Señoras, señores, terminó oficialmente mi mes de ausencia de internet. No es que haya sido nada premeditado, pero las circunstancias (el trabajo por las mañanas, las vacaciones en Cabo de Gata, el hecho de que Bego ya no vive cerca de casa y no puedo usar la conexión que compartíamos) me han mantenido apartado de mis obligaciones en la red durante más tiempo del que hubiera querido. No es que la situación vaya a estar mucho mejor hasta que el Doctor Maligno y yo nos decidamos a conectarnos desde casa, pero sí cuento con algunos recursos que, al menos, me permitirán frecuentar el ciberespacio de marras de vez en cuando hasta que eso ocurra.
Durante estos días voy a colocar las entradas y alguna foto que otra correspondientes a los días que nos pasamos haciendo el hippie por Albacete y Almería, aunque posiblemente lo alterne con entradas actuales cagándome en todo lo que se menea, que ya voy teniendo el apretón y, seamos realistas, hay mucho en lo que cagarse. También debería presentar en sociedad a Flash, mi nueva compi de piso (sexo desconocido). Y reseñar Thud! de Terry Pratchett tan pronto como me llegue, que será la semana que viene. Y probablemente dejarme de declarar intenciones (como si no supiéramos todos lo que ocurre después) y largarme un rato por ahí a vivir la vida, que es lo que voy a hacer ahora mismo.
Que vosotros también os lo disfrutéis a gusto.
Mi segundo animal tótem fue la gripe. A primera vista puede parecer triste que tu espíritu guía sea una enfermedad contagiosa, pero hay tótems mucho más débiles: sin ir más lejos, me sé de alguien que escogió como animal totémico a Toallín (TM), y Toallín no puede asaltarte desde un cigarro compartido ni desde un beso ni desde un estornudo ni desde debajo de una seta. De la gripe aprendí adaptabilidad y capacidad de infiltración, características de las que no hacía gala precisamente la roca. Pero no terminó de convencerme la idea de que mi modo de vida se relacionara con el de una nube cada vez mayor de microorganismos hiperadaptables. Abandoné las enseñanzas de la gripe y seguí mi camino.
Tras renunciar a dos espíritus tan poderosos como la roca y la gripe, mi juicio se nubló y veía posibles tótems por todas partes: el bien, la creencia erronea de que amanecería justo por allí, los autodefinidos. Pero poco podía aprender de ellos que no supiera ya. Así que me uní en la orilla a quien estaba haciéndose una con el mar, dejando que la arena mojada de la playa la absorbiera y se uniera a su esencia.
Y sin saber como, de pronto estaba en pelotas enmedio de nuestro pequeño fragmento circular de Mediterráneo con una roca en el centro, buceando como un delfín (aunque saliendo bastante a menudo a la superficie a por oxígeno y luz de luna creciente). Y recordé una conversación de aquella misma tarde. Y entonces supe con seguridad cuál era mi animal tótem. Y también supe que no lo había elegido yo sino él a mí, que es como deben ser las cosas en estas situaciones de búsqueda de espíritus guía.
El Delfín Telepático es un animal totémico cojonudo. Y además es mucho mejor medio de transporte acuático que una lancha.
Y quien diga que no, que me lo diga en la calle.
... para robar tenedores.
Lo único que teníamos claro era que no había intención de pagar por dormir, cosa completamente lógica si se piensa un poco pero que se practica menos de lo que debiera. Eso, y que el viaje tendría por destino las muy, muy soleadas tierras del sur de la península. Como poco, tocaríamos pared en el Mediterráneo mirando a África antes de volver.
Pero la primera parada tras la reunión tenía que ser en cierto pueblecito albaceteño donde se produce un licor de orujo con miel que necesitábamos como parte fundamental de nuestro abastecimiento. Y ya en tierras manchegas comunicadas por carretera de montaña, nos acercamos a determinado bar del pueblo donde sabíamos por experiencias anteriores que nos sería posible conseguir tan preciado elixir. El camarero no recordaba nuestra anterior visita, más de un año atrás, y tal vez por ello nos miró con suspicacia (putoz jipiz) cuando le pedimos orujo e indicaciones para llegar a cierto paraje cercano donde nos habían recomendado que pasáramos la noche. Conseguimos tres botellas de licor y nos hicimos el firme propósito de consumirlas durante el viaje y regresar a la vuelta para comprar más y poder afrontar así el duro año que se avecinaba entre excursiones. Pero respecto al lugar para dormir, o él nos indicó mal o nosotros le entendimos mal, o tal vez buscar desvíos de noche en carretera todavía no fuera lo nuestro; en cualquier caso, recorrimos un buen número de pueblos de la sierra en busca de unos metros cuadrados de terreno llano junto al río Mundo. La suerte, como de costumbre, se puso de nuestra parte. Es demasiado fácil acostumbrarse a ella.
Al cabo de poco tiempo, los insectos deciden que tampoco sois tan interesantes como parecía y te dejan en paz. El río sigue tragando agua helada. La ruta Madrid-Alicante sigue su curso hacia el mar. La Osa Mayor sigue en busca y captura.
Y tú te duermes.
O no.
Morella de nuevo. Nivel 2, pequeñines, lo cual significa que un servidor lleva diez años dando la vuelta a la comarca cada último fin de semana de julio. Y como siempre que toca Aplec dels Ports en pueblo grande, parece que todo esté organizado para que los campistas lo pisen lo menos posible y vayan directos de las tiendas a la barra de al lado, de ahí a la zona de actuaciones y de ahí otra vez a las tiendas. Y para que no te libres de escuchar los megahits del verano ni un fin de semana, cosa que nunca ocurre cuando la acampada la organiza un pueblo pequeño. Pese a todo, siempre quedan irreductibles dispuestos a incluir un par de círculos del infierno más en la tradicional ruta de siete.
Todavía no he pensado del todo qué conjuros mejorar con los puntos de desarrollo que obtuve al subir de nivel bajo la lluvia. Un par de crucecitas en Equilibrio Etílico Campo A Través, otras dos en Hacer La Jugada Del Ticket, una en Dormir Cuando Hace Sol, otra en Retrasar La Acidez, la última en Transformar Callejones En Parques De Atracciones. Ninguna magia que no pueda llevar a cabo cualquier Nivel 1 que os crucéis por el camino, aunque sea a menor escala. Pero es que los sortilegios especiales de Nivel 2 no son para los oídos de cualquiera, por mucho que puedan ejecutarse casi abiertamente y sin que apenas nadie se dé cuenta. La sutileza y, sobre todo, la dignidad son sus características principales. En su secreto radica su fuerza, mis jóvenes discípulos. No intentéis comprenderlo.
Y aunque últimamente nos asusten las mañanas y huyamos al pueblo de al lado en busca de sombra y piscina, aunque a este ritmo no vayamos a vivir lo suficiente como para llegar a Nivel 3, sigue valiendo la pena subir un poco al norte y para arriba cada último fin de semana de julio para cargar hasta los topes las reservas de maná. Que luego la vida es muy puta.