El reto era tomar dos chupitos de orujo-miel con cada uno de los asistentes a la cena de nochebuena adelantada y aguantar de pie.
La próxima vez pedidme algo difícil...
Llevo unos cuantos días resistiéndome a comentar la famosa foto de Ratzinger Z poniéndose un tricornio de la Guardia Civil española. No por respeto hacia el Vaticano ni hacia la benemérita, que ya se sabe que de eso hay poquito por aquí, sino por no tener muy clara la forma de enfocar la noticia. El gesto no da para mucho: el papa se está dando un baño de masas y unos guasones le pasan un sombrerito, que Benedicto XVI no duda en encasquetarse para regocijo de propios, extraños y sobre todo periodistas gráficos.
Según la página web <http://www.guardiacivil.org/historia/sombrero.jsp>, el tricornio lleva unido al benemérito cuerpo desde sus mismos inicios, cuando su fundador (el duque de Ahumada) decidió que el uniforme de su cuerpo policial debía ser de "aspecto severo, elegante, vistoso, única forma de conseguir la representación social que había de darse a sus componentes". En aquella época no era más que un sombrero de tres picos al uso, pero a partir de 1860 comienza a evolucionar y a reducir sus dimensiones paulatinamente hasta la forma que conocemos y amamos hoy. Respecto al material, en principio era de fieltro. Pero se llenaba de mierda a la primera de cambio, así que hubo que regular fundas de hule para que los guardias civiles no tuvieran un aspecto cochambroso. Con el tiempo el fieltro fue abandonándose y, puestos a llevar puesta la funda siempre, sustituyéndose por cartón o corcho. Y en los últimos tiempos el hule ha sido reemplazado por ese charol negro, brillante y cargado de glamour tan distintivo de la benemérita.
En otras palabras: el tricornio no es más que un anacronismo, un detalle que conseguía inspirar temor y respeto en sus tiempos pero que ahora, en realidad, inspira poco más que risa y lástima. Por eso considero muy apropiado que el otro día se lo pusiera en la cabeza quien se lo puso.
TOKIO.- Miden más de un metro con 80 centímetros de diámetro, pesan 200 kilos, cuentan con innumerables tentáculos venenosos y han surgido de la nada en grandes cantidades para aterrorizar al pueblo japonés. Estos ejércitos multitudinarios de horripilantes bichos babosos han acabado con el abastecimiento del principal alimento del país.
En cuanto se mata a uno, aparece otro para ocupar su lugar. Al final, los gobiernos de la zona, dispuestos a plantar cara, se están agrupando para hacer un frente común contra el enemigo.
La 'echizen kurage' no es un invasor extraterrestre sino una medusa gigantesca que está destruyendo el medio con que se ganan la vida los pescadores del Mar de Japón. La medusa de Nomura, que es el nombre que recibe popularmente, es la criatura de mayor tamaño de esta especie en aguas de Japón y, por razones que hasta el momento siguen siendo un misterio, su número se ha multiplicado en los últimos meses.
[...]
Entretanto, los japoneses están poniendo de su parte todo lo que pueden: en lugar de limitarse a quejarse de las medusas, se las están comiendo. Las medusas no son en absoluto un ingrediente habitual de la cocina japonesa, sino que son mucho más apreciadas en China. Las localidades costeras están esforzándose a tope para promocionar la medusa como un alimento novedoso.
RICHARD LLOYD PARRY (The Times / EL MUNDO)
http://www.elmundo.es/elmundo/2005/12/07/ciencia/1133990283.html
No creo que esta entrada requiera más comentarios por mi parte...
(Gracias a Anakron por avisar en el foro.)
Esta fue mi captura del sábado pasado:
Una desafortunada cumpleañera borracha se dejó a Cosa en un garito y, vilmente, me impuse sobre quienes querían conservarlo para devolvérselo. Cosa tiene un cordelito que permite ponérselo en la cabeza como un sombrero chino o en el brazo como un escudo de Los Caballeros del Zodiaco. También tiene forma de disco volador, lo que proporciona minutos y minutos de diversión infinita un sábado por la noche. Pero lo más importante es un interruptor en la parte de detrás que activa una secuencia de los sonidos más horribles que existen... ¡que a su vez se alternan mediante un sensor de movimiento!
Creo que las lucecitas murieron mientras jugábamos a lanzarnos a Cosa. Si alguien lo encuentra en alguna tienda, una advertencia: "No Encender De Resaca".
Hay un tema de conversación que, a medida que pasa el tiempo, se va convirtiendo más y más en tabú. No me refiero a la calvicie, no (aunque también), sino a la manera de plantearse la existencia. Por algún extraño motivo, cuando alguien se pone a cuestionar el modo de vida "Curro cuarenta horas, hipoteca, seguro del coche" la gente que lo sigue tiende a tomárselo como algo personal. Hay quien no, claro, pero por lo general un ataque contra el modelo C40+H+S es recibido como una patada en los mismísimos hipotecones.
Lo digo porque esta mañana un alumno me ha preguntado por qué estoy trabajando en una academia y no en un instituto al uso. De todas las razones que podría haberle dado, he escogido la más cierta: que es el trabajo que más me compensa. Servidor no paga hipoteca ni seguros: tiene un alquiler barato y se desplaza a pie, en metro o (para los viajes largos) de copiloto en el coche de algún amigo. Así que, si echándole alrededor de 20 horas semanales me da para techo, cuchara, vicios y algún viajecito suelto, ¿qué sentido tendría duplicar mi horario de trabajo? El que tengo ahora, con sus dos sobresueldos al año procedentes de revisar libros de Pratchett, es el que mejor relación tiempo-dinero ofrece para alguien como yo.
Poco más o menos ésta es la explicación que he dado a mi alumno, quitando lo de Pratchett porque sería demasiado largo de explicar. No he querido extenderme por derroteros metafísicos, pero es que de verdad no veo la necesidad de trabajar cuarenta horas a menos que uno disfrute mucho haciéndolo o de verdad lo necesite, sea por la razón que sea. El tiempo es oro, es decir, dinero. Por lo tanto, el dinero es tiempo. Y por lo general no se pueden tener las dos cosas a la vez, salvo en dos lagunas muy determinadas del continuo dinero-tiempo: una de ellas es la de los muy ricos, la de los que gastan mucho pero tienen tanto que pueden permitirse no trabajar; y yo tomo el sol en mi hoja y cazo moscas con la lengua en la charca pequeña y acogedora de quienes no tienen pareja ni hijos ni hipoteca ni coche ni demasiadas obligaciones ni ganas.
Sí, podría buscarme un trabajo serio, meterme en un piso y pagar una hipoteca. Y entonces a los 60 años, si no me cae un meteorito encima antes, sería un orgulloso propietario de pleno derecho y ya no tendría que pagar al banco cada mes, con lo que podría dedicarme a vivir la vida a todo tren. ¡Juerga en el geriátrico! ¡Vámonos todos a Benidorm, que pago yo! Teniendo veintisiete me pasa lo que a los Gamma Ray, que el tiempo libre es una de las cosas que me gustan.
Pero cuando dices estas cosas en voz alta pasa lo que decía al principio, que la gente piensa que desprecias su modo de vida. Cuando hablas de beber, fumar, jugar de vez en cuando a rol, leer, hacerse pajas mentales en un weblog, hacerse pajas físicas en tu casa, irse a vagar por el mundo en verano o reciclar el cristal, no pasa nada. Nadie se lo toma como una crítica porque se ve claramente que no lo es. Pero es tocar un poquito los hipotecones y, sin comerlo ni beberlo, se provoca irritación aunque no se pretenda (que si eres un punki, que si ya se te quitará la tontería; argumentos de padre), como si lo que me vaya bien a mí tuviera que funcionar para todo el mundo. Por eso prefiero no tocar el tema bajo ninguna circunstancia.