sobre introducir mi número de teléfono. Tecleo, y al tercer "pip" me interrumpe de nuevo, la muy maleducada: "Necesitamos que diga en voz alta su número de teléfono para poder atenderle, muchas gracias". Me siento un poco idiota dictándole números a una máquina. Pero la sensación pasa un poco desapercibida entre la vergüenza general de saberme estafado, una vez más, por la compañía de telecomunicaciones de siempre.
Más musiquita pegadiza. Al final, un comercial coge el teléfono. "Muy buenas, le atiende Un Currela Pringado, ¿en qué puedo ayudarle?". Pues verás, hace poco más de un mes contratamos el paquete de llamadas nacionales gratis y ADSL a un megabit. El comercial con el que hablé me dijo que entrábamos en la oferta de alta gratis, y el instalador me dijo que si no me ponía ninguna toma de teléfono más, la instalación también era gratis. Pero ahora llega la factura y nos encontramos con que nos han cobrado alta, instalación, módem y un extraño concepto llamado Cuota de Inicialización del Alquiler del Terminal o algo así. Ah, y absolutamente todas las llamadas. "Pues debe tratarse de un error". Ya, por eso estoy llamando. "Un momentito que lo mire. ¿Me puede decir el número de teléfono?"
Repito mi número de teléfono ante la mirada atónita de los presentes. Escucho sonido de teclas de ordenador. "Su factura asciende a tanto". Ya, por eso estoy llamando. "Pues aquí aparece consignado como Alta Gratuita". Cuando contratamos la línea, le pregunté a la persona que me atendió si entrábamos en la promoción porque solamente quedaba media hora para que expirase y, obviamente, el instalador vendría fuera de tiempo. Me dijo que acababa de introducirlo él mismo. Entonces, resabiado de otras veces, le pregunté si me harían alguna jugarreta de las suyas y el me aseguró que ninguna. Pero está claro que no debí fiarme. "No, no se preocupe; esto pasa mucho. Le estoy poniendo una reclamación electrónica y en un plazo de una semana seguramente recibirá una carta con las disculpas de Telefónica y una transferencia bancaria con el dinero que le hemos cobrado de más".
Sorpresa. O más bien esperanza de sorpresa, porque todavía no las tengo todas conmigo de si recibiremos la carta y el dinero. Pero por lo pronto, lo que me llevo es la molestia de tener que llamar para protestar y dos interrogantes: ¿Acaso en las oficinas de Telefónica no cuentan con servicio de reconocimiento de llamadas? Tal vez los comerciales se aburren y hacen competiciones a ver quién consigue que un cliente repita más veces su número de teléfono. Y la cuestión más preocupante: ¿Es esto otra estrategia de estafa? Ofrezcamos cien mil servicios gratuitos y luego cobrémoslos por sistema. Quien llame para patalear es atendido amablemente y su dinero devuelto (espero), pero quien no, eso que nos gamanos. Solamente con un 10% de pardillos que no se molesten en coger el teléfono, ya tenemos el equivalente a 5000 robos de cambio (devolución: 0) en las cabinas. Eso es negocio.
Una de las mayores compañías mundiales de telecomunicaciones. Ya. Así, cualquiera.
Algunos días tengo un descanso de veinte minutos a mitad de tarde en la academia. Normalmente salgo por la puerta, entro en el bar de al lado, me siento en un taburete, pido un cortado, enciendo un cigarrillo para escandalizar al resto de la parroquia y hojeo la página de opinión del Levante. Y así, por lo general y salvo contadas excepciones, leo la primera frase bien escrita desde las cinco de la tarde. En teoría son veinte minutos de tranquilidad, en territorio amigo, diseñados específicamente para relajarme (pese a la cafeína) del esfuerzo de convencer a los alumnos de ESO de que, a partir de ahora, necesitarán empezar a usar sus cerebros. Charlo con la camarera, leo y me olvido.
Excepto cuando presto atención a lo que leo. El otro día me topé con una columna de opinión, creo que de Juan José Millás. No conocía la noticia que comentaba, pero el texto la explicaba bastante bien: el señor George W. Bush, de visita en China, centraba sus exigencias en la necesidad de que el país asiático imprimiese más biblias. Porque, por lo demás, China está en su mejor momento: lo único que enturbia el país es la falta de biblias impresas. Y ahí es donde entra el Presidente.
Las adicciones, niños y niñas, son muy malas y muy perras. No es que un servidor lo haya intentado nunca, pero la observación directa indica que en la mayoría de los casos es muy difícil salir de una adicción gorda. Sustituirla por otra, en cambio, suele ser más fácil: de ahí que la mayoría de ex-fumadores engorden unos kilitos (algo tienen que hacer con la boca), que la mayoría de seguidores de Perdidos vayan a engancharse a Los 4400 o que la mayoría de foreros tengamos ahora un weblog. En el caso que nos ocupa, el Señor de Texas ha cambiado la botella por la religión. Si se tratara de cualquier otra persona, no tendría mayor importancia. Incluso diría que es para bien, si bebía mucho y le hacía más daño que beneficio. Pero en George Bush volverse más fundamentalista de lo que ya era puede ser peligroso para todos. No hay más que ver la lista de gente que le tiene cruzado para darse cuenta de que haría bien ya no en dimitir, que esas cosas solamente ocurren en la ciencia-ficción y en el pasado, sino en volver a la bebida. El manifiesto y la recogida de firmas (o de botellas), que lo hagan otros.
Y si, ya de paso, se confunde todavía con más puertas, pues eso que nos reímos todos. Y si se mete más talegazos como aquel que decían de las galletitas y se le ocurren menos ideas geniales, eso que ganamos.
Kike Turmix murió el diecisiete de octubre, hace ya más de un mes. Cáncer de hígado: eso da una idea, incluso para quien no conozca a los Pleasure Fuckers, de la clase de vida que llevó. No le conocía personalmente, claro, y no puedo dar una idea de su personalidad como hace otra gente, pero el único concierto que presencié de los Fuckers (uno de los grupos favoritos de entonces de mi amigo Lucho) fue apoteósico. Todavía conservo la entrada.
El peso del cantante de los Fuckers oscilaba entre los 120 y los 150 kilos, según quién te contara la historia. Yo solamente recuerdo que estaba muy gordo; con tanta cerveza encima es difícil estimar el peso de la gente. Berreaba como si no hubiera mañana y le acompañaba un buen grupo punk-rock. Cuenta la leyenda (y ya me corregirá alguien de Malasaña, supongo) que una vez se dispuso a lanzarse al público desde el escenario, hizo un par de amagos y a la de tres todo el mundo se apartó de debajo... excepto una pobre chica que no debía enterarse muy bien de lo que ocurría y recibió el impacto de su vida y una pierna rota. Pero estas cosas tienden a exagerarse.
Descanse en paz.
(Y sí, ya sé qué día es. Pero desde mi punto de vista le pueden dar por saco largo y tendido. Las necrológicas, para quien se las merece.)
Fumar es caro. El tabaco de toda la vida está por las nubes: alguien que fume más o menos un paquete de Lucky Strike o Camel se está dejando 73,20€ al mes, 78 si no tiene estancos a mano. Pero recientemente han aparecido algunas marcas que permiten reducir ese coste a 41,20€ y, sinceramente, la diferencia de calidad no es tanta como para justificar treinta euros largos de diferencia. Así que, mientras el gobierno no lo remedie, servidor se pasa al tabaco barato al menos entre semana, que es cuando mis horarios coinciden más o menos con los de los estancos.
La pregunta es: ¿a cuál?
(Ver resultados de la encuesta anterior.)
¡Y recuerda! Cada vez que miras esta encuesta sin contestarla, Rouco Varela es feliz por un momento.
Supongo que ya lleva bastante tiempo ocurriendo, pero para mí es relativamente reciente encontrarme comentarios como estos en los archivos del eMule:
El típico fake, claro. Pero aquí resulta que hay gente que, para el mismo archivo (que posiblemente vaya a ser una película porno), tiene nombres como Torrente 3, Adivina quién, Cuando llegamos... o El método, que es la película que un servidor está intentando descargar. Al principio, ingenuo de mí, pensaba que esto era una maniobra del Comando Para La Normalización De La Pornografía, una organización no gubernamental cuyo objetivo es que vea porno tanta gente como sea posible. Y que, por supuesto, solamente existe en mi cabeza. Pero era una explicación para un fenómeno que no tenía ninguna otra: ¿por qué, si no, iba a estar la red tan llena de cine X con nombre falso?
La solución del misterio, como casi siempre, se basa en el "piensa mal y acertarás". O más bien en mi versión, que es "piensa mal y te quedarás corto". Las malignas productoras de cine español están poniendo pornografía a disposición de los niños. Pero eso no es lo importante: lo importante es que esa pornografía también tiene derechos de autor, por todos los santos. Los acérrimos defensores del copyright están pirateando a otros honrados productores y poniendo cine clasificado X (por lo general bastante malo, además) a disposición de cualquiera con una conexión a internet. Y causando millones en pérdidas y colaborando en la destrucción de esa industria, y dejando a directores, productores y actrices en la peor de las ruinas.
Y mientras tanto, llenando la parrilla televisiva de reportajes lloricas. Que si el top manta nos quita el pan de nuestros niños, que si las descargas por internet sirven para financiar las redes de trata de blancas. Lloriqueo, lloriqueo y más lloriqueo. Y alguna mentirijilla que otra disimulada entre las lágrimas, ya que estamos. Veamos un ejemplo. Como decía un poco más arriba, estoy intentando bajarme El Método sin demasiado éxito. No fui a verla al cine en su momento. De hecho, es muy difícil que vaya a ver una película al cine a menos que sepa a ciencia cierta que será un derroche de efectos especiales y sonido envolvente THX. Mientras no bajen los precios, esa es la situación. De no existir el intercambio de archivos, simplemente me esperaría a que la emitieran por Digital+ (al que mis progenitores están abonados) y la vería una tarde de resaca. Con el eMule, lo único que consigo es ganar un poco de tiempo: mis padres pagan Digital+ y Digital+ paga a la productora, vea yo la peli vía descodificador o vía ADSL. Decir que yo soy el responsable de la hecatombe de la industria del cine es mentir: yo no causo ninguna pérdida (ni ninguna falta de beneficio) porque de todas formas no pagaría más de lo que pago por ver esa película. Simplemente no la vería. Y por mucho que el Segura quiera dar la brasa, en el caso de Torrente 3 al menos, eso que me ahorraba. Menuda bazofia.
La industria del cine -y también la de la música, ya que estamos- haría bien en repasar sus lecciones de mercadotecnia y asumir que no será la realidad quien se adapte a sus deseos. Si no quieren acabar como los dinosaurios, devorados por nuevas criaturas que comprenden mejor su entorno, harían bien en adaptarse a las nuevas situaciones en lugar de llorar como mocosos porque han perdido algunos privilegios. Deberían ponerse las pilas para ofrecer una mayor calidad a un precio competitivo y dejarse de eslóganes del estilo de "cada vez que te bajas un disco, David Bustamante suelta una lagrimita", que lo único que consiguen es animar a la gente.
Argumento, nulo: al parecer, unos tipos han conseguido aislar de la corriente vital las células de Génova y las están usando para conseguir poderes (y apariencia) al estilo de Sephirot. Evolución de los personajes, nula: el protagonista, Cloud, repite en 100 minutos la evolución que en el videojuego original le llevó 94 horas. Y todo eso si los fansubs no se los ha inventado alguien basándose exclusivamente en sus conocimientos del juego.
Pero en cuanto a escenas de acción sobrehumana, persecuciones en megamoto combinadas con lucha a espada, destrucción generalizada, espectáculo puro y nostalgia por unos personajes con los que has pasado mucho tiempo salvando el mundo (salen incluso Vincent y Yuffie), Matrix no le llega ni a la suela de los zapatones. Y el detallito de la melodía del móvil es impagable.
El sitio de los periódicos viejos es encima de la nevera. El sitio de las revistas es el váter. El trapo de cocina va encima del microondas, cerca del horno. El sitio de los ceniceros y del cartón de tabaco (cuando lo hay) es en la sala de estar, encima de cualquier superficie, al alcance inmediato siempre que sean necesarios. Los objetos pequeños, útiles y fáciles de perder iban en el mueblecito de mimbre de los objetos pequeños, útiles y fáciles de perder, que hasta hace poco estaba al lado de un sofá pero ahora ha pasado a sostener la impresora en la habitación del ordenador. Ésta es la historia de cómo un pobre grinder que habitaba hasta hace poco ese mueblecito de mimbre encontró un nuevo hogar.
El Doctor Maligno se iba a dormir. Triste es revelar intimidades de los supervillanos, pero para la historia es necesario saber que cada noche, cuando decide retirarse a urdir nuevas maldades, siempre pasa por una fase de entrar y salir de la Mazmorra de la Serpiente a recoger cosas que se ha dejado. Y, si hay algo pendiente para el próximo día en su Plan de Dominación Mundial, quedar de acuerdo conmigo para que se haga. En esta ocasión, lo que había pendiente era ir a pagar el alquiler de la Fortaleza de las Sombras a su señora oscura, una buena idea teniendo en cuenta que estamos ya a día 10.
En realidad no nos hemos puesto de acuerdo en quién iría a pagar, pero sí he decidido sacar el dinero de debajo del colchón y dejarlo en algún lugar más accesible por si al final no me correspondía a mí. Buscando el sitio adecuado, he visto el grinder en la estantería de los DVDs y he voceado:
- ¡Eh, Doctor Maligno! ¡Dejo la pasta debajo del grinder!
- ¡¿Qué?! ¿El grinder?
El doctor estaba afaenado en su Mazmorra buscando su parte del dinero entre los látigos y los escorpiones pero ha salido como alma que lleva el diablo. Yo hubiera puesto la mano en el fuego a que Doc conocería en todo momento la posición exacta del aparatillo, y de hecho por eso decidí dejar allí el dinero. Pero resulta que ya llevaba tres semanas buscando el dichoso grinder sin éxito y empezaba a preocuparse de verdad. El utensilio, listo como él solo, había decidido esconderse en el mejor lugar posible: a la vista de todos. Esos aparatejos conocen bien a sus amos.
Y así es como el grinder no sólo ha encontrado un nuevo hogar, sino también un trabajo: Custodio del Dinero de Alquiler de la Fortaleza de las Sombras. Sólo le toca tres o cuatro días al mes, lo cual resulta envidiable.
Y mientras tanto, los libros de rol van en un montón al fondo del sofá que no usamos. Las esposas van en el segundo cajón. La bolsa de basura auxiliar cuelga del pomo de la puerta de la cocina.
¡Grandes inventos de la humanidad!
Será todo lo poco glamouroso que queráis, pero no se ha inventado una combinación de hierbas mejor. Ya hace tiempo que no se ve en los supermercados y en la página web de Ducros no aparece nada sobre el producto, así que lo más seguro es que hayan dejado de fabricarlo. A mí me queda más de medio bote, pero advierto que si se organizan asaltos a mi casa para robármelo me defenderé con uñas, dientes y cacerolas llenas de aceite hirviendo. Que nadie se queje después.
Los weblogs, al menos los weblogs montados con Movable Type, tienen un sistema de comentarios que avisa por email al autor cada vez que algún incauto escribe algo en ellos. Eso significa que, si cualquiera escribe aquí mientras yo no estoy haciendo nada interesante, me entero casi al momento. Hoy mismo ha llegado uno de Veti, que decía lo siguiente:
El enlace apunta a una noticia de El País relacionada con el ejército español. Así que la frase, conociendo a su autor, se traduce como: "Tengo ganas de verte echar culebras por la boca contra los militares, tontorrón". Y aunque el blog es mío (y me lo follo cuando quiero) y lo primero aquí son mis neuras y mi ego, lo cierto es que no tengo ninguna razón para rechazar hablar de algo sólo porque me lo haya sugerido alguien. De hecho, la noticia a la que me remite Veti es bastante apetecible.
Aunque supongo que, con un titular como "El sueldo de los militares sube un 7,2% de media", tal vez no por las razones que cabría esperar, maldito provocador. Sí, por supuesto que estoy en contra de la existencia de ejércitos. Y de armas más elaboradas que, pongamos, un bate de béisbol o una sartén (que además pueden usarse para otras cosas que abrir cráneos). Y voy a playas nudistas y me pierdo por ahí sin rumbo en verano. Y no me pongo florecitas en el pelo ni canto el Imagine del Beatle muerto porque no le veo ningún sentido, pero en caso contrario también lo haría. Sin embargo, ya que los ejércitos evidentemente existen, y ya que tuvieron que bajar el listón de CI mínimo exigido para alistarse a 70 (porque si no se quedaban sin carne de cañón), por lo menos lo justo es que paguen bien a los pobres.
Y si nos fijamos en el cuerpo de la noticia, ni eso:
Un punto. Lo cual, dicho de otra manera, es un 1%. Los escalones inferiores están "tradicionalmente mal pagados" y por eso los generales tienen un aumento de sólo el 2,7% y los suboficiales un flamante 9,4%. Pero los militares sin mando se tienen que conformar con un 1%. Con un punto. Lo más probable es que un servidor, pacifista, objetor de conciencia en su momento y hippie repelente como se ha dicho más arriba, no sepa nada del funcionamiento interno del ejército: seguramente los soldados, cabos y demás militares sin graduación cobren el triple de sueldo que los generales pero se callen esa información, porque en caso contrario lo de "tradicionalmente mal pagados" también se aplicaría a ellos y no sólo a los tenientes. Seguramente en realidad están todos forradísimos, los muy cabrones. Gastan cochazos de lujo para llevar caviar a sus familias cuando salen de permiso, tienen un mayordomo que les trae el uniforme planchado cada mañana y en la intimidad de las letrinas que limpian se ríen de esos generales pringados y sus suelduchos de mierda.
Pues mucho me temo que con el 1% no les va a dar para el segundo chaletito en Punta Cana. Tendrán que invertirlo en bolsa y esperar a que crezca. Que se jodan, por ricachones.
Jueves, once y cuarto de la mañana. Seción de charcutería del Mercadona. Yo tenía el número 44 y la cola iba por el 38, así que me estaba dedicando a observar las compras ajenas (nunca he sido demasiado bueno juzgando el peso del embutido) y a pasear, que es lo que suele hacerse para no quedarse uno dormido de pie. La dependiente estaba intentando explicar a una señora, sin demasiado éxito, la diferencia entre chorizo y sarta. Después de venderle una sarta, le dio a un botón y gritó: "¡Treinta y nueve!"
Entonces pasó un hombre a mi lado. En mi estado semilatente casí pensé que gritaría "¡Bingo!", pero en realidad se trataba de un empleado del Mercadona. Llegó al mostrador e interrumpió a un cliente para decirle a nuestra amiga, con brusquedad, que eran seis paquetes de queso, no uno. Ella respondió con una sonrisa: "Bueno, ahora te los hago". Pero el hombrecillo era de la opinión de que ya era demasiado tarde para eso y se marchó hacia la sección de panadería refunfuñando. "Juan Carlos", dijo la dependiente hacia otra compañera, como si eso lo explicara todo.
La cola había avanzado hasta el 42 antes de que Juan Carlos volviera a pasar por allí. "Hay mucha diferencia entre uno y seis, ¿eh? No es lo mismo, no". Ella estaba cortando chopped, así que simplemente levantó un momento la vista y puso media sonrisa, lo cual hizo que Juan Carlos interrumpiera su importante trayecto hacia algún lugar. "Pues ahora te coges tú el coche y llevas los cinco que faltan", espetó. "Pues si quieres déjame las llaves y voy en un momento", respondió la dependiente. Yo en su lugar habría añadido la condición de que Juan Carlos se quedara mientras tanto en la sección de charcutería rebanando fiambres, pero es que yo en temas laborales tengo muy poca manga ancha. Ella se contentó con ofrecerse. Juan Carlos frunció un poco más el ceño (una maniobra casi imposible desde mi punto de vista) y se marchó dando zancadas, probablemente a salvar el Imperio Mercadona de la debacle moviendo cinco paquetes de queso de un lugar a otro.
Yo hice mi compra. La dependiente, atendiendo a otro comprador, seguía con su sonrisa fácil, imperturbable. Juan Carlos, probablemente, sacaba fuerzas de su cabreo para llevar a cabo su crucial labor en algún sitio. Ninguno de los dos heredará el Mercadona.
Ya está bien de abriros mi corazoncito a cambio de nada. Basta ya de esperar comentarios útiles (o al menos graciosos) a mis entradas y encontrarme con fanáticos del reggaetón y del cine de terror japonés que escriben en SMSiano. Basta de cerrar listas de comentarios y abrir foros por ahí para quitarme a los pesados de encima. A partir de ahora he decidido que este weblog sea útil para mí. (Además de para usted, señora, eso ni se pregunta.) Así que de vez en cuando pediré vuestra opinión sobre puntos candentes de mi vida y esperaré que contesteis con sinceridad y buena voluntad hacia mi persona. También me comprometo a tener en cuenta los resultados a no ser que sean evidentemente absurdos. Que de todo hay por ahí.
¡Y recuerda! Cada vez que miras esta encuesta sin contestarla, ESO mata a un gatito...