Estimados seguidores de la selección española:
Vaya por delante que no tengo costumbre de hablar de fútbol en este weblog, más que nada porque no me gusta, al igual que no me gusta ningún deporte retransmitido por televisión salvo el volley-ball femenino. Sin embargo, ante la reciente y supongo que todavía dolorosa derrota de la selección española en los mundiales de fútbol, mi espíritu caritativo no puede por más que intentar, en la medida de mis modestas posibilidades, aliviar el sufrimiento de ustedes.
No me acogeré al recurso fácil de las injusticias, del quítame allá ese penalti, de si tal falta no era falta. Ni tampoco intentaré derivar la fundadísima esperanza e ilusión de ustedes al futuro incierto de un próximo campeonato en que, casi seguro porque lo contrario sería difícil, la selección patria hará mejor papel. En pocas palabras, no les repetiré lo que escucharemos todos, aficionados o no, por activa o por pasiva, en todos los telediarios de todas las cadenas los próximos días. En lugar de ello me gustaría animarles a que vean la situación con los ojos de aquellos para quienes esta derrota (que, no nos engañemos, podía oler de lejos cualquiera que mantuviese la cabeza fría) hace la vida ese poquito más llevadera. Tal vez el cambio de punto de vista dé algún solaz a sus almas heridas, o les distraiga al menos de su sufrimiento.
Piensen en Maradona, por ejemplo. Al fin y al cabo, es uno de los suyos. Pero libre por fin de comentar los partidos del equipo nacional y fingir hooliganismo cañí, ahora podrá darse rienda suelta y pasar buenos ratos en lo que queda de mundial jaleando al equipo argentino. Piensen también en los aficionados a la programación televisiva habitual (que digo yo que alguno habrá), esos demagogos que ven como una falta de respeto que sus programas favoritos se vean sustituidos, así por las buenas, por detalladas y viriles imágenes de maromos en ropa interior. Pese a lo erróneo e injusto de tal punto de vista (alguien debería recordarles que el fútbol es por ley un deporte de interés nacional), tal vez noten ustedes que mejora su karma y su bienestar general si hacen la buena obra del día y son un poco comprensivos y empáticos con los pobres desgraciados. Generalizando algo más, piensen en esa multitud silenciosa de personas que se aburren con el deporte rey (entre las que me incluyo), esos a quienes sus amigos llevan semanas abrasando a base de jocosos comentarios bienintencionados como "parece que este año el mundial va para largo, ¿eh?". ¿Acaso no les alegra a ustedes que por fin ellos puedan desquitarse? ¿Acaso no les salta la lagrimita cuando una minoría silenciosa entona por fin su derecho al pataleo? ¿Acaso no les emociona que vuelvan al redil y entonen ahora el A por ellos oé y el Opá vamo a por el mundial, aunque sea con cierto retintín cínico?
Y si todos estos argumentos no terminan de arreglarles el día del todo, piensen en el ahorro que supone para el erario público dejar de pagar esos caros y lujosos hoteles a jugadores, equipo técnico y demás parafernalia futbolera. En lugar de enfurruñarse, serían más felices y harían bien al concluir que la eliminación ha sido para bien: que gracias a ella ese dinerito ahorrado (el dinerito que ustedes mismos han pagado declaración a declaración) tal vez se emplee en que unos niños empiecen el próximo curso en aulas con calefacción y no en barracones prefabricados, o tal vez en contratar a algún que otro médico en la Seguridad Social, que buena falta hacen.
Esperando haber sido de utilidad para todos los forofos futbolísticos que, de no seguir las líneas de pensamiento que se sugieren más arriba, se habrían levantado hoy con el pie izquerdo pero ahora, casi sin duda alguna, serán mucho más felices, se despide atentamente su seguro servidor.
Esta mañana he tenido una entrevista de trabajo. Josep (a quien ya pondré mote la próxima vez que lo nombre, que hoy estoy poco inventivo) me recomendó para un trabajo de traductor en una revista bilingüe gratuita que poca gente de Valencia conocerá a estas alturas porque acaba de salir el número 1 y además se reparte únicamente en los hoteles de la ciudad. El puesto para el que me vendió era de traductor: la gente escribe artículos en castellano y alguien tiene que pasarlos a un inglés pasable para que la revista cumpla con lo de ser bilingüe.
En principio tenía que acudir el viernes. El jueves por la noche preparé mi currículum (básicamente añadí los dos o tres libros de Pratchett que he revisado para Plaza&Janés desde la última vez que lo necesité), instalé el Babylon para acostumbrarme a él por si me tocaba usarlo en alguna prueba, preparé respuestas como "empecé a jugar a rol a los trece años, cuando apenas había manuales traducidos" para posibles preguntas sobre mi falta de formación reglada en traducciones, hablé con Veti para aclararme con algunas cosillas y me hice el ánimo de acostarme pronto, no fuera a ser que me tropezara con las ojeras como de costumbre y quedara en ridículo ante mis posibles nuevos jefes. Pero se ve que tuvieron tanto trabajo para cerrar la edición que ni siquiera pudieron dormir aquella noche, así que el viernes por la mañana aplazaron la entrevista para hoy lunes.
Nos saltamos dos trayectos en tren, un fin de semana de fiesta, algunas partidas resacosas lamentables al último Tomb Raider y un montón de episodios de Prison Break que no tienen nada que ver con la historia, y volamos directamente hasta esta misma mañana, una hora después de despertarme.
- Ring, ring.
- Diga.
- Hola, soy Manu. Acabo de ver que me has llamado un par de veces, pero venía oyendo música en el metro y no me he enterado.
- Sí, era por si te habías olvidado de que habíamos quedado.
- No, no, qué va. Si acabo de salir por la boca de metro. Ya estoy en el sitio que dijimos.
- Qué raro, no te veo.
- Pues estoy justo al lado del cartel de la estación.
- No puede ser, si soy yo quien está justo al lado del cartel.
- Qué raro. Bueno, ahora estoy en medio de la calle, uy, no, espera, que viene un coche.
- Sigo sin verte, ¿seguro que no te has equivocado de estación?
- (Pausa. Comprobación aterrorizada.) Seguro.
Después de comprender que era posible que una misma parada de metro tuviera más de una salida, la escena cambia a un despacho donde me explican las características de la publicación. Asiento con interés, hojeo un ejemplar de la revista, me veo capaz de hacer un buen trabajo y así lo digo, esperando que me suelten un "demuéstralo" y una prueba de traducción a pelo encima de la mesa. En lugar de ello, hablamos de dinero. Josep me ha vendido tan bien que mi prueba de fuego será el próximo número de la publicación, el viernes después de este. O eso o han notado que irradiaba confianza junto al exceso de desodorante, que hace un calor del copón bendito. Me sigo inclinando más por las dotes persuasivas de Josep, al que (por si se me olvida otra vez llamarle mañana) debo una borrachera con todas las de la ley.
Mientras tanto, aquí estoy: pluriempleado, intruso profesional y un pasito más cerca del objetivo de todo ser humano que se precie, que (aparte de dominar el mundo, por supuesto) es no tener que responder ante un horario nunca jamás. Deseadme suerte.
Durante la semana pasada se corrió (sobre todo por internet) el rumor de que Ramoncín hablaría de su no-concierto del Viña Rock en el programa de Eva Hache en Cuatro. No es que yo sea muy fan: Buenafuente, pese a todo, le sigue dando mil patadas a una mujer que tenía gracia al principio pero cometió el error de acercarse demasiado a Manel Fuentes, cuyas pausas con cara de "reiros, coño, que lo pone en el guión" por lo visto son contagiosas. Pero no negaré un cierto morbillo enfermizo por saber lo que tenía que decir Ramoncín sobre el tema, así que cuando pillé la entrevista de pasada dejé estar un rato el mando a distancia. Ya habían empezado, pero sabía que no habría ningún problema: Eva Hache se reservaría la pregunta para el final.
Y mientras tanto, el Rey del Pollo Frito iba desarrollando una complejísima maniobra de lavado de imagen: aludió a su colaboración con causas benéficas (la expresión "por la patilla" o similares salió no menos de diez veces de su boca) y, en un sutil alarde de astucia, enlazó en la siguiente pregunta su trabajo para la SGAE con esas causas benéficas. Pobrecitos empresarios de discográficas y, de rebote, pobrecitos autores incomprendidos como él. Respetuosísimo con la libertad de cada uno para opinar lo que quiera, faltaría más, don Ramón pasó a hablar del cruce de acusaciones que había estado teniendo recientemente con Joaquín Sabina: afirmó que llevan treinta años siendo amigos y trató de quitar hierro al tema, lo cual no es de extrañar cuando alguien de su talla (hablo de la de Sabina, supongo que sobra la aclaración) te dice públicamente cosas como "si es más tonto no nace".
Y finalmente llegó la pregunta: "¿Qué pasó en Viña Rock?". Ramoncín se mantuvo sin problemas al nivel que, a aquellas alturas de la entrevista, esperaba de él. Recalcó que fue una minoría quien le lanzó proyectiles (aunque se le pasó recordar que fue una mayoría quien cantaba "Ramoncín el que no bote", como ya se ha dicho por aquí) y, al recalcar que había otros músicos en el escenario y subestimar gratuitamente la puntería del respetable, hizo un vano intento de mostrar valentía y puso el colofón final a la entrevista añadiendo "llorica" a los adjetivos "chaquetero", "demagogo" y "pelota" que había ido acumulando uno tras otro cada vez que abría la boquita.
Sí, cabría preguntarse por qué desperdicio tantos píxeles hablando del Rey del Pollo Frito cuando pocos días después asistí (con entrada falsa, sospecho) al concierto que dio Joaquín Sabina en el campo del Levante. Supongo que la explicación es que algunas cosas invitan a remover la mierda para ver hasta qué punto huele mientras que otras, como escuchar Pacto entre caballeros o Princesa en directo, son tan evidentemente geniales que no hace falta ni siquiera la imagen que vale por mil palabras. Pero allá va de todas formas.
No, no voy a dedicar este weblog de ahora en adelante a poner el nuevo video del de Opá ni los sucesivos Amo a Laura, Peto a Laura o Amo a Jorge (que más que un conjunto de vídeos parece una turbulenta salida del armario), ni siquiera nada de Lordi. Pero por casualidad mi colega el Avatar del Caos y la Destrucción me pasó hace tiempo unos vídeos de móvil con sus actividades en el trabajo y este me ha parecido tan buen momento como cualquier otro para probar la chorradita de Google Videos y lanzarlo a la fama mundial.
Pásalo. O no. O qué sé yo.
Pasó el consabido seis del seis del seis y, en contra de lo que cabría esperar, no ha aparecido el ángel de la trompeta para anunciar el nacimiento del anticristo y su consiguiente Apocalipsis. Ni, como yo me temía en secreto, tampoco Rocío Jurado ha descendido majestuosa de los cielos (en plan valquiria junto a los Cuatro Jinetes) entonando un Como una ola que presagie el Día del Juicio.
Muy oblicuas tienen que ser las señales para no habernos dado cuenta. La empresa Kinder, por ejemplo, por fin ha conseguido emitir un anuncio que no insufle ganas de incendiar todas sus fábricas e instalaciones al espectador medio. No es que sea bueno, es simplemente que no convierte cerebros en heces purulentas, y por lo tanto el contraste lo hace resaltar. Tal vez se trate de que las fuerzas del mal estaban concentradas en lo suyo (a saber: el nacimiento de la Bestia y la aniquilación definitiva de toda la Creación) y no han tenido tiempo para nada más, porque el día ha sido estupendo: llegó por fin la nómina y han venido amigos a comer a casa (tranquilos, ya os inventaré motes). No he escuchado ni leído ninguna palabra de ningún político. Ni tampoco ninguna de Acebes o Zaplana. Resopar: cuajada. He conseguido un par de colaboradores para encargarme de mi niña. El congreso filipino acaba de abolir la pena de muerte. Postre: Northern Lights. Un ex-presidente corrupto -no, no es Berlusconi- que robaba fondos de ayuda a campesinos ha sido declarado culpable en un tribunal. Cena: el famoso Bacalao con Salsa de Sopa de Pescado de Manu. Le he hecho un regalo muy guapo, o al menos a mí me lo parece, a una amiga vieja. Comida: asado de conejo con alas, que no es una criatura monstruosa sino una combinación de especies en el horno. Otra sentencia ha liberado a los subalternos de la Generalitat Valenciana de la tarea de llevar el café a sus superiores (y ha recomendado al Consell que cree la categoría oficial de "camarero" entre sus funcionarios si lo cree necesario, ¡toma juez con dos huevos!). Desayuno: café con leche y Camel. Y he empezado la segunda parte de La Confusión, a la que volveré tan pronto como envíe esto, atienda a cierto asunto para rematar el día y me meta en el sobre.
El Doctor Maligno se ha comprado, precisamente hoy y sin darse cuenta, Buenos Presagios de Pratchett y Gaiman, cuya linea argumental trata de la llegada del Enemigo y el Fin de los Tiempos. Vale, ya es casualidad. Pero el Doctor Maligno siempre está haciendo cosas así.
Con lo cual, o el anticristo ha venido muy moñitas para lo que se esperaba de él o mi cada vez más distorsionada percepción de la realidad me hace dar por buenos los que para el resto de la humanidad son claros signos del Principio del Fin. O bien la cristiandad lleva dos milenios equivocada (los judíos todavía más) y tendríamos que habernos hecho satánicos todos desde la Caída.
La siguiente iniciativa, verídica y algo preocupante, estaba disimulada como quien no quiere la cosa en el blog de Estrellita Mutante.
Básicamente, el Día Mundial del Salto consiste en llevar a la práctica la antigua leyenda urbana de que si todos los chinos saltasen a la vez sacarían a la Tierra de su órbita. Los organizadores citan algunos estudios científicos que demuestran que no sólo es posible sino también recomendable modificar la órbita terrestre a base de saltos controlados. Con un salto del planeta a la nueva órbita planeada, siempre según la organización del WJD, se conseguirá reducir drásticamente el calentamiento global y llevar a las regiones más desfavorecidas a un rango de temperaturas que mejore sus condiciones de vida:
No sé si creermelo demasiado. En realidad sí lo sé: no me lo creo demasiado. Como mucho, es parte del Plan de Dominación Mundial de alguien con a saber qué oscuro propósito. Pero puede ser divertido quedar para saltar con los amigos exactamente el 20 de julio a las 12 horas, 39 minutos y 13 segundos (hora española). Lástima que no caiga en fin de semana, eso sí. Y en la página web incluso venden camisetas para salir como corresponde en la Obligada Foto Gilipollas. Ahora la única duda es a quién intento convencer para que me la haga.
(Todas las miniaturas están pintadas por Pau.)