Los signos están claros. Las profecías se cumplen. La bestia del mar sube con sus siete cabezas y sus diez cuernos con diademas y el blog oficial de Google ha sido hackeado por un estudiante.
La historia ha ocurrido hace poco, así que no se sabe demasiado. Según una supuesta conversacón entre el autor y un colega suyo publicada aquí, el tipo adivinó la contraseña del blog (al parecer era algo que tenía que ver con Longhorn, el nombre que iba a recibir el nuevo sistema operativo de Mocosoft), entró y lo borró enterito. Acto seguido registró de nuevo el nombre del blog para sí mismo y se puso a chatear con su colega a ver si encontraban alguna forma de rentabilizar el cuarto de hora de fama que esto iba a proporcionarles. Y lo peor de todo es que no se les ocurrió nada mejor que esperar a que Slashdot reseñara la jugada, cosa que creo que todavía no ha hecho, y aprovechar el aluvión de visitas con el sistema de anuncios del propio Google. Si la conversación es verídica, hay que ser muy patán.
La explicación de Google, sin embargo, es que ellos mismos borraron el weblog por accidente y que alguien aprovechó el pantallazo de "este blog no existe" para registrarlo y, sí, tener su cuarto de hora de fama. Pero que esto no supone ninguna vulnerabilidad general de todo Blogger ante los hackers y tal y cual y esto y lo otro. En pocas palabras, que le dieron al botón que no era y alguien se la jugó. Si la explicación es verídica, hay que ser muy patán.
En todo caso, durante un corto periodo de tiempo el blog de Google tuvo este aspecto:
Lo cual, como decía al principio, nos lleva inexorablemente a la conclusión de que el fin del mundo está cerca. Eso y la existencia de Lordi, el grupo heavy metal de orcos finlandeses que irá a Eurovisión este año, claro.
Dos fines de semana largos e intensos dan para muchas historias, pero la mayoría son inenarrables, que es el Quinto Estado de la Materia que todavía no han descubierto los físicos. Sólido, líquido, gas, plasma e inenarrable.
Una nueva ley de la Generalitat Valenciana nos pilló con el pie cambiado y no tuvimos tiempo de urdir un plan para dar de alta la luz eléctrica de la colla, que es como se llama por aquí tanto a un grupo de amigos como al local, normalmente una planta baja, que éste alquila en fiestas para agasajar (léase "emborrachar") a propios y ajenos. Ante la perspectiva de volver a la era victoriana en una especie de Magdalena By Gaslight (y en consecuencia dejarnos una pasta considerable saliendo por ahí durante gran parte de cada noche), decidimos apechugar y alquilar otro que ya la tuviera dada de alta. O algo similar, que no lo recuerdo muy bien por culpa del alcohol y esas cosas. Salió bien el invento, aunque sufrimos un par de apagones al principio y cierto problemilla con la verja al final.
Lo que triunfó algo menos, como cada año, fue nuestro malévolo plan para conseguir que las fiestas fundacionales prosiguieran hasta el apocalipsis hepático. En teoría la Magdalena no termina hasta que la Reina de las Fiestas grita emocionada "¡Magdalena!" desde el balcón del Ayuntamiento y el pueblo congregado en la plaza le responde, enfervorecido: "¡Vítol!" Lo cual significa que algo tan sencillo como evitar que la Reina diga su palabreja significará que, simplemente, el jolgorio no termina. Y de ahí nuestro plan de secuestrarla amigablemente durante algún acto oficial, llevarla a la colla y mantenerla aturdida a base de alcohol mientras nuestra propia Reina, elegida democráticamente entre los miembros de la colla, toma su lugar. Y, llegado el momento, dice cualquier cosa que no sea "Magdalena" y huye con los faldones tradicionales arremangados para no volver a ser vista jamás. Creo que entre una cosa y la otra se nos olvidó ejecutar un par de partes del plan, como el secuestro y el reemplazo. La dominación global tendrá que esperar otro año.
Y rozando ya el Quinto Estado, aquí va una de las imágenes más dantescas de la semana:
La barriguita no es mía, y supongo que la imagen no hará gracia a nadie que no se sepa el chiste original. Alcohol, humor soez y planes malévolos: ¿quién da más?
Nota: Por si interesa a alguien, he decidido hacer público de una vez el Ocalimocho 4.0 que tantos ratos nos ha hecho pasar a lo largo de los años, pero esperaré a crear una versión 4.1 abierta (es decir, sin chistes privados) y con manual de instrucciones, que la cosa se ha ido complicando bastante desde la versión 2.0. De momento ya he localizado los archivos originales y el programa que utilicé para crearlo (Adobe InDesign, qué cosas). Stay tuned for more rock'n'roll.
No sé si ocurrirá en el resto de la famosa piel de toro, pero de un tiempo a esta parte parece que las autoridades democráticamente elegidas han decidido acabar con la fiesta nocturna en la Comunidad Valenciana. No es que hayan estado nunca demasiado a favor, pero últimamente se han puesto las pilas multando a bares y pubs por esto y por lo otro (y por lo de más allá también), haciéndoles cumplir a rajatabla el horario de cierre y, en pocas palabras, metiéndoles el miedo en el cuerpo. Yo pensaba que era solamente cosa de Castellón y lo achacaba a que (1) últimamente se está creando una zonilla punk-rock con cuatro o cinco pubs que hay que tener controlados no vaya a gestarse allí una revuelta anarcosindicalista y (2) Castellón bien podría llamarse Fabralandia a efectos prácticos (podéis escribir "Fabra cacique" en Google para haceros una idea). Pero no. Valencia está igual y, lo que es más preocupante para alguien a alguien a quien Valencia no le gusta mucho de todas formas para salir, Alicante también. Cuando uno escucha que en el Jendrix ya no dejan fumar y cierra a las cinco de la mañana es que algo anda mal. Es como si de repente Sofía Mazagatos dijera una frase inteligente: va contra el orden natural de las cosas.
Como de costumbre en los casos en que la diversión se enfrenta al descanso de los vecinos, esto tiene difícil solución. Pero da lo mismo porque las autoridades de la Comunidad Valenciana ni siquiera se plantean pensar más allá de la consabida acción policial, como si alguna vez hubiera servido para algo. La cosa está tan mal que un amigo lanzaba al aire el otro día la idea de plantarnos todos delante de casa del alcalde a las tres de la mañana los sábados, cuando nos echen de todos los garitos. Sin bebida, sin nada ilegal en los bolsillos, casi con la papela en la boca para no acabar en comisaría. Simplemente un par de horitas cada sábado allí charlando, a ver si el alcalde prefiere tenernos en su calle o en bares y pubs que, por ley, deben estar insonorizados. Y hoy mismo acaba de llegarme la siguiente convocatoria por correo electrónico:
P.D.: Si llueve, se pospone para el viernes siguiente.
P.P.D.: Traed algo para beber :P
Cosa que no estaría mal si no fuera porque el viernes 24 cae en plenas fiestas de la Magdalena, así que el eco mediático del botellón se diluirá entre el ruido de fondo de las ingentes cantidades de alcohol que, de todas formas, van a consumirse durante toda la semana en la ciudad. Además de que no habría que enfocar la convocatoria como competencia contra los borrachos de Sevilla (es evidente que les apalizamos, no hay nada que demostrar), sino como dedo corazón extendido hacia las Fuerzas del Orden y la Sobriedad. Y en la única semana del año en la que es perfectamente legal beber en la calle, más bien parecerá que normalmente se nos encoge el culito cuando vemos una placa y una porra, así que aprovechamos la coyuntura para fingir que somos unos machotes cuando no hay ningún peligro real.
Puede ser divertido, de todas formas. Pero servirá de bien poco.
Anoche me contó una amiga (que parece que disfrute viviendo en Brasil y sintiéndose añorada) la barrabasada que gastaron a unos estudiantes novatos en la universidad. Da gusto que se sigan haciendo esas cosas, sobre todo para alguien (como yo) en cuya propia universidad se sustituyeron las novatadas por una especie de Fiesta de Bienvenida que, a medida que pasaban los años, se iba haciendo cada vez más descafeinada.
Mi amiga, investigadora sin labores docentes, entró en la clase de los novatos haciéndose pasar por su profesora de la asignatura que fuera. Supongo que borraría la pizarra y se presentaría. Lo primero que les dijo es que esa clase sería en castellano, no en portugués: al parecer los alumnos tienen clases de idiomas, así que no les vendría mal practicar. Antes de que las caras de desazón se generalizaran del todo, no contenta con ello, les informó de que, de todos modos, los apuntes de la pizarra estarían en inglés porque es el idioma en el que están escritos todos los artículos importantes sobre matemáticas. Hablar en castellano, tomar apuntes en inglés. Maravilloso.
Pero coló. Durante un cuarto de hora o veinte minutos, mi maligna amiga se dedicó a reñir a gente por llegar tarde y a hacer callar los grupitos que comentaban la jugada entre temerosos susurros. Todo ello en castellano y (supongo) escribiendo en inglés en la pizarra. Una jugada maestra que se tragaron enterita con patatas. El único fallo en su plan es la falta de documentación gráfica o sonora: a mí jamás se me ocurriría tramar algo así sin pensar en grabarlo para futuro uso y disfrute.
El universo, niños y niñas, no tiende a expandirse sino a hacerse light, descafeinado, libre de humos, políticamente correcto y sin alcohol. No quiero ni pensar lo que ocurrirá cuando, en otros cincuenta años o así, el planeta alcance el nivel de amuermamiento crítico. Seguro que implosiona, que mami naturaleza nos castiga por coñazos. Por eso estas historias y otras mucho más crueles (marcar con rotulador y subastar a los novatos, por ejemplo, como se hacía en Ingeniería Química de la universidad de Castellón) siempre tendrán ese encanto del viejo estilo.
Saldrá en junio si no hay ningún problema. Las actuales líneas de investigación son: mitología judía, heráldica y frases de Sherlock Holmes. Y la forma de escribir del capitán Zanahoria, claro...
Las vueltas que da la vida, el destino se burla de ti. Hace unos cuantos años heredé algunos libros del Club de Joe, el ático okupado de casa de un amigo donde íbamos a emborracharnos y a... bueno, básicamente a emborracharnos todos los fines de semana. Yo quería quedarme con The SAS Survival Handbook (y aún lo quiero) cuando hubo que deshacerse de la biblioteca, pero no pudo ser. Y en el saqueo me tocó, entre otros, The Holy Blood and the Holy Grail. En ese libro se exponía una teoría conspiranoica en la que el linaje de Jesucristo (que por supuesto tuvo descendencia) se entrecruzaba con la línea real de los merovingios a lo largo de los siglos y llegaba hasta nuestros días, protegida por templarios y masones en la sombra y atacada por el Vaticano, ansioso por erradicar la línea de sangre que, potencialmente, podría desacreditar todas las tesis católicas si saliera a la luz. The Holy Blood se presentaba como un tratado histórico, con notas al pie y referencias a una bibliografía bastante extensa. El libro estaba entretenido y, anque los autores especulaban bastante, la historia por lo menos mantenía la suspensión de la incredulidad.
Así que cuando unos años más tarde, con el Club de Joe ya clausurado definitivamente, leí El Código da Vinci no es de extrañar que no me sorprendieran demasiado sus controvertidas e incendiarias tesis. Cuando el autor procuraba crear un ambiente secretista y hermético (en plan "Esto te lo revelaré más tarde porque no creo que estés preparada todavía para la verdad, nena") yo miraba las letras por encima del hombro, seguía leyendo sin inmutarme y así, en frío, me daba cuenta de que era un libro escrito con el famoso Tiralíneas Universal de BestsellersTM. Igual que el otro libro de Dan Brown, ese tan demencial de la bomba de energía negativa y los Illuminati. E igual también que cualquiera, supongo, de las noveluchas con encuadernación espectacular que han brotado como setas últimamente con el tema de las conspiraciones religiosas medievales para ver si se pueden subir al carro. La sensación de superioridad mientras se lee es muy mala y solamente debe experimentarse en condiciones controladas, niños.
Pero ahora resulta que los autores de The Holy Blood and the Holy Grail han decidido demandar a Danny por plagio. Muy bonito: unos tipos escriben un libro en plan revelación de la verdad absoluta, un sesuso tratado histórico con su bibliografía y todo, y cuando alguien se lo toma lo bastante en serio como para cargarlo en el Tiralíneas Universal de BestellersTM, hala, denuncia al canto. En fin, que les aproveche la publicidad: hay libros mucho peores por ahí. Y al fin y al cabo, ya puestos en modo conspiranoico, seguro que los agentes de Brown pincharon al Vaticano en su momento para que se decidiera a incluir El Código en la lista de libros prohibidos por la Santa Madre Iglesia que, como decía Juan José Millás, hasta ese momento no era una mala lista de recomendaciones. En todos los hornos cuecen habas y nadie escribe algo como El Código si no busca controversia y, por tanto, publicidad.
Así que, como parece que hay que decantarse por alguien en esta chorripollez de los best-sellers controvertidos, yo digo que Dan Brown se lo andaba buscando por mierdón. Aunque los que le hayan puesto la denuncia sean unos chivatos y unos lloricas (y, por tanto, otros mierdones). Que Dan Brown haga lo que le dé la gana con las dos tazas de su propio caldo.
(Ah, sí. Si alguien tenía pensado leer la novelita de marras próximamente y este artículo sin aviso previo de Spoilers le ha reventado la trama, mis disculpas. Pero casi que mejor para él: así se ahorra el dinero y puede invertirlo en empezarse Azogue, de Neal Stephenson. Eso sí que es una buena novela histórica.)