31 de Octubre 2008

El viejo del porno

Hace ya unos cuantos años trabajé durante las vacaciones universitarias oficiales para una academia en Valencia. Ofrecían cursillos de ofimática y contabilidad a empresas pero el negocio les estaba flojeando -porque era verano, supuse- y habían tenido que arremangarse para recolectar clientes sin CIF uno por uno. Los jueves me presentaba allí a las once y enseñaba a usar hojas de cálculo a un contable cuarentón (entonces no había cuarentañeros) que posiblemente se viera a punto de perder el último rayo teleportador de la informática. Aunque a mí me gusta pensar que se fijó a tiempo en que, dejando que las cuentas se hicieran solas, trabajaría menos horas. Cada miércoles por la noche, en casa, yo arrancaba la copia pirata de Excel en el ordenador del Doctor Maligno, pulsaba F1 y me preparaba en diez minutos las dos horas del día siguiente.

Mis otros alumnos exigían aun menos trabajo. La clase era de Introducción a la Informática. El grupo estaba formado por una mujer de treintaytantos (entonces las de treintaytantos no eran chicas), un matrimonio mayor y otro hombre de edad avanzada y cara de simpático. Solo que el grupo no era tal: la pareja eran los padres de mi jefe, el otro señor era un amigo de ellos y la mujer de trentaitantos era la novia del socio de mi jefe, que además hacía las veces de secretaria y también, tras las dos primeras clases, novillos. En otras palabras, mi grupo de alumnos no era más que una farsa para hacer creer al viejo simpático, el único alumno con la matrícula pagada, que tenía compañeros en el aula. El padre de mi jefe cumplió a la perfección su papel de gancho interesado en un principio, pero debo decir que cuando se vio capaz de comprender a un ordenador empezó a tomarse las lecciones con tal entusiasmo que los ánimos que daba a su amigo pasaron a parecerme reales. O a lo mejor era cosa mía, intentando convencerme de que no tenía un 75% de alumnos de atrezzo.

El verano transcurrió tropezando de fiesta en fiesta, que es como deben transcurrir los veranos. La academia me pagó el dinero que me debía ahorrándome la molestia de firmar nada y volvió a su ocupación habitual de enseñar márketing y Contaplus. El viejo simpático no solucionó sus problemas con la informática, creo que porque en el fondo no entendía que fuera él quien debiera adaptar su forma de pensar a la de una máquina y no al revés. Alguien de la academia iba a su casa cada semana y hacía de traductor entre su cerebro y la mentalidad de Windows 98. Y al poco recibí una llamada telefónica: el chico no podía seguir atendiendo al abuelo, y tal vez me interesara a mí.

Las dos primeras clases particulares siguieron más o menos la misma estructura que en la academia, pero el hombre se cansó pronto de tantos ejercicios. Quería utilizar el ordenador para sus propósitos, no caer enfangado en un aprendizaje que, claramente, no terminaría nunca. Dichos propósitos eran dos: (1) terminar una novela que había empezado a escribir tiempo atrás con algún procesador de texto para MS-DOS, y (2) bajar porno. Los profesores particulares sin capacidad de adaptación no duran mucho en el negocio, así que en menos que canta un gallo teníamos un eMule instalado y unas cuantas direcciones de internet apuntadas. El sistema, a grandes rasgos, funcionaba solo y no requería más intervención mía que cuando bajaba algún vídeo que no le gustaba o cuando perdía algún vídeo que sí entre la maraña de carpetas.

La novela se complicó más. Era una epopeya espacial, escrita durante años, que narraba los avatares de una civilización tecnológica a lo largo de milenios, y cuyo argumento daba bandazos según lo que le estuviera pasando por la cabeza a su autor en el momento de escribirla. Dado que tenía una buena formación filosófica, ampliada con el tiempo gracias al hecho de tener pasta gansa, se le notaban en la escritura las corrientes que llamaban su atención en cada momento. El texto necesitaba una edición muy seria, que el hombre estaba decidido a acometer animado por los premios de cajas de ahorros que habían recibido algunos de sus relatos cortos, pero su Word no sabía leer los diskettes donde lo tenía guardado. Codificación de caracteres no-ASCII. Al final dejé de ser un profesor particular y pasé a actuar de secretario, solo que el café me lo traía él a mí a cambio de que yo le ayudara con la descarga de vídeos de señoritas. Era cómodo para ambas partes. Yo aparecía una o dos veces a la semana y traía bajo el brazo capítulos de su novela “pasados”, es decir, legibles por sus programas actuales; ya que estaba allí, también le ayudaba con los dolores de cabeza que le estuviera dando Windows en el momento. Y el trabajo que me llevaba a casa lo hacía en la sombra y en un pispás una macro de Word que grabé tan pronto como se me ocurrió hacerlo.

El viejo enfermó y empezamos a vernos menos. Ya tenía toda su novela lista para editar y le hicieron agua los pulmones. Entraba y salía del hospital, y poco a poco dejamos de llamarnos. Aunque he pasado un par de veces por delante de su casa, jamás le he dado al timbre. Ni creo que debiera: éramos igual de importantes el uno para el otro. Yo era un chaval de veintitantos, él un viejo de setenta y tantos (entonces no se les llamaba maduritos), con solo el porno y la ciencia-ficción en común. Pero al menos en eso, creo que estábamos de acuerdo.

Imagen que no viene (mucho) a cuento:

halloween_hub.jpg

Entrañable.

 
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27 de Octubre 2008

Emociones fuertes con Firefox

Todo empezó, como suele ocurrir con las historias de acción, cuando alguien me hizo una putada. Yo, el bueno de la película, quería darle algo de ritmo a eso que sale en la columna izquierda del blog donde aparecen los enlaces que voy añadiendo en Delicious. Pero entrar en su página web cada vez que veo un culo en internet y copiar allí la dirección para que salga aquí de rebote me parecía demasiado agotador. La alternativa perezosa era instalar una extensión en el explorador y enviar los culetes a esta página con tan solo darle a un botoncito. O al menos, así era antes. Ahora la gente de Delicious se ha creído lo de la Web 2.0 y como resultado su nueva extensión, incluso en "Modo clásico", aparece por todas partes cuando la instalas. Menús, clic derecho, barra de estado... prácticamente no se puede hacer nada con Firefox sin que te salten opciones de "Añadir a Delicious", "Ver Delicious" o "Volver al modo normal, que tomará el control de tu mente".

Las opciones estaban claras. (1) Desinstalar la extensión y seguir como estaba; a la mierda Delicious. Efectiva pero poco satisfactoria. (2) Apechugar viendo el logotipo azul cada vez que hago cualquier cosa con mi Firefox. Impensable. Así que como tengo tantísimo tiempo libre me he decantado por la opción (3), que es darme cabezazos con la pantalla para seguir aprendiendo a mandar dentro de mi propio ordenador, ya que parece que hay tanta gente empeñada en que no lo haga. He ahí la épica de esta historia.

Y como de costumbre, aprender compensa. Me ha costado una o dos horas, pero al final Delicious ha quedado exactamente como yo quería y, ya de paso, me he librado de unas cuantas (bastantes) cosas de la interfaz de Firefox que jamás utilizaba y llevaban ya tiempo molestándome. El resultado:

firefox_01.gif
¡Botoncito de inicio, menú Archivo, menú Editar, morded el polvo!

A partir de aquí voy a pasar a narrar la grandiosa epopeya de Manu contra su ordenador, con explosiones, emocionantes efectos digitales y robots con vestido, así que mejor que solo sigan adelante quienes busquen sensaciones fuertes y estén preparados para ellas. Los demás, sabed que (contra toda apariencia) la vida delante del ordenador y con las fechas de entrega pegadas al culo está llena de aventuras y acción mientras volvéis a vuestra despreciable rutina, sueltos por el mundo y viendo la luz del día en la calle.

Capítulo 1: Limpiando el menú del botón derecho

La sigilosa infiltración de Delicious se había producido en dos frentes: el menú de botón derecho y el menú Marcadores. Son dos sitios que de verdad uso para hacer cosas, incluso para trabajar, por lo que tenerlos llenos de opciones inútiles no era una... bueno, no era una opción.

El menú contextual, que en principio parecía peliagudo, ha resultado bien sencillo: solo hay que instalar la extensión Menu Editor y, en sus opciones, ponerle crucecita roja a todo lo que no queramos. Delicious, fuera. Y ya que estamos, ¿quién de por aquí abre enlaces en una ventana nueva? Ra-ta-ta-ta-ta-ta-ta...

firefox_03.jpg

Por desgracia, Menu editor todavía no puede meter mano al menú Marcadores en Firefox 3. Lo que más sencillo parecía antes de emprender nuestra andadura, quitar cuatro entradas de un menú normal, nos obliga a trastear a lo bestia con los archivos de Firefox. La vida está llena de emociones, y quien no es un repelente geek es porque no quiere. ¡A tope!

Capítulo 2: ¡Vade Retro, Satanás!

Antes que nada, conozcamos a un archivito de Firefox llamado userChrome.css. Os diría que dejarais el trabajo de buscarlo a vuestro sistema operativo, pero es posible que el archivo no exista si no habéis tocado nada de Firefox todavía. En ese caso siempre podéis buscar userChrome-example.css y cambiarle el nombre. La carpeta donde acechan ambas bestias mitológicas está bastante oculta y enterrada, así que supongo que lo más cómodo para atacar a nuestro enemigo es instalar la extensión ChromEdit Plus, cosa que yo no he hecho porque los héroes de verdad no usamos armas mágicas. Bloc de notas y a correr. Pero supongo que siempre se puede aprovechar el ChromEdit Plus para modificar el archivo y desinstalarlo al terminar, que si lo llevamos siempre puesto nos acabará tirando de la sisa.

A lo que íbamos. El fichero userChrome.css es uno de los que dice a Firefox lo que veremos al ponerlo en marcha. Modificándolo, cambiamos la interfaz de usuario. Cargarse lo que queda de Delicious es tan sencillo como añadirle las siguientes líneas:

/* Quitar Delicious del menú Marcadores */

menuitem[label="Bookmark This Page on Delicious"],
menuitem[label="Bookmark This Page on Delicious"] + menuseparator{
display: none !important;
}

menuitem[label="Your Bookmarks on Delicious"],
menuitem[label="Your Bookmarks on Delicious"]+menuseparator {
display: none !important;
}

menuitem[label="Restore Normal Mode"] {
display: none !important;
}

Pero claro, la siguiente pregunta es obvia: sabiendo cómo quitar lo que queramos de los menús de Firefox, ¿nos vamos a conformar con Delicious? Aquí es donde me di cuenta de que la búsqueda del tesoro iba a llevarme algo más de tiempo del que pensaba...

Capítulo 3: Arrasando con todo, qué demonios.

El código de arriba es lo bastante simple como para que la idea de empezar a esquilmar los menús de Firefox se materializase hasta en mi cabeza. Y con la Thompson cargada, ¿quién no la usa contra los malos? Añadir esta página a marcadores, Barra de herramientas de marcadores, Anterior, Siguiente, Inicio... ¡qué bonito es verlos caer!

Pero borrando, borrando, se me ha aparecido la Robomusa de la Informática a Nivel de Usuario (sí, exacto, la del disco de Aerosmith) en toda su gloria cromada y amarilla. Y me ha susurrado al oído: "En realidad, ¿para qué coño usas tú los menús Archivo, Edición y Ayuda? ¡Fuera con ellos!"

/* Quitar menús. Los nombres de todos los menús principales son: file-menu, edit-menu, view-menu, go-menu, bookmarks-menu, tools-menu, helpMenu */

#file-menu, #helpMenu, #edit-menu { display: none !important; }

Capítulo 4: Uy, cuánto sitio libre.

La limpieza de monstruos está hecha y nuestro héroe no puede esperar el momento de usar cómodamente su Firefox para lo que los dioses lo concibieron: buscar culos. Pero la Robomusa, curiosamente, no se ha largado todavía. "Con tres menús invisibles", me ha dicho, "la barra superior de Firefox está muy vacía. Muy, muy vacía."

En realidad, tan vacía que si hiciera un poco más de sitio podría unificarla con la de herramientas y ampliar el espacio vertical para las páginas web más interesantes de internet. Resignado ya a echar media tarde con el asunto, me he preguntado qué más me sobraba. Porque quitarlo es tan sencillo como hacer clic derecho en la barra de herramientas, darle a Personalizar y arrastrar botones encima de la ventana que sale para que vayan desapareciendo de su sitio...

firefox_04.jpg
Adiós, casita. Adiós, pestaña nueva.

Ya que estamos aquí, activemos los iconos pequeños (la marca rosa de la imagen) y vayamos arrastrando los botones que quedan en la barra de herramientas a la de menús, en la posición que más nos guste. Cuando la barra de botoncitos se quede vacía, puede hacerse invisible desde el menú Ver. ¡Hala, medio dedo de espacio más para ver nalgas! Ahora solamente nos queda que los sitios donde escribimos sean tan largos como se pueda. ¡Pero eso será en el próximo capítulo!

Capítulo 5: Arañando píxeles.

Un truco muy bueno que he visto por ahí mientras buscaba la forma de hacer todo lo anterior: ¿no sería ideal que el botón de parar y el de recargar compartieran el mismo espacio? Al fin y al cabo, nunca son necesarios los dos a la vez. ¡Pues puede hacerse! Solo hay que añadir lo siguiente a nuestro querido userChrome.css:

/* Parar y recargar compartiendo espacio */

#stop-button[disabled] {display: none;}
#stop-button:not([disabled]) + #reload-button {display: none;}

Y finalmente, carguémonos la flechita de la barra de direcciones y la lupa de la barra de buscadores, que en realidad son equivalentes a darle a Intro y así hay más sitio para lo que nos dé por escribir:

/*Quitar la lupa del motor de búsqueda */ .search-go-button { display: none !important; }

/*Despejar la barra de direcciones */
#go-button {display: none !important; } /*Flecha*/
#star-button {display: none !important;} /*Estrella */
#feed-button {display: none !important;} /*Feed*/

Yo no le he quitado la estrella ni la marca de RSS porque me son útiles, pero se puede destrozar todo. Incluso puede hacerse que los menús salgan más juntos. Lo pongo porque, aunque en el fondo escribo esto para tenerlo juntito cuando quiera repetir el proceso en otra instalación de Firefox, las grandes gestas no deben quedar en el olvido y supongo que el relato puede ser útil a alguien si se lo encuentra en Google. El resultado, un explorador más despejado y sin chorradas inútiles para mí en ningún sitio. ¡Victoria!

firefox_02.gif

Y con todo el espacio que he ganado en pantalla, por fin puedo optimizar la tarea que consume el 90% de mi tiempo en internet (buscar culos) mientras la Robomusa, a quien he apresado rastreramente e implantado un chip de control durante el capítulo 3, va haciendo mi trabajo.
 

Enviado por Manu a las 11:20 PM | Comentarios (5)
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24 de Octubre 2008

¡Yuju!: La balada de Abu Ghraib

Hoy me he despertado con paquetorro en casa:

Portada de La balada de Abu Ghraib

Portadilla de La balada de Abu Ghraib

 
Hay imágenes que trascienden su significado original para convertirse en iconos. En la guerra de Irak, este es el caso de las fotografías de las torturas de Abu Ghraib.

"Las fotografías no pueden contar historias -dice Philip Gourevitch-, solo pueden ser la evidencia de las historias, y una evidencia muda. Son necesarias la investigación y la interpretación." La balada de Abu Ghraib es la historia de los soldados norteamericanos que fueron enviados a Irak como libertadores para acabar trabajando como carceleros en las antiguas mazmorras de Sadam Husein, asumiendo el papel de los verdugos que se suponía que ellos debían combatir; es la historia de cómo esos soldados se convirtieron en ejecutores -pero también en víctimas- de una terrible injusticia. Esta excepcional obra es una mirada al corazón de la guerra de Irak, la historia de las infames fotografías de la tortura en Abu Ghraib vistas a través de los ojos y las voces de los soldados que las tomaron y que aparecen en ellas, y que hicieron tambalear todas las argumentaciones proferidas en favor de esta "guerra contra el terrorismo".

"Gourevitch capta el detalle revelador en la mejor tradición de The New Yorker, como A sangre fría. de Capote, o Hiroshima, de Hershey. La balada de Abu Ghraib es una lectura esencial para esta época."

The Tennessean


"Una lectura tan compulsiva como la mejor novela. Una completa y aterradora crónica de un desastre made in USA."

Publisher's Weekly


"El ejemplar libro de Gourevitch pesará durante años."

The New York Observer


"De lectura obligatoria."

Newsweek

Título original: Standard Operating Procedure.
Encuadernación: Tapa blanda.
Se puede comprar en Casa del Libro (22,90 euros).
 

Enviado por Manu a las 5:32 PM | Comentarios (4)
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23 de Octubre 2008

La próxima vez, dos leches

Noticia recién salida en la web del diario Público:

demanda_dios.gif

Los sombreados son míos. Vale que la noticia es buena,
¡pero el "a desestimado" duele a la vista!

Menudo jeta: al no tener domicilio social, puede hacer todas las barrabasadas que quiera sin temor a represalias. Por mi parte, si me lo cruzo por la calle pienso aventarle un par de galletas para que aprenda a ir por ahí esquivando a la justicia con malas artes.
 

Enviado por Manu a las 12:20 AM | Comentarios (3)
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17 de Octubre 2008

OpenOffice 3.0 en castellano

 

Descargando OOo 3.0

La página de descarga está en http://es.openoffice.org/programa/, y sus diversas ventajas y chollos explicados, en inglés, en http://www.openoffice.org/dev_docs/features/3.0/. A mí no me salía porque tenía la página vieja (la de la versión 2.4.1) en la caché del explorador, y no me he enterado hasta que se me ha ocurrido hacer Ctrl-F5. Lo cual significa que igual ya lo tiene todo el mundo y yo hago el pardillo. Riesgos de tener un blog.
 

Enviado por Manu a las 12:32 AM | Comentarios (0)
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15 de Octubre 2008

Pirulas

En las noticias de La 2 hablaban, muy por la noche, de la costumbre que tiene la gente de aparcar el coche, aunque sea "solo por un momentito", en las zonas reservadas para minusválidos. No sé si la noticia es nueva o un simple recordatorio porque no tengo carnet de conducir y, en consecuencia, no estoy tan al tanto de la legislación, pero la narradora ha dicho que "hacer esta pirula costará dos puntos a los conductores". Tampoco estoy seguro del todo de que la frase sea exacta, pero sí de que ha utilizado la palabra "pirula" en pleno informativo serio. (Para los quisquillosos, la RAE no recoge esa acepción, aunque el María Moliner sí.)

Hoy el diario Público traía una noticia con el siguiente titular: De 'calvo de Telecinco' a 'calvo de La Sexta', sobre el posible fichaje del calvorotas mediático más famoso (con permiso de Kratos, no vayamos a liarla) por la emisora del cubo verde, cuyos informativos, por cierto, hicieron este pasado fin de semana la siguiente pirula:

Matías Prats junior lleva años intentando colar toques de humor ligero en sus entradillas para Antena 3, aunque muy por lo general se queden en intentos; la propia Sexta contrató a Javier Gómez, que no es meteorólogo pero sí graciosísimo, como hombre del tiempo. Puede que la tendencia se esté generalizando a buena marcha para llamar (todavía más) la atención de los aficionados al humor hacia los noticiarios. Otros lo han intentado a base de sangre y vísceras y no les ha ido mal; confiemos en que el humor sea mejor reclamo.

Pero el vídeo de La Sexta sugiere, a mí al menos, un motivo distinto. Para empezar la noticia no trata un tema económico real (la decisión gubernamental de intervenir monetariamente para salvar los grandes bancos de la quiebra), sino una anécdota: Merkel le hace una pirula a Sarkozy y se va hacia los periodistas en lugar de seguirlo adentro. Y en plena anécdota, ¡zasca! al canto, para rematar la faena. Tal vez empiecen a tener claro que el espectador medio catalogará cualquier información sobre las ayudas públicas a bancos como la enésima bajada de pantalones ante los de siempre y, falto de interés a estas alturas en los detalles inflacionistas del coito anal, prefiera disfrutar del espectáculo.

Aunque solo sea hasta que a los presidentes y ministros de economía les entre en la cabezota que, mientras todo siga dependiendo en tal medida de las grandes entidades financieras, las cagadas de cuatro gatos miopes (cien gatos miopes, doscientos gatos miopes) nos hacen la pirula del siglo a todos.

Imagen que no viene a cuento:

Carteles no - ¡Perrea!
¡El Chiki-Chiki nunca morirá!

 
Enviado por Manu a las 3:05 AM | Comentarios (1)
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7 de Octubre 2008

La vida manda

Hay ocasiones en que el universo te da en la cara con un bacalao pasao y, pese a la regla de que cuanto más tiempo pasas sin hacer algo más difícil te resulta (sobre la que no me extenderé), no te deja más remedio que subir una entrada al blog. En esta ocasión, el universo ha elegido a Megaupload para dejarme claras las cosas:

Cochinotes...

Y donde hay patrón no manda marinero, así que a escribir se ha dicho.
 

Enviado por Manu a las 1:31 AM | Comentarios (3)
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