29 de Septiembre 2004

Pijita Reloaded

Increíble pero cierto. El individuo que se inventa los mensajes del chat de la tele ha decidido crear la Saga de la Pijita Incansable. Nos perdimos el primer capítulo. El segundo está en un post anterior. Creo que también nos falta el tercero. Y esta noche hemos cazado el cuarto, aunque no quedaban pilas en la cámara y he tenido que hacer un pequeño montaje para evitar que el mundo se quede sin esta maravilla literaria:

Revenge of the pijita
Pija. Hola, vulgares, de nuevo. Ayer follé a dos vulgares en mi Golf. Hoy quiero por delante, detrás y comiendo polla. ¿Quién se ofrece? Manda SMS con nombre, edad.

Que conste que hay gente que hace cosas todavía más absurdas que yo cuando se aburre. Tal vez no mucha, pero la hay. Sin ir más lejos, el encargado de escribir esos textos de ficción en la tele. O cualquiera que quiera apostar conmigo (triple contra sencillo y voy a la ruina) a que la pijita acabará invitando a una segunda pijita a sus fiestas, que la vulgaridad atrae mucho en según qué ambientes. Seguiremos informando.
 

Enviado por Manu a las 10:50 PM | Comentarios (10)
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27 de Septiembre 2004

Soy un apagafuegos

Habría que conocer a la persona que escribe estos textos para hacer que la gente pique y se gaste sus 0,90€ en contestar a la tele:

Tatu
[Palabro incomprensible] Tengo tatoo escondido, ¿quién me lo encuentra? Sara, 20, salida desde los 13. Conoce mi cuerpo, miles de chicos lo han hecho ya conmigo.

Bombero
Julio, bombero, se ofrece a chicos para comeros la polla. Soy un apagafuegos excelente, zona centro, tengo coche.

Pijita
Soy la pijita de ayer, qué guay, ayer follé a un vulgar y me gustó, guay guay, hoy quiero otro vulgar para probar anal. Vulgares, mandadme SMS a la TV y me follaréis en mi jacuzzi.

Y es que además de tener cierta gracia, la gente pica.
 

Enviado por Manu a las 11:35 PM | Comentarios (0)
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25 de Septiembre 2004

Esos Siniestro

Catarroja, 24 de septiembre de 2004. Final de gira de los Siniestro Total en el pueblo, ni ellos mismos sabían muy bien por qué. Gratis. Sobre el escenario, tras unas cuantas de las canciones antiguas que confirmaban los rumores de que volvían a tocarlas, Julián Hernández empieza a largar sobre el famoso, y de moda últimamente, conflicto sobre si el valenciano es o no la misma lengua que el catalán, que lo es. Su solución consiste en unificar los dos en un solo idioma, y ese idioma tiene que ser el francés. Abucheos entre el público, carcajadas en según qué sectores. "Y la siguiente canción es en francés, un, dos, tres".

siniestro.gif

¿Qué es el ser?
¿Qué es la esencia?
¿Qué es la nada?
¿Qué es la eternidad?
¿Somos alma? ¿Somos materia?
¿Somos sólo fruto del azar?
¿Es eficaz el carbono 14?
¿Es nuestro antepasado el hombre de Orce?

¿Quiénes somos?, ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos?

Etcétera...

El existencialismo no combina bien con el valencianismo rancio radical, pero el resultado siempre es gracioso. Y ya me corregirá mi amigo y vecino el Doctor Maldad si me confundo de canción, que mi retentiva tampoco estaba para muchos trotes. Gran noche, sí señor.
 

Enviado por Manu a las 9:19 PM | Comentarios (6)
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23 de Septiembre 2004

Fight!

Ayer, de nuevo, estuve poniendo carteles para dar clases particulares. Salí de casa y empapelé medio Burjassot de camino a Godella, que como no tiene facultad de matemáticas supone menos competencia. Al principio repasé los lugares donde ya había puesto carteles la semana pasada. Muchos de ellos habían desaparecido de los lugares típicos (cabinas telefónicas, farolas, sitios donde por alguna razón no muy bien explicada molestan a alguien), pero también había volado uno del tablón de Expressió Lliure que pone el ayuntamiento. Lo repuse sin darle mayor importancia, como todos.

Pero cuando siguió el paseo fui consciente de que me había salido competencia en mi propia zona. Muchas farolas tenían carteles de otra persona dispuesta a dar clases particulares de matemáticas. No los arranqué. Pero entonces caí en que probablemente fuera este individuo quien arrancó el cartel que decía antes, y que no puso uno suyo para que entonces no empezara yo a quitárselos. El famoso "tirar la piedra y esconder la mano". No estaba seguro, claro, pero era una hipótesis razonable.

Poner carteles para dar clases tiene algo de estrategia militar. También se basa en el principio de "si pongo muchísimos carteles, sobrevivirán los suficientes para alcanzar el objetivo". Hay que tener claro ese objetivo, que no son los alumnos (se rigen por el mínimo esfuerzo y no quieren profesores particulares) sino sus padres. De ahí que no haya que buscar colegios e institutos, sino panaderías y supermercados. Tampoco conviene plagar las farolas y los espacios públicos a menos que se trate de una zona que te interesa mucho, normalmente porque está muy cercana a tu casa o porque es de gente de pasta a la que puedes sacar 15€ la hora por enseñar a sumar fracciones. En las farolas hay que estar muy encima reponiendo, porque normalmente los carteles no pasan de los dos días. Interesa mucho más dejarlos en tiendas de alimentación o videoclubs después de pedir permiso al encargado, porque sabes que allí se quedarán una semana como mínimo. Arrancar carteles de otras personas y poner los tuyos suele ser contraproducente porque es una declaración de guerra, y entonces la otra persona adopta la misma estrategia y es un sinvivir y un gasto nada desdeñable en rollos de celofán. Por no hablar del mal rollito si un día os cruzáis.

Por eso precisamente decidí no responder a la agresión. Porque al fin y al cabo no somos competencia directa del todo (yo también doy física, química e inglés), porque tampoco creo que llame mucha gente como resultado de esos carteles en esa zona y, sobre todo, porque esto no es una guerra. Prefiero anexionarme otros territorios más rentables (irme a los alrededores de la universidad pija de Moncada como haré mañana, por ejemplo) o menos explotados (recorrido de tres o cuatro estaciones cercanas del tranvía) que enzarzarme con alguien en mi misma situación. Aunque ni siquiera se le haya ocurrido optimizar el tamaño de los anuncios para que quepan dos en un folio y se sigan leyendo mejor.

Ahora, como me sigan desapareciendo carteles sospechosos, que se prepare. Que aunque acabe de desvelar mi estrategia pacifista del buen rollito aquí, también sé jugar sucio.
 

Enviado por Manu a las 8:19 PM | Comentarios (6)
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21 de Septiembre 2004

Alzheimer

Ando buscando trabajo, creo que ya lo había comentado. Me estoy dando unos días para encontrar algo de lo mío (enseñar) y la semana que viene, cuando haya fracasado, buscaré cualquier trabajo de media jornada o jornada intensiva con el que pueda cobrar una cantidad fija al mes. Quién me ha visto y quién me ve, sí, ya, pero es que mi casera no comprende mi filosofía vital y no me perdona el alquiler. El caso es que, entre excursiones a academias y sesiones de pegada de carteles para ir tirando de clases particulares mientras busco, todavía tengo algo de tiempo libre. Y cuando no escribo cosas para poner aquí ni subo niveles a Carod-Rovira en el Baldur's Gate (otro día colgaré un pantallazo muy gracioso que tengo), veo un poco la tele.

Hoy en las noticias de Antena 3 hablaban del alzheimer. En el reportaje se decían obviedades: que es muy caro cuidar a alguien con la enfermedad, que de momento no hay cura y que se siguen desconociendo las causas que lo provocan. Muy bien. El siguiente reportaje era sobre la droga en España y, con ese gracejo característico de los telediarios, han querido enlazar las dos noticias diciendo algo así: "Una de las causas que podría provocar alzheimer a largo plazo es el consumo de cocaína". Que no lo dudo, porque al fin y al cabo la cocaína afecta al cerebro y el alzheimer es una enfermedad cerebral, pero ¿no habíamos quedado en que no se conocían las causas? Supongo que el proceso lógico del redactor de Antena 3 debía andar más por los derroteros de: "Las dos son cosas malísimas y caras, así que seguro que están relacionadas".

Ya puestos, también podrían haber dicho que realizar una labor repetitiva ocho horas diarias durante veinte años no debe ser muy bueno para el cerebro y que es posible que provoque o agrave el alzheimer a largo plazo. Pero entonces tendrían que haberse soltado con un reportaje sobre lo inhumano que es el mundo laboral y lo absurdo que es pasar un tercio de la vida de uno haciendo algo que ni siquiera te interesa demasiado. Pero la televisión no está aquí para provocar revoluciones ni para hacer pensar al personal, aunque a veces (pocas) lo consigan involuntariamente. Por tanto sigue currando, pasa de las drogas ilegales y reza por que te toque la Primitiva el jueves, chaval. Y si quieres ver las alternativas, ponte las tribus africanas en La 2 después de comer o algún reportaje sobre los sin techo en el Plus.

No hace mucho hablé aquí de otra perla de los telediarios de Antena 3 y alguien preguntaba en los comentarios por qué seguía viendo esas noticias. Yo creo que la respuesta es obvia.
 

Enviado por Manu a las 4:18 PM | Comentarios (2)
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20 de Septiembre 2004

Cuidadito con el gremio

La otra noche estuve acompañando a una amiga a urgencias por algo que luego resultó ser nada. En el ambulatorio de Burjassot estaba por todas partes el siguiente cartel:

Cartelito

Ante el que quisiera hacer algunas puntualizaciones:

  1. Yo hubiera puesto también en negritas las palabras "condición de autoridad" para que impresionara más. Y cursivas, versalitas y subrayadas, si me apuras.

  2. La amenaza del Colegio de Médicos me recuerda bastante a los gremios de Ankh-Morpork, sólo que no me imagino al Gremio de Ladrones andándose con la chorrada de la vía penal. Ni poniendo avisos.

  3. Llamadme demagogo, pero no me imagino yo un aviso análogo proveniente de casi ningún otro gremio: "El colegio de fruteros advierte que en caso de amenazas o agresiones aplicará el famoso Correctivo Del Calabacín al agresor, dada la condición de autoridad que es inherente al frutero en el ejercicio de sus funciones". No lo veo, no.

  4. Aun así, sigue dando más miedo el aviso del Gremio, uy perdón, del Colegio de Médicos. Sólo de imaginarme la cantidad de pasta que puede estar dispuesta a gastar esa gente en abogados, me entra el tembleque. Habiendo estetoscopios de por medio, ríase usted del Correctivo Del Calabacín.

Enviado por Manu a las 8:17 PM | Comentarios (2)
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18 de Septiembre 2004

Edimburgo

Comenzando volcado de memoria física...

En verano de 1994, cuando yo tenía 16 años, mis padres cometieron la imprudencia de permitir que me marchara un mes a Edimburgo. Por entonces la Generalitat Valenciana concedía becas para aprender inglés en el extranjero a los chavales que mejores notas sacaban en la asignatura, lo cual visto fríamente no tiene demasiado sentido. Pero yo conseguí una de aquellas becas, mis padres me dieron dinero de sobras para mis gastos y me subí a un avión con unos cuantos chavales de mi instituto y otros muchos de otros institutos, la mañana del 1 de julio.

La estancia en Edimburgo era en casas particulares, con familias que cobraban una cierta cantidad por acoger a los estudiantes extranjeros. Los que me tocaron a mí vivían en Portobello, un suburbio residencial pegado a la playa del Firth of Forth, donde también estaba nuestro instituto. Eran una pareja de borrachos de mucho cuidado, muy majos, con una hija pequeña que me odiaba un poco por ocupar la habitación de su hermano. Al llegar a su casa les entregué una botella de coñac del bueno, cortesía de mis padres. No duró: una semana después cociné una tortilla de patatas (typical Spanish, you know) para impresionar a una chica francesa y, cuando propuse hacer unos carajillos de postre, me dijeron que la botella había volado ya. Les gustaba beber vodka después de cenar. El hombre apostaba a los caballos a escondidas de su mujer y odiaba a los ingleses. Cuando le dije que el plan de actividades para el mes incluía una visita a Culloden Moor (lugar de una famosa victoria inglesa en las Highlands medievales) tuvo que pasarse media hora señalándome en un atlas los lugares donde Escocia "había pateado culos ingleses", para lo que les sirvió. Eran la familia perfecta para vivir un mes: no les preocupaba lo que hiciera ni a qué hora llegara a casa, con tal de que me calentara la cena yo mismo si pasaba de las siete de la tarde y les avisara si no iba a dormir. Sólo un pequeño contra, y es que la pobre mujer creyó que debía cocinar un plato típico escocés aunque fuera por una vez. Si alguien menciona alguna vez el Scottish pie en vuestra presencia, huid y no miréis atrás. Es un consejo.

Por la mañana teníamos clases de inglés en un instituto cuyos alumnos de verdad estaban de vacaciones. El examen del primer día me envió a la clase de nivel más alto, no en vano me aprendí las reglas del Rolemaster con 13 añitos, y allí Gabrielle (un italiano que firmaba con la runa "G" de Gandalf, le gustaba la misma canción de Spin Doctors que a mí y solía ir a tocar la guitarra al viejo foro romano) y yo nos hicimos amigos de la profesora. Era una australiana muy maja de 25 años que ponía a los empollones a hacer ejercicios y se pasaba las horas de clase hablando con nosotros, contando historias que yo al menos no tenía edad para saber. También en esto tuve suerte porque a la profe (¡mierda, no recuerdo el nombre!) le daba igual si G o yo llegábamos tarde o no nos presentábamos directamente, y eso nos daba una libertad considerable para montar fiestas nocturnas. Fiestas a las que la misma profesora vino en un par de ocasiones después de que yo le diera la brasa durante días, a ver si mi monitor ligaba con ella.

Había excursiones los fines de semana (al lago Ness, etcétera) y actividades casi todas las tardes. Algunas eran mejores que otras. De los dos monitores españoles que nos asignaron, me hice amigo del que tenía el criterio suficiente para preferir divertirse a seguir el programa a rajatabla. También le gustaba Metallica. Si teníamos que ir a Glasgow para ver un museo poco interesante, por ejemplo, nos subíamos al autobús. Pero una vez allí, el monitor se escaqueaba con cuatro o cinco de nosotros y se nos llevaba a conocer los pubs y las tiendas de discos del lugar. También nos tomábamos algunas tardes libres. A veces montábamos fiestas en la playa desierta (sobre todo después de que el dependiente de una tienda de cachimbas que descubrimos accediera a conseguirnos algo con que llenarlas), a veces recorríamos por nuestra cuenta el centro de Edimburgo y yo compraba mis primeros libros de Terry Pratchett en inglés y los tomos de The Sandman que harían que volviera a España casi sin un penique.

Y a veces pasaba la tarde con Marine. Ella se escaqueaba cuando podía de su grupo de franceses, en parte porque no quería pasarse el día hablando su propio idioma y en parte porque eran unos gilipollas. Nos íbamos mano a mano a perdernos por las almenas del castillo de Edimburgo o a vagar por el parque de Princes Street en busca de lugares para montar botellones nocturnos o a beber unas pintas, y yo era el tío más feliz del mundo. Estaba buenísima. Con ella cometí por primera vez (o casi) el error relativo de siempre: convertirme en su amigo. Antes de que me diera cuenta Marine ya se había liado con otro español, un tío muy majo que no sabía juntar dos palabras seguidas en inglés y por tanto no podía hablar con ella. Alguna cosa se les ocurriría para pasar el rato. De todas formas era una tía estupenda (además de estar buenísima, ¿lo había dicho ya?) y seguimos pasando muchas tardes juntos, cultivando una amistad que se mantendría dos o tres años por correo internacional. Incluso más adelante estuve en su casa un par de veces, cuando determinadas circunstancias inusuales que contaré en otra ocasión me llevaron a París. Ahora debe ser una abogada hecha y derecha. Si alguien conoce a Marine Jobert, natural de Join(t)ville, que haga el favor de darle un beso de mi parte y preguntarle si no echaría un polvo conmigo para que me quite la espinita. Y si cuela, cuela.

Las noches eran lo máximo. El servicio de autobuses de Edimburgo era completísimo, así que podíamos salir por el centro y volver a Portobello casi a la hora que nos diera la gana. Nos hicimos asiduos de un garito llamado The Stones. Bajabas unas escaleras y entrabas en un pub espacioso, con pintas de cerveza baratas, música rock y ocasionales conciertos de glam los fines de semana. También fuimos un par de veces a The Rocking Horse (conocido allí como The Mission), en Victoria Street. No sé si continuará allí, pero debería hacerlo. Tenía cinco pisos con ambientes distintos y nosotros solíamos quedarnos en el que ponían Rage Against The Machine y esas cosas. Creo que allí vi piercings por primera vez; la moda de las rastas y los tatuajes ya empezaba a llegar a España. Conseguimos entrar en un par de discotecas donde servían los refrescos con pistola gracias a las habilidades diplomáticas de monitores y profesora, que hicieron que unos cuantos chavales de 16 o 17 entraran allí donde había que tener 21. Y también consiguieron que la policía nos dejara tranquilos cuando vino a disolver un par de fiestas-botellón en pleno parque central de la ciudad. En una de ellas iba tan borracho que no podía ni levantarme ni casi balbucear, y todo era una confusión de luces de coche patrulla y voces incomprensibles.

Una de las últimas noches que pasamos en Edimburgo (nos largábamos justo cuando empezaba el festival de agosto, maldita sea) nos llevamos un susto tremendo. Estábamos apalancados en una callejuela que salía de Princes Street, cerca del Tourist Info, y se nos acercaron dos tipos. Uno de ellos, el más macarra, nos dijo que no nos moviéramos de allí y envió a su amigo a buscar a más gente. Se apartó un momento la chaqueta y pudimos ver que llevaba una pistola asomando por el pantalón. Los tres o cuatro que la vimos nos quedamos muy, muy tranquis. No recuerdo si informamos al resto entonces o ya a toro pasado. Su amigo no volvía y él se fue a ver qué pasaba, momento que aprovechamos para largarnos bien deprisa y refugiarnos en un pub o coger el primer autobús que pasara, no lo recuerdo muy bien. Probablemente se tratase de un arma de fogueo y el colega quisiera acojonarnos a ver si nos sacaba algo de efectivo, o puede que fueran secretas pero no nos quedamos a comprobarlo. Esta historia se la he contado a muy poca gente, más que nada porque probablemente no se la creerían. Pero es verídica. Cuando bajaba del autobús nocturno en Portobello tenía la costumbre de ir a fumar un cigarrillo a la playa. En una ocasión tuve que pararle los pies a un cincuentón escocés que se paseaba por allí con intenciones lúbricas. La cosa se quedó en un simple "I'm not gay, good night". La noche escocesa es intensa pero relativamente civilizada.

La vuelta a España fue dura. Seguí viendo a la gente de Castellón, y en la facultad me crucé de vez en cuando con un valenciano del que me hice muy amigo allí. Le gustaba Seguridad Social en su primera época post-punk y ambos volvimos a casa con una trenza de colorines que nos hicieron una de las últimas tardes de Princes Street en un puesto callejero que se adelantó unos días al festival. Vi un par de veces más a Marine en París, como ya he dicho. Y la imprudencia que cometieron mis padres al dejarme marchar un mes antes no fue porque pudiera pasarme algo, pese a aquello del tipo con la pistola. Fue por dejar que viera mundo, que probara el helado con Baileys, que comprara libros del Maestro y un disco de Tripping Daisy, que impersonara al monstruo del lago Ness en pleno lago Ness, que eligiera mal, que la gente me contara historias, que me encoñara, que me defendiera en otro idioma, que me emborrachara y cantara My carro was stolen, que visitara museos con una amiga que sabía algo de historia del arte, que cometiera mis errores. Que volviera de Escocia hablando valenciano, como dice mi tío. Así que ahora menos quejas.
 

Enviado por Manu a las 10:40 PM | Comentarios (10)
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12 de Septiembre 2004

Domingo

Aunque se haya cancelado la partida de rol que teníamos en un principio, he quedado en casa de Bolingo para tomar un café, fumar y hablar un rato de cómics y videojuegos. Entre los exámenes (horrorosos, como era de esperar tras el veranito) y el resto de cosas de la vida real, ya hacía tiempo que no me ponía al día. En el portal me he encontrado con Felipe, que iba a lo mismo que yo aunque él quería llevarse a casa una mochila llena de tebeos. Quince pisos en ascensor, por muy rápido que sea, dan para un resumen de la vida: él piensa opositar para mejorar su sueldo en el ayuntamiento y yo busco trabajo desesperadamente.

Bolingo ha conseguido un juego nuevo para su PlayStation 2. Es la tercera parte de una saga de samurais, con la peculiaridad de que en el videojuego actúa Jean Reno, un policía parisino que se ve transportado en el tiempo hasta el Japón medieval mientras París se plaga de zombis. También ha avanzado en el Final Fantasy X-2 y ya tiene unas cuantas secuencias de animación que mostrar. Las más increíbles son los videos musicales del grupo protagonista, como las Spice Girls japonesas pero en más moña todavía. No me extrañaría que en el juego intervienese la SuperPop como objeto mágico, pero la animación es espectacular, eso sí. Cuando pensábamos que su madre se había ido de casa, ha vuelto y nos ha pillado fumando. Menos mal que es una tía simpática. También me he puesto al día en cómics de Marvel. Es increíble que de un bodrio como X-Force pueda salir un grupo de "superhéroes" preocupado por las apariencias, los copyrights y quedar bien en la tele, y cuyos miembros caen como moscas en los combates y han de ser reemplazados. No me he puesto a leerlos en serio, pero X-Statix tiene buena pinta. Por desgracia, al menos hasta que encuentre trabajo, mis gastos frikis se van a reducir a la adquición de Going Postal (Terry Pratchett, por supuesto), novela sin la que no puedo vivir después de leer el fragmento que hay en internet.

A las siete he salido de su casa sin ser más sabio que cuando entré pero sí considerablemente más puesto en videojuegos, que era parte de lo que se pretendía. Nos hemos despedido de Felipe y he acompañado a Bolingo a por tabaco. Me he despedido de Bolingo y he dirigido mis pasos hacia casa, pero en realidad no me apetecía ni subir a coger el móvil de tan tranquilo como estaba ahora después de la bronca doméstica del fin de semana (iniciada al decir yo que no quería vivir allí durante el curso que empieza, que mi plan era conseguir un trabajo y establecerme en Burjassot de momento) por la que no quedé ayer con Anakinet, que andaba por aquí: no habría sido precisamente una buena compañía. Así que me he encaminado hacia casa de Susana, dando patadas a una lata de cerveza vacía por el parque y organizando un poco la semana que viene en mi mente. Casi la despierto de la siesta. Café, conversación, búsqueda de papel de fumar en los cajones. Y una horita más evitando enfrentarme a la vida y pasando la resaca de la forma más agradable dadas las circunstancias.

Y al volver a casa y cenar, la conclusión: un domingo cualquiera puedes evadirte un poco, debes evadirte un poco y levitar por encima de los problemillas, pero ningún hechizo dura eternamente y el de levitación el que menos y la huída solamente puede ser hacia delante.
 

Enviado por Manu a las 9:30 PM | Comentarios (3)
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