27 de Abril 2005

¡Por triana!

A veces vemos tanto la realidad desde el punto de vista de otros que se nos escapan los detalles. No hablo de cosas tácitas pero obvias, como que la ley de bodas gays ha dejado al PP en bragas o que el gobierno busca desesperado relanzar su imagen pública. Me refiero a aspectos más sutiles de la vida, menos importantes según el convenio general, cuya percepción probablemente no vaya a contribuir en nada para salvar el planeta. Pero que siguen ahí, pinchando a quienes se dejan. El Doctor Maldad, por ejemplo, lleva un tiempo preguntándose por qué no habrá ciclistas orientales o negros. Yo, sin atreverme a aventurar una respuesta, añado más interrogantes: tampoco me suenan demasiados tenistas o jugadores de golf. Pero no soy demasiado fiable hablando de deportes.

Pau, un tipo que vive conmigo en la más estricta heterosexualidad, a veces enfoca su atención como un rayo láser. (Otras veces sale con cosas como la Teoría Sasquatch, pero eso es otra historia.) Esta noche nos han estado llamando la atención los andaluces. No por lo de siempre, no porque sean demasiado festeros, que yo no creo que se pueda ser demasiado festero. Sino más bien por su manera de dignificarlo. Nadie más en el planeta puede emborracharse un lunes por la noche y, cuando se lo recrimina algún desalmado, justificar la juerga diciendo que lo hace "por triana" y provocar un brindis a gritos con los otros treinta parroquianos. "¡Por triana!" Vale, por triana. ¿Qué coño es triana? Posiblemente la información al respecto esté ampliamente disponible, pero apuesto a que casi nadie fuera de Andalucía lo sabe a ciencia cierta. Seguramente los muy bastardos se hayan inventado una definición por si alguien pregunta demasiado, pero ni se molestan en difundirla. No hace ninguna falta. "Ah, bueno, es que es por triana". O por bulerías. O a lo mejor es que el tipo tiene un duende que no se lo pué aguantar, deberías verlo inventándose saetas sobre la marcha. Mientras tanto, a cualquier no-andaluz que intentara algo así (¡Eh! ¡Venga otra por escarfuncio, que aún no es de día!) se le consideraría cercano al transplante de hígado y un peligro para la sociedad. Nadie está dispuesto a brindar por escarfuncio un día laborable, pero una vomitona por bulería en la esquina del bar es incontestable. Si me apuran, hasta cultural. Que yo no digo que no lo sea, más bien al contrario. Pero la maldita envidia me dice que a esto, o jugamos todos o la baraja al río.

En todas partes se justifican unos cuantos días de juerga al año. No es nada nuevo. Teruel lo hace mediante algo relacionado con vaquillas y ángeles (ahora que lo pienso, otra duda sutil de las de antes), Valencia y Alicante queman cosas, Castellón saca estructuras horribles de neón a la calle, y quien más quien menos tiene alguna chorrada similar que le valga de excusa para emborracharse unos días. Pero ahí nos quedamos, en unos días. Y para colmo parece que con tanta excusa ridícula estemos pidiendo disculpas a alguien, no quiero pensar ante quién respondemos, por hacerlo. Pero en cambio los andaluces son los amos. Dignifican, no se excusan, y ése es el camino de los sabios. Se han inventado unas cuantas expresiones sin demasiado sentido, al azar pero que suenen bien, y las dicen de forma que parezca que dios mata a un gatito cada vez que ellos van sobrios. En ninguna otra ciudad sacan a tanta gente borracha por la tele como en la Feria de Abril, aunque no dudo que la habrá. Pero en los reportajes de Fallas, los borrachuzos son la anécdota, los tipejos que no saben entender el verdadero sentido de la fiesta. Sin embargo, el resto del mundo admira las juergas andaluzas y se dice a sí mismo que el duende existe, que ellos lo llevan dentro, cuando simplemente está racionalizando que en lo más profundo jalea por triana a esos tipos que han sabido montárselo tan bien. Y entonces apaga la tele y vuelve al modo de espera, que todavía faltan meses para nuestros cuatro días (nueve en Castellón, señora) de pedir perdón por vivir.

Pues bien por ellos y que viva la soleá, sea lo que sea. Yo este fin de semana me voy al Viña.
 

Enviado por Manu a las 11:50 PM | Comentarios (17)
Enlace permanente · Categoría: Tonterías

Licencia CC

20 de Abril 2005

De fumata

De toda la elección de Ratzinger Zeta como nuevo papa de Roma lo que llama la atención no es que sea un conservador (y eso que alguien que es tomado por conservador en la iglesia da muchos escalofríos) ni un continuista (la noticia hubiera sido lo contrario), ni los grandes retos que tendrá que afrontar en su papado con los que se han estado frotando las manos los informativos para llenar minutos con algo que no sea crónica de sucesos. Lo que de verdad impacta es la cabezonería con que el Vaticano se aferra al pasado, incluso en asuntos en principio tan poco dogmáticos y tan alejados de la fe como transmitir la información.

Pongamos por ejemplo las fumatas blancas y negras en la Capilla Sixtina. El humo, en este caso, no es más que la manera que tiene el Vaticano de comunicar al mundo un bit de información: cero significa que seguimos a lo nuestro; uno significa, bueno, que habemus papa. Los telediarios lo contaban como anécdota, pero el hecho es que el color del humo que sale por una chimenea no es precisamente el método más efectivo para transmitir un miserable bit. Hay cien formas de conseguirlo que le dan mil patadas. Así sin pensar demasiado, a cualquiera se le ocurren nueve o diez. El método más sencillo sería que, tan pronto como se pusieran de acuedo, salieran en fila india de la Capilla y dijeran "ya tenemos jefe, peña". Mientras no salgan, no hay papa. O tal vez usar productos químicos para que no hubiera dudas respecto al color del humo, si tanto les gusta jugar a los indios. O, aprovechando las nuevas tecnologías, bastaba con una llamada perdida a alguien en cuanto hubiera consenso, que además es la mejor manera de transmitir un bit a distancia sin gastarse un céntimo. Pero parece que a los cardenales les gusta dar un poco de emoción al asunto y decir cada cierto tiempo que de momento, nada; o tal vez simplemente no sepan que transmitir ceros es desperdiciar el esfuerzo. Aun así, incluso emitiendo ceros, sigue habiendo mejores formas de transmitir el dichoso bit. Podría salir el camarlengo a un balcón determinado cada cierto tiempo. Si se queda quieto durante un minuto, da media vuelta y se vuelve para adentro, aquí no ha pasado nada. Si hace un corte de mangas al mundo entero, os jodéis, papa al canto. O puestos a ser espectaculares, una pantalla gigante podría mostrar al Espíritu Santo bajando desde el Paraíso en forma de paloma: si se vuelve al cielo sin cagar, seguimos como estábamos; si la suelta sobre el retrato de alguien, ya tenemos al afortunado pontífice.

Y sin embargo, lo único que se le ha ocurrido a los cerebritos de la Santa Sede después de dieciocho años ha sido tocar las campanas cuando haya fumata blanca. En otras palabras, añadir algo de redundancia a una señal defectuosa. Y para colmo con retraso. Guau. Teniendo esto en cuenta, es normal que no se les ocurra ni una buena en temas más complicados que transmitir un bit de información, como por ejemplo la sostenibilidad moral de prohibir los condones en tiempos de Sida. Los de El Jueves lo han visto claro. Y aunque también pese más kilobytes, una imagen como ésta sigue valiendo más que mil palabras:

juanpa.jpg
El Jueves número 1455.

Todo este asunto me recuerda a una historia que circulaba en fotocopias por los institutos, y más tarde en internet. Es una especie de leyenda académica que ocurrió en absolutamente todos los centros educativos del mundo, y trata de un examen de física. El profesor acaba de dar el tema de las presiones en general y la presión atmosférica en particular, y en el examen pregunta: "¿Cómo podríamos medir la altura de un edificio utilizando un barómetro?" El protagonista, un alumno, responde que si vamos subiendo las escaleras y marcando con un lápiz la longitud del barómetro en la pared, podemos tener la altura del edificio en función del tamaño del barómetro. Y se lleva un cero como una catedral porque el profesor quería que hablara de diferencias de presión atmosférica. Nuestro héroe, por supuesto, no se rinde y solicita una revisión de exámen. Los profesores acaban adoptando una decisión salomónica tras muchas discusiones: el alumno repetirá el examen, pero esta vez deberá servirse de algún principio físico estudiado durante el curso. El chaval acepta la solución y se presenta el día acordado. Se sienta, mira el papel durante diez minutos y luego se pone a escribir como loco. Sonríe, entrega el examen y se va. El profesor, feliz al suponer que el alumno ha conseguido recordar algo sobre la presión atmosférica, lee el examen.

Y lo que había escrito nuestro héroe era algo así: "Se me ocurren varias maneras de determinar la altura del edificio mediante el barómetro y no consigo decidirme del todo. Si es un día soleado y conocemos las dimensiones del barómetro, podríamos medir su sombra y también la que proyecta el edificio. Una regla de tres nos daría la solución. También podríamos colgar el barómetro de una cuerda y balancearlo a ras de suelo y más tarde sobre el tejado, de forma que la pequeña variación que notaríamos en el valor de g nos permitiera llegar a la solución. Otro método sería subirnos al tejado del edificio y dejar caer el barómetro: la altura del edificio dependerá del tiempo que tarde en estrellarse contra el suelo. Aunque la más rápida, posiblemente, sea entrar y decirle al portero: 'señor, mire que barómetro más bonito tengo, se lo doy si me dice la altura del edificio'".

Lo más esperpéntico de las instituciones católicas es que, con toda seguridad, el chico de la leyenda urbana no sólo suspendería el examen sino que seguramente sería excomulgado. Y menos mal que la Santa Inquisición ya no se suelta tanto la melena como en el siglo XIV. Pero si en pleno siglo XXI se resisten tantísimo a los cambios como para seguir con las señales de humo, apañaditos estamos con todo lo demás.
 

Enviado por Manu a las 12:02 PM | Comentarios (8)
Enlace permanente · Categoría: Demagogia

Licencia CC

19 de Abril 2005

Fear of the fans

(O: Los putos tolkienianos. Fiesta.)

Volviendo con las opiniones polémicas, no sé si se iba a montar más gorda si me pusiera a largar sobre la jugada maestra de Otegi en las elecciones de Euskadi para esquivar la Ley de Partidos o si hablo de lo que finalmente va a caer. Tal y como las gastan por aquí­, no lo tengo nada claro. El caso es que emitieron por el Plus un reportaje sobre la Sociedad Tolkien Española el otro dí­a. No está mal que los frikis salgan por la tele, que se normalice un poco la fantasí­a y que se pueda hacer chistes sobre la orientación sexual de los elfos para el gran público (aunque todavía no sé cuántos hobbits hacen falta para cambiar una bombilla). Pero o bien el Plus sacó solamente lo mejorcito de cada casa o es que los fans de Tolkien exageran su frikismo una pizca demasiado. Con todo el cariño, ojo.

El caso es que, no sé por qué, el reportaje me pareció un poco orientado al espectáculo: "miren, miren de lo que es capaz la gente". Freak show, y nunca mejor dicho. Gente protestando de que sus padres no lo entienden cuando ellos dicen que se van al Smial, chicas diciendo que irían vestidas de elfas todo el dí­a si pudieran, gente leyendo ochenta páginas a la cara de otra gente, clases de Quenya con pizarra y todo, ese tipo de cosas. Por comparar, y sin ánimo de ofender mucho a nadie, clavaditos a los trekkies. Y luego la pagamos todos, que sales por ahí­ con otros frikis y las chicas medio se temen que vayas a violarlas mientras gritas en betrobi. Me gustaron las fiestas con violinistas y vino, eso sí­. Pero el reportaje en general no me pareció muy productivo de cara a la normalización de las aficiones consideraras raras hasta hace poco. Un enfoque más en plan "ná, somos un grupo de colegas que nos juntamos aquí­ a pasarlo bien con nuestras neuras, mira qué traje más guapo me he currado, ¿quieres una birrita?" serí­a para el típico outsider un poco menos... venga, digamos la palabra... aterrador.

Aunque claro, si hicieran alguna peli del Mundodisco habrí­a que ver lo que pasaba. Igual iba a escuchar yo mucho rato a quien me dijera que no le pegase patitas de plástico al baúl de la abuela.

Buena idea que no viene a cuento:

PookMail.com
 
Enviado por Manu a las 2:22 AM | Comentarios (0)
Enlace permanente · Categoría: Demagogia

Licencia CC

18 de Abril 2005

El próximo Nobel de literatura

Si es ficción (como creo y espero), es muy bestia. Si es realidad, da bastante miedo:

Crónicas del barrio. http://www.livejournal.com/users/bakala007/

Sus últimas aventuras: robó unos CDs a un negro, que reunió a dos colegas suyos para perseguir a nuestro héroe, violarle analmente y quemarle la moto. Todavía le tiran los puntos, pero eso no evita que se masturbe con la niña de Los Serrano. Quiero decir con todo esto que hay que tener el sentido del humor un poco torcido para reír con su weblog. Pero si se tiene, es demencial. Como el Nen de Castefa pero en macarruzo, macarruzo.
 

Enviado por Manu a las 12:46 PM | Comentarios (16)
Enlace permanente · Categoría: Tonterías

Licencia CC

15 de Abril 2005

Los buenos tragos

Hoy he visto por la tele a un tipo interesante. La respuesta a la pregunta "¿en qué programa?" es obvia, supongo. No recuerdo su nombre y no tengo ganas de buscarlo en el Google, pero el tipo en cuestión se dedicó durante bastante tiempo a sacar dinero a los casinos de todo el mundo utilizando sus conocimientos matemáticos. Y eso ya le hace merecedor de mi admiración. Además, putas casualidades de la vida, justo esta noche hablábamos del mismo tema en casa. El tipo en cuestión, aparte de seguir con sus jugadas en los casinos de verdad y en los de internet para seguir forrándose, acaba de publicar su segundo libro. Si el primero iba de casinos (y cómo sacarles la pasta), apuestas (y cómo ganarlas) y, supongo, chanchullos legales (y cómo evitarlos), el segundo trata de cómo aplicar la teoría de juegos a la vida, de cómo vivir según una especie de autoayuda racional.

Por lo general huyo siempre de los libros de autoayuda. Nunca me han llamado la atención lo más mínimo. El mismo concepto de libro de autoayuda es, bueno, autocontradictorio. Si se supone que debo ayudarme a mí mismo, ¿para qué leches necesito un libro escrito por otro que ni siquiera me conoce? Es más, ¿no se supone que cada uno ya intenta ayudarse a sí mismo de la mejor manera posible, sin que le digan como hacerlo? A lo mejor es que no los entiendo porque soy un tipo optimista o porque, cuando se me dice que tome las riendas de mi vida, contesto que ya las tengo bien enganchadas, muchas gracias, a ver quién iba a llevar mis riendas si no. Aunque a veces parezca que no tengo muy claro hacia dónde ha de ir la diligencia, admitido. El único panfleto que leí de principio a fin fue Dios vuelve en una Harley (no, tampoco voy a buscar la autora en Google), que era una especie de alegato al buen rollito por boca de un Jesucristo vestido de cuero pero con greñas bien limpitas y aseás que se aparecía a la narradora en bares de moteros. Fue curiosidad combinada con "coño, mira, un libro, ahora que no tengo nada que leer". La autoayuda bien, gracias. Los libros, que los lean otros.

El tipo del programa de Buenafuente decía cosas con las que no acabo de estar de acuerdo. El hombre aplicaba las probabilidades, la estadística, la teoría de juegos, a todas las facetas de su vida. Aconsejaba cosas como no sentarse en los vagones de cabeza o cola en el tren (más dañados en caso de accidente), o quedarse cerca de la salida de emergencia cuando se va a una discoteca, porque actos tan sencillos pueden alargarle a uno la vida. La lógica es evidente, pero tiene un fallo: llevada al extremo (como parece que hacía él) reduce considerablemente la calidad de esa vida prolongada, que en mi opinión es un factor muy a tener en cuenta. Lo del tren está muy bien y no cuesta nada escoger el vagón de enmedio, claro. Pero es que a mí me gusta sentarme en el primero, que además sirve para abandonar rapidito la estación de destino al llegar. Y si extrapolamos, vivir según la estadística tan a rajatabla podría llevarnos a sinsentidos como vestir chalecos reflectantes para salir de noche, dejar de fumar o, lo más aterrador de todo, beber cerveza sin alcohol. La lógica está muy bien, pero no hay que dejar que nos diluya la existencia. Creo que en el fondo todos tenemos una cantidad limitada de vida, sólo que algunos preferimos pegarle tragos de los buenos antes que beber como pajaritos sin disfrutarla porque, oye, así no se acabará nunca, ¿sabes?

Pero sí estoy de acuerdo en algo de lo que decía este señor. Se quejaba de que por lo general se considera que las personas pesimistas son más inteligentes que las optimistas. El cinismo vende mucho y los pesimistas son mejores cínicos. El punto de vista más corriente es que el optimista se dedica a vivir en las nubes, metido en su propio sueño de color de rosa. En realidad eso es lo que ocurre cuando te encuentras a un optimista tonto, no a un optimista realista consciente de lo que le rodea, pero consciente también de que se puede mejorar. De hecho, la postura más sabia de todas es el optimismo: mejor encarar los problemas pensando que tienen solución que resignarse y cargar con ellos por los restos. A su discurso sólo me queda añadir que, por si fuera poco, el optimismo mejora en mucho la calidad del día a día. Y ya puestos a pegarle buenos tragos al tiempo, mejor que sea con buena cara.
 

Enviado por Manu a las 6:07 AM | Comentarios (9)
Enlace permanente · Categoría: Pajillas mentales

Licencia CC

6 de Abril 2005

Las putas cajas de ahorros

Esta mañana, en las noticias, me he enterado de que Caja Madrid planea ampliar su participación en la compañía Endesa. Pues vaya noticia. Chanchullos empresariales, el pan nuestro de cada día. Pero a poco que uno se pare a pensarlo, el tema da bastante de sí.

En teoría las cajas de ahorros son entidades sin ánimo de lucro (¿cómo se ponen risas enlatadas en un weblog?), destinadas a la obra social. En otras palabras, aparte de los sueldos de sus trabajadores, todos los beneficios deberían destinarse a mejorar la calidad de vida de la gente. Y, sin embargo, Caja Madrid se dedica a comprar acciones. Y sin embargo, Bancaixa se dedica a financiar parques temáticos de dudosa viabilidad. Y sin embargo, la CAM está que si sí, que si no en distintos chanchullos políticos como un futuro aeropuerto en la provincia de Castellón. Que ya me dirás para qué y a costa de qué, pero eso es otro tema. El caso es que, cada vez más, las cajas de ahorros se comportan como bancos de pleno derecho en lo que les interesa.

Bancaixa es el caso que más de cerca me toca. La lista de agravios se podría hacer eterna, pero se resume en un par de hechos. El primero es la atención al cliente, asunto en el que, cosa extraña, no procuran parecerse a los bancos. En realidad más bien podríamos hablar de la no-atención al cliente. Cartelitos que instan a utilizar el cajero automático para prácticamente cualquier operación, cosa que a mí me la trae al pairo pero supongo que a la típica abuelita no tanto. Pago de recibos, solamente hasta las diez de la mañana: inexplicable. Y todo eso cuando una de las mejores formas que tendría una entidad social de hacer la vida más agradable a los ciudadanos sería precisamente facilitarles las operaciones bancarias. Y el segundo hecho incomprensible son las comisiones casi hasta por respirar en la oficina. Veamos. Yo les dejo mi dinerito a principio de cada mes, para que me lo guarden y poder disponer de él en cómodas dosis. A cambio ellos lo van utilizando para sus historias, lo invierten, lo desinvierten y acumulan beneficios con el dinero que yo les presto. Pero al parecer no les basta como arreglo, así que se dedican a cobrar comisiones de mantenimiento en los momentos menos oportunos, cuando me quedan 10 preciosos eurillos para terminar el mes. No está escrito lo que se merecen sus cargos directivos. No hay infierno lo bastante ardiente ni cielo lo bastante aburrido. Y si no que se lo pregunten a cualquiera que haya trabajado procesando datos para ellos.

Así que, ya totalmente desilusionado del sistema económico basado en los bancos (que tampoco es que me quedara mucha esperanza), cuando llegue a casa esta tarde cogeré el cuchillo jamonero y, a falta de cerdo curado, rajaré mi colchón y lo usaré para guardar allí los frutos del sudor de mi frente. Lo único que me preocupa es que en Bancaixa saben dónde vivo...

Imagen que no viene a cuento:

Operación Papa

Si la idea sirvió para relanzar algo tan rancio como Eurovisión,
debería funcionar sin problemas con el catolicismo...

 
Enviado por Manu a las 1:39 PM | Comentarios (28)
Enlace permanente · Categoría: Demagogia

Licencia CC