31 de Mayo 2005

¿Y el Día Sin Intolerancia?

Hoy, en la serie "Día Mundial Sin Alguna Chorrada", tocaba el tabaco. Las mentes televisivas bienpensantes y salvamundos (telediarios, Lo+Plus, supongo que los macroprogramas matinales y vespertinos también), como de costumbre, se han bajado del coche, han entrado en plató y se han llenado la boca haciendo apología del aire limpio. Nos han recordado los peligros del tabaco, el peor de todos los males que acosan a la humanidad. Nos han hablado de las medidas proyectadas para proteger los sacrosantos derechos de los no fumadores.

Me cuenta el Doctor Maldad que, aprovechando el día mundial, han puesto unos dispositivos por la calle para que los no fumadores puedan comprobar sus niveles de nicotina y, supongo, demostrar así que las leyes restrictivas que se nos vienen encima están más que justificadas. Chapeau. Chapeau siempre que en el día mundial sin coches pueda comprobar yo (un conductor pasivo) mis niveles de dióxido de carbono y los resultados sirvan para restringir la circulación rodada, o siempre que en el día mundial sin ruídos pueda comprobar yo (un escuchador pasivo) mis niveles de degeneración en el tímpano y sirva para restringir, por ejemplo, las campanadas que da la iglesia más cercana los domingos por la mañana. Pero no caerá esa breva.

En el fondo de todo está la delgada línea roja entre la libertad y las molestias que se causan al ejercerla. Los no fumadores sufren molestias cuando nosotros les fumamos en la cara. Y dicen, con toda la razón, que su salud sufre y ellos no fuman. De la misma manera, yo sufro molestias causadas por los conductores, y no conduzco; y no puedo ponerme al sol sin potingues por culpa del agujero de ozono, y no uso laca; y me toca levantarme a horas intempestivas, y no soy mi jefe. La diferencia es que yo tengo cierta tolerancia a las molestias y, si tuviera voz o voto, procuraría ponerme de acuerdo, llegar a un punto intermedio con los conductores, los usuarios de laca o los empresarios. Pero parece que las asociaciones de no fumadores (y sobre todo los ex-fumadores, pobres reprimidos en muchos casos) no tienen las mismas tragaderas, y en general gritan, lloriquean y patalean hasta conseguir que los adictos a la nicotina seamos poco menos que apestados. Y al paso que vamos, mucho más.

Cualquier actividad que uno realice, incluso escribir esta entrada, causará alguna molestia a alguien. Sin embargo lo normal no es ir por ahí montando asociaciones de gritones para, por ejemplo, protestar contra las colas en la pescadería, ni formar grupos de presión que exijan el despido inmediato de todos los empleados de banca. Pero con el tabaco parece que pesan más los derechos de unos que los de otros. Y así nos va.

Malporro
(Esta imagen me la mandó Veti.)
 
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30 de Mayo 2005

Burn, baby, burn (2)

Yo venía hoy a hablar del NÍ francés a la constitución europea, pero los planes tienen esto, que a veces llega alguien y te los cambia. Hace algún tiempo, cuando ardió el edificio Windsor de Madrid, escribí aquí una entrada en la que me alegraba de la falta de víctimas y admiraba el espectáculo de fuego. No caló demasiado bien, sobre todo entre los madrileños que leen estas chorradas que escribo. En su momento, pensé que la inmediatez del tema era lo que impedía que la gente se lo tomara a la ligera: más o menos la misma idea que en un capítulo de South Park (6x02) donde se establece que deben pasar 22 años antes de poder reírse de un tema. Allí es el SIDA, aquí un incendio. El principio es el mismo.

Pero hoy he leído un comentario (firmado con el seudónimo Zap) que se registró recientemente en aquella entrada, y que transcribo aquí con la mínima edición necesaria:

Al autor del comentario, solo se me ocurre decirle que es un hijo de puta y encima ignorante. Ingnorante porque no hay únicamente empresas grandes, había pequeñas empresas, bastantes, pero como eres un ignorante, pues no lo sabías, ¿se te debe disculpar por eso? Hijo de puta porque ese edificio ardió el sabado por la noche y el lunes por la mañana un empresario de una de esas pequeñas empresas tenía un infarto, y era hospitalizado. ¡Eres grande, chaval! Te ries de los males ajenos, y encima lo escribes como si de sabiduría se tratara.

(El comentario continúa divagando sobre porritos, gente guai y no se qué historias más que no vienen al caso. Algunos signos de puntuación y tildes son míos.)

El WindsorIba a solventar el asunto con una respuesta cortante, llamando imbécil al tal Zap y no echando más leña al fuego, pero eso habría dejado sin réplica todo lo que hay detrás del "hijo de puta" que me dedica tan a ligera, tan erróneamente y que con toda seguridad no se atrevería a decirme en la calle.

En la bengala Windsor había empresas pequeñas además de grandes. Bien, aceptaremos ese hecho aunque muy pequeñas tampoco serían si podían permitirse el alquiler de oficinas allí. Pero en todo caso estarían aseguradas, con lo cual la putada gorda queda desplazada a las compañías de seguros, que pueden y deben asumirla por definición. Por supuesto que el seguro no lo arregla todo, pero las penas con pan son menos penas y (parafraseando a LeGuin) el fuego y el miedo son buenos sirvientes pero malos amos, qué se le va a hacer. Y ahora alguien que no tiene en cuenta nada de esto me llama ignorante a mí. En fin.

Un empresario de una de esas pequeñas empresas tuvo un infarto el lunes sigtuiente. Vaya, pues lo siento por él y por sus allegados (entre los que supongo que se encuentra el tal Zap). Pero no comprendo cómo me convierte eso a mí en un hijo de puta. Si yo hubiera incendiado el Windsor y luego hubiera ido a su casa a saltar desde detrás de las cortinas para darle sustos, de acuerdo. Pero supongo que a ese pobre hombre no le daría el infarto como consecuencia de leer mi weblog. La conclusión lógica es que el insulto es gratuito. Y como todos los insultos gratuitos, éste dice más del emisor que del receptor. Como iba diciendo: en fin.

¿Reírse de los males ajenos? Bueno, no seré yo quien diga que no lo he hecho nunca. Buena parte del humor es siempre a costa de alguien o de algo. Y en este caso concreto no falta quien (muy legítimamente en mi opinión, ojo) ha hecho leña del edificio caído: sin pensar mucho, Buenafuente y El Jueves. Pero dudo que Zap se moleste en ir a insultar y dar la brasa a esa gente. Lo peor del asunto es que yo ni siquiera me estaba riendo en público. La entrada original sobre el Windsor no tiene gracia, cosa habitual aquí, sólo que en este caso tampoco pretende tenerla. Es solamente mi postura en aquel momento, tan legítima en una situación sin víctimas como la de quien se arranca la barba y da cabezazos en el suelo gritando que el skyline de Madrid nunca volverá a ser el mismo y la vida ya no tiene sentido. O quizá más.

Resumiendo, Zap me critica por expresar mi opinión públicamente. Vaya novedad; igual también acabo abriendo un foro sobre este tema. Me insulta por hablar a la ligera de un incendio que tiene consecuencias. Pero es que todo tiene consecuencias, y al menos yo no tengo la omnisciencia necesaria para predecirlas todas. Ni ganas, porque entonces no podría escribir sobre absolutamente ningún asunto. Y por una vez me permito finalizar con un consejo: las pataletas, amigos míos, es mejor tenerlas en la intimidad del hogar. Porque si no la gente (que es muy mala) se acaba riendo de uno, y eso sí que jode a cualquiera.
 

Enviado por Manu a las 3:30 PM | Comentarios (13)
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27 de Mayo 2005

Welcome to the Power Stone world

Tener una Dreamcast en casa puede ser pernicioso a veces, sobre todo con juegos como este:

pstone2.jpg

Doce luchadores. Cinco escenarios en 3D enormes, de los que se puede utilizar absolutamente todo como arma (los ataúdes son geniales). Y desde que el avatar del Caos y la Destrucción conocido en este plano de la existencia como Dani compró otros dos mandos, cuatro jugadores. Decenas de armas esparcidas por los escenarios, cada cual más maligna que la anterior.

Pero claro: como dijo Josefina, todo se acaba quedando corto con el tiempo. Así que nos hemos lanzado a crear nuevas armas combinando las anteriores, cosa nada fácil teniendo en cuenta que utilizamos una copia de seguridad en japonés. Y ya con nuevas armas, descubrimos que hay dos personajes ocultos y, lo más importante de todo, tres escenarios nuevos para Destrozar A Tus Amigos (TM). Para desbloquearlos, tan solo hay terminar el modo arcade con todos los personajes. Genial. Pero aquí es donde viene el problema: los títulos del menú principal están en japonés, así que ¿cuál es el modo arcade? Como yo soy el buscador oficial por internet, tenía el poder de decidir (casi a dedo) cuál era el modo arcade. El Doctor Maligno, el Avatar del Caos y la Destrucción y un servidor de ustedes completamos en unos días lo que nosotros pensábamos que era el modo arcade, pero ¡sorpresa!, no desbloqueamos ningún personaje nuevo. En mi descargo diré que el modo de juego que elegimos era el que más papeletas tenía.

Acabo de hacer una pequeña búsqueda en internet y parece ser que la opción deseada es la segunda que aparece en el menú. Pero no me gustaría repetir la jugada y seguir sin obtener nada a cambio. Así que si alguno de vosotros ha pasado por la misma experiencia o similar con este videojuego, agradecería cualquier tipo de indicación al respecto.

Circulen, aquí no ha pasado nada.
 

Enviado por Manu a las 4:35 PM | Comentarios (8)
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24 de Mayo 2005

El alemán cabrón

Resulta que no soy el único que, de un tiempo a esta parte, nota que se va olvidando más de las cosas. Que le cuesta cada vez más recordar los nombres de la gente que le presentan o los detalles de las situaciones. A más gente de mi edad aproximada le ocurre lo mismo: la memoria no funciona igual que antes, los sucesos no se graban automáticamente, los datos cuestan más de retener. En realidad no se trata de un fenómeno generalizado, ni tampoco tan exagerado como en mi caso. No estamos en una situación estilo Shaun of the dead, no es que haya una plaga de casi-treintañeros casi-zombies diciendo "coño, aquello de que era malo masturbarse tanto no iba errado después de todo... ceeereeebrooosss...". Pero sí hay que admitir que se da una tendencia clara hacia hacia el descuido, hacia el "¿qué hice anoche?". Hacia el caos. Así que, con la capacidad de generalización irreflexiva que me caracteriza y que tantos amiguitos me ha procurado últimamente, me lanzo a la piscina con una nueva entrega de Teorías Inconsistentes de Manu (TM).

No es que olvidemos más de lo que lo hacíamos a los veinte. Nuestros cerebros, pese a todos los kame-hame-has que han soportado, no han podido degenerar tanto en siete u ocho años como para no recordar un nombre cinco minutos después de escucharlo. Pienso que el problema es más bien de actitud, como cuando uno es torpe por despistado pero puede apañárselas para caminar sin sembrar el caos sólo con fijarse un poco en lo que hace. No nos interesan tanto las cosas ahora como hace diez años, cuando todo era importantísimo y nuevo y especial. Cualquier nombre que nos dijeran se registraba porque era una incógnita sobre la que no teníamos pistas, y cualquier fiesta era un hito en nuestra historia personal. Ahora, sin embargo, mientras que ahora tendemos a pensar estadísticamente, con cierto cinismo, y sabemos por experiencia propia que hay mucho gilipollas suelto y que los sábados por la noche tienden a parecerse entre sí. Así que no arriesgamos tan a la ligera la capacidad de almacenamiento y nuestro inconsciente nos lleva por el camino de "el tiempo dirá si merece la pena". Tal vez esa persona termine entrando en nuestra vida y tal vez este sábado sea memorable, pero lo decidiremos a posteriori, muchas gracias.

Saber dónde has dejado el tabaco es importante cuando no quieres que lo encuentren tus padres, pero no tanto cuando te la trae al pairo. Así que la certeza con la que un chavalín sabe donde están algunas cosas en todo momento se va desvaneciendo con el tiempo. Hemos soltado tantas veces la chaqueta (o las llaves, o los dados de diez) por ahí que no somos capaces de recordar dónde la pusimos hace cinco segundos. Yo, personalmente, estoy tan acostumbrado a llevarme agua a la cama cuando vuelvo de fiesta que he llegado a acumular seis botellas medio vacías durante las fiestas de Castellón, hasta que la escasez en las reservas comunitarias de la cocina puso el grito en el cielo. Hemos mecanizado demasiadas maniobras y, al no ponerles atención, no las grabamos en la memoria. Pero por suerte compensamos esa carencia con cierto autoconocimiento. Ni idea de dónde dejé el mando a distancia, pero es probable que se haya colado en ese sofá. El DVD, encima del reproductor, sin duda. Y claro, así nos confiamos y seguimos almacenando cada vez menos cosas en el disco duro. Optimizando. O no.

No sé si es un proceso inevitable. No sé si aquello que se hinchaban la boca en llamar generación X está igual de abocada a caer en las garras del alemán cabrón que todas las anteriores. No sé si al final los del nombrecito iban a tener razón y resulta que pasamos tanto de todo, colega, que nos olvidamos hasta de respirar. O si la continuada masturbación sin medida terminará por dejarnos con memoria de pez. Pero si queremos llegar a los treinta y cinco sin parecernos demasiado a Shaun (¡eh! ¡vayamos al Winchester!) igual es el momento de tomar cartas en el asunto. O igual todo esto es sólo cosa mía, claro.
 

Enviado por Manu a las 1:09 AM | Comentarios (21)
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5 de Mayo 2005

Haiku

Yo te la hinco
cinco cinco del cinco
ahí va eso
 
Enviado por Manu a las 5:55 AM | Comentarios (3)
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Sábado y lunes

Cualquiera que tenga la más mínima idea sobre como funciona el mundo debía sospecharlo ya, pero ha tenido que venir Mario Picazo en los informativos de madrugada de Telecinco a darnos la razón. Se confirman las peores sospechas: al menos en las ciudades, el día más lluvioso de la semana es... (pausa para adivinarlo mediante la introspección cínica)... el sábado. La afirmación se basa en datos pluviométricos tomados durante los últimos sesenta años (las primeras cifras son de 1946), que no dejan lugar a ninguna duda. Los sábados llueve un 22% más que el día que registra los datos más bajos. ¿Y a que nadie adivina cuál es ese día más soleado y bonito de la semana? Venga, que ya no hacen falta pausas. ¡Premio para la señora, el lunes, claro que sí!

Parece ser que este enorme desfase semanal en las precipitaciones obedece a factores de polución atmosférica. La contaminación de las fábricas se acumula durante la semana y, por alguna razón que Mario Picazo ha dado pero se me pasó por alto, explota justamente los sábados. De ahí también que el primer día de la semana sea el menos lluvioso, claro: la atmósfera ya ha soltado lo que tenía que soltar, ha reventado el fin de semana y se reserva para el siguiente. En otras palabras, los mismos responsables de que la mayoría odiemos tanto los lunes (esos señores malos, malos, gordos, con traje, que se reúnen fumando puros en habitaciones lujosas y secretas para hacernos vender el alma al trabajo) son culpables también de que, para colmo, si el sábado llovía, hoy lunes a las ocho de la mañana la atmósfera esté fresca y caiga un sol radiante de camino al trabajo. Encima recochineo.

La moraleja del cuento es que habría que contaminar menos. Pero también podría ser que los soleados y alegres lunes deberían ser declarados parte de ese fin de semana de tres días -sueldo íntegro, por supuesto- que ya deberíamos haber impuesto hace años; al fin y al cabo, nosotros somos más. O que la Clase Trabajadora debe analizar el problema, repartir plásticos y organizar turnos para quemarlos al aire libre y emitir unos niveles de contaminación controlada que permitan que el día más lluvioso pase a ser el lunes y, ya que toca pencar, que llueva sobre mojado. ¡Contra la opresión capitalista, contaminación popular! O, tal vez la moraleja más apropiada, que estar despierto a las tres de la mañana mirando los informativos no puede ser bueno para la salud mental. Pero te ríes.
 

Enviado por Manu a las 3:12 AM | Comentarios (4)
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2 de Mayo 2005

Pantallazo azul

Viña Rock 2005, viernes por la noche. Villarrobledo. Un cartel espectacular, que casi hace que los 50 euros que cuesta una pulserita roja de papel se paguen a gusto. Un tiempo estupendo. Los Def Con Dos, en el escenario, acaban de tocar Pánico a una muerte ridícula y se disponen a afrontar la recta final de su concierto. A mitad de canción, se desvanece el sonido. El grupo musical tarda un poco en darse cuenta porque al parecer sus monitores sí funcionan y ellos siguen escuchándose. Se quedan un momento parados sobre el escenario con cara de gilipollas y entonces el público cae en la cuenta: les han cortado el sonido. A media canción. Casi al mismo tiempo, las pantallas gigantes muestran un mensaje en letras blancas sobre fondo azul:

Toma respeto

En el escenario de al lado, el siguiente grupo (creo que era Molotov, pero hoy no confío demasiado en mi memoria) empieza a tocar.

El pantallazo azul con que el Viña ha despedido todos sus conciertos de este año se ha cargado de un plumazo el espíritu del festival. Ha borrado del mapa algunas situaciones entrañables, como la de estar cagándote en el grupo que toca antes del que tú quieres ver mientras la gente que tienes al lado se lo goza a lo loco. Ha barrido por completo los bises, que marcan la diferencia entre un concierto del montón y uno épico. Algunos grupos se han quedado sin tocar sus mejores canciones, aunque supongo que la organización razonará que la culpa es suya por colocarlas al final del espectáculo. Hay que ver qué cosas tienen estos músicos. Y quienes no han reescrito su lista de canciones, quienes no se han adaptado a la política del "ni un minuto más", se han quedado sin sonido.

Vale, podía ser un coñazo que un grupo muermo prolongara su concierto hasta la náusea, pero esta solución de apagar los altavoces es como matar moscas a cañonazos. Este remedio es peor que la enfermedad. Y, no nos engañemos, no es que sea una medida precisamente rockera. No me hubiera extrañado del FIB, pero sí de un festival que en esta edición se pavoneaba de tener en cartel a Sepultura. De todos modos, incluso aceptando "cuadrícula" como forma de optimizar la diversión, lo de O'Funkillo no tuvo nombre. Viña Rock 2005, sábado por la noche. Último concierto. Los andaluces consiguen levantar ("treinta mil hippies, ¡sesenta mil cuernos!") a un público muerto de cansancio, que lleva bebiendo y saltando desde antes de las cinco de la tarde. Tras hora y media de concierto, el cantante dice que solamente quedan cinco minutos de música y que hay que aprovacharlos para montarla bien gorda. Pero no cuela el farol. Se queda un momento mirando a un lado y dice por el micro: "Quillo, déjanos un minutito de sonido aunque sea". Pausa. O'Funkillo decide jugar su última baza. Un. Dos. Un, dos, tres, y... silencio. Saltos en el escenario, público indignado, peña embrutesía.

¿Qué respeto llevó a los iluminados de Matarile a darle al interruptor? ¿El respeto al público? Pues a juzgar por los silbidos y los "hijooos de puuuta", el público estaba por la labor de continuar la fiesta. ¿Por respeto a los músicos? ¿A qué músicos? Ya no quedaba ningún otro grupo por tocar y los O'Funkillo querían seguir. ¿Dónde estaba el problema? ¿En los kilowatios? ¿En los decibelios? ¿En los euros? Pues habernos cobrado cincuenta céntimos más a cada uno, leche.

Pese a todo, el festival estuvo de puta madre. Hubo buenos conciertos, hubo fiesta, hubo alcohol. Hubo persecuciones con los seguridades. Hubo cervecitas en el pueblo, a la sombra. Hubo buen ambiente, hubo gente estupenda. Lástima que tuviera que ser la organización quien empañara un festival rock cojonudo.
 

Enviado por Manu a las 10:44 PM | Comentarios (3)
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