Miércoles a las nueve menos cuarto de la mañana, uno de esos momentos que me toca vivir despierto (muy a mi pesar) desde que tengo empleo fijo y sirvo humildemente a la sociedad. En los casquitos suena el Down de Rage y el tranvía se acerca a la parada donde yo espero moviendo un pie al ritmo. Por lo general solamente hay cuatro caras largas dentro del tranvía, pero esta mañana se me han pegado las sábanas y descubro, para mi horror, que diez minutos marcan la diferencia entre nada y todo. No quepo por la primera puerta. En la segunda, una chica vestida de siniestra decide que tampoco tiene tanta prisa y se sienta en la parada. En la tercera, el crío más educado del universo se aparta un poco y me deja el espacio justo para entrar con la cartera en brazos. Las puertas, con el sistema de seguridad desactivado porque si no es imposible embutir bien a la gente, me palpan desvergonzadamente las nalgas como una amiga borracha.
Peavy Wagner canta "and I will dance on your grave" en mis oídos, y yo no puedo evitar pensar en los directivos de Ferrocarrils de la Generalitat Valenciana. En su puta madre, más bien. La densidad humana en el tranvía haría que cualquier convocante de manifestación babeara encima de la calculadora. Ya no es que sea incómodo. Ya no es que huela mal. Ya no es que ni siquiera pueda mover el brazo para sacar una foto con el móvil y evitar que parezca que ahora exagero. Es que como al maquinista le dé por pisar un poquito el acelerador, la masa humana que hay aquí dentro hará que la cantidad de movimiento, el momento inercial y todas esas chorradas de la física de bachillerato se disparen hasta la estratosfera. Añádase cualquier curva seria a la ecuación y, a una mala, me puede caer una tonelada de carne humana encima. Eso sin contar el metal y demás material del tranvía. Y entonces serían los directivos de FGV quienes bailarían sobre mi tumba, y aquí paz y allá gloria, que esto es la Comunitat Valenciana y asumir responsabilidades (porque de dimitir ni hablamos) es más pecado que cagarse en la Geperudeta. Y gastarse unos eurillos en incrementar la frecuencia de paso, peor blasfemia que decir que el valenciano y el catalán son el mismo idioma.
A quien le gusten los deportes de riesgo, que se deje de puentings, raftings y parapentings. Todo eso es de nenitas. El tranviing a las nueve de la mañana en Valencia sí que pone los pelos de punta; debería aparecer en los folletos turísticos. Y total, donde comen ciento cincuenta, comen ciento cincuenta y uno.
De un tiempo a esta parte la moral, la ética y (por qué no decirlo) el sentido patrio se han degradado en tal medida que unos vulgares musicuchos, unos hippies de tres al cuarto, tienen en sus manos el poder de incitar a la sociedad a comportamientos reprobables sin que nadie pueda hacer nada al respecto. Este blog, siempre preocupado por la paz social y la pervivencia eterna del status quo, ha decidido señalar de una vez con el dedo a algunos de esos trovadores deleznables (esos hijos de puta, diría Alfonso Ussía, aunque yo no soy partidario de un lenguaje tan fuerte) que se amparan en su musa para conducirnos a la destrucción de las buenas costumbres.
Obsérvense, por ejemplo, estos versos de los peligrosos archicriminales conocidos como el Dúo Dinámico:
Quince años tiene mi amor, Dúo Dinámico.
El Dúo Dinámico tiene incluso la desfachatez de mezclar esta apología de la pedofilia en un popurrí que incluye otros fragmentos procedentes de temas como Lolita Twist (en clara alusión a la novela de Nabokov) o Baby Rock. Y sin embargo actúan en fiestas de pueblo y hacen playbacks en galas televisivas sin que nadie mueva un dedo para evitarlo.
¿Acaso todos los organismos que velan por la ética están aletargados? ¿Es que ni siquiera la Santa Iglesia Católica reaccionará ante esta hecatombe? Porque la siguiente letra del radicalizado, anarquista y controvertido cantante David Bisbal también clama al cielo:
Ave María, David Bisbal.
¡Blasfemia! ¡Herejía! Pero mientras el corazón del cristianismo sufre un infarto, los medios le ríen las gracias y los volantines al ex-triunfito, que colecciona discos de oro y éxitos internacionales a mansalva.
Qué mundo. Qué mundo.
Guardianes de la noche es la primera novela de una trilogía escrita por el escritor kazajistanés afincado en Rusia Sergei Lukyanenko. Se publicó traducida al inglés este verano, y saldrá en castellano (en traducción directa del ruso, claro) a principios del año que viene. Su edición es una apuesta personal de la editora en Plaza&Janés que se encarga del Mundodisco, así que no es muy difícil deducir cómo es posible que, si no sale hasta el año que viene, este vuestro humilde servidor se haya hecho con unas galeradas para su uso y disfrute.
Para empezar, y por si alguien no ha visto la película (o no la recuerda muy bien, como me pasa a mí), Guardianes de la noche es una novela de fantasía ambientada en el Moscú actual. Los Otros, personas con poderes mágicos, viven mezclados con el resto de la humanidad ignorando completamente sus capacidades en la mayoría de casos. Pero unos pocos son conscientes de su don y luchan desde la sombra en favor del Bien o el Mal (en las Guardias Nocturna y Diurna, respectivamente) para preservar el equilibrio y hacer honor a un pacto que suscribieron los Otros en pleno siglos atrás. Antón, un Otro de la Guardia Nocturna, se ve mezclado en las intrigas que rodean a la aparición simultánea en Moscú de un mago de enorme poder capaz de destruir la ciudad entera, de un adolescente con gran potencial mágico y de una vampira que desconoce las reglas del pacto y anda suelta por la ciudad. Sin ánimo de desvelar demasiado de la trama, diré que ya en la primera parte del libro Antón asume que todos estos acontecimientos están relacionados de alguna manera, y que posiblemente se deban a las manipulaciones de una de las dos Guardias.
Vaya por delante que, cuando salga a la venta, todo el mundo dirá que Guardianes de la noche es una novela de fantasía muy original, y vaya también por delante que yo no estaré de acuerdo. Exótica sería una palabra más adecuada: está situada en un lugar poco visitado por la fantasía que se ve por aquí, trata los temas más escabrosos con una naturalidad poco común, las mentalidades y formas de reaccionar que tienen los personajes son atípicas (y no sólo por ser rusos, sino por ser Otros) y gran parte de la acción tiene lugar en un submundo paralelo llamado el Crepúsculo, una copia en tonos grises del mundo real con sus propias reglas y demandas, donde los magos pueden actuar sin ser percibidos conscientemente por los humanos normales. Pero insisto, original no es la palabra. Lukyanenko bebe de las mismas fuentes que los demás autores de lo que podría llamarse fantasía posmoderna, en la que los acontecimientos del mundo real se explican desde el punto de vista de fuerzas sobrenaturales ocultas y son el resultado de sus conflictos. No hay que ir tan lejos para encontrar otros ejemplos: American Gods de Neil Gaiman hace lo mismo. Los juegos de rol de la factoría White Wolf hacen lo mismo. Qué leches, The Matrix hace lo mismo. Ningún aspecto sobrenatural o narrativo de la novela es genuinamente novedoso, pero es que a estas alturas pocas cosas lo son.
Y ese hecho no desmerece en absoluto una novela bien parida, bien pensada y bien ejecutada. Y de la que quienes recuerdan la adaptación cinematográfica dicen que ésta no hace justicia al libro. A mí me gustó especialmente que el autor se tome su tiempo para describir la jerarquía y el funcionamiento de la Guardia Nocturna, o los distintos tipos de personajes sobrenaturales que pueblan Moscú, y que consiga hacerlo sin perder el ritmo de la acción. Que los personajes actúen con coherencia, que los que llevan más de un siglo vivos no sean comprensibles del todo. Que la moral de los Otros no encaje del todo con la moral al uso, que tengan tan claro de qué lado están cuando el lector humano no puede evitar pensar que los bandos no son tan diferentes entre sí como ellos creen. En pocas palabras, que la termines y te quedes con ganas de leer Guardianes del día, para cuya traducción supongo que todavía falta algún tiempo.
¿La recomendación? Leedlo cuando salga. Y, si os apetece, pensad que es muy original. Qué narices.
EDITADO 01/06/07: Fuentes de toda confianza (siempre quise empezar una frase así) me cuentan que la segunda parte, Guardianes del día, saldrá en castellano en febrero de 2008. ¡Mola!
(Guardianes de la noche se puede comprar en CasaDelLibro.)
Estaba yo tentado de buscar una cita bíblica sobre el trabajo, acompañarla de un par de exabruptos ofensivos y dar la entrada de hoy lunes por concluida, pero me temo que sería repetirme un poco demasiado. Así que, mientras viajaba en el tranvía y observaba las caras largas e inexpresivas de la gente, he pensado que podíamos (la humanidad en general, quiero decir) mejorar un poco las condiciones de cada lunes siguiendo unos pasos sencillos, que procedo a listar a continuación por si a alguien le apetece probar a ver.
Y con esto y un bizcocho... hasta mañana a las ocho. Por desgracia.
Uy, qué horror. Resulta que la pasada noche de los muertos se produjo en Valencia un macrobotellón que duró hasta altas horas de la madrugada. El caos se apoderó de diversas zonas la ciudad y una gran algarabía juvenil traía el infierno a las calles. Pero contrariamente a lo que cabría pensar, el sol salió al día siguiente y los medios de comunicación se hicieron eco de la tremenda fisura en el tejido social. El diario Levante, bastante cabal por lo demás, dedicaba su editorial al suceso y lamentaba que las fuerzas del sacrosanto orden público hicieran poco al respecto. Todas esas porras desaprovechadas, como diría Josefina.
El botellón de Halloween no se convocó por internet, que yo sepa. De hecho, tuvo lugar por toda la ciudad, no en un solo lugar, luego lo más probable es que simplemente se tratase de una horda de jóvenes que decidió salir por ahí con botellas una víspera de festivo. Un servidor se quedó en casita porque está más pelado que el culo de un mono, así que en realidad hablo por hablar y puede que nada de lo anterior valga, pero da igual. Las razones de este caso concreto, aunque importantes, no nos van a quitar de la situación bien clara que existe, casi de la ley natural: los jóvenes, ahora y siempre, quieren drogarse y salir de fiesta y divertirse y tratar de establecer relaciones más o menos íntimas con otros jóvenes. Pero la única droga divertida y legal a la vez es el alcohol. Y beber en discotecas es carísimo. Beber en pubs es caro, y encima cierran muy pronto. Beber en bares, tres cuartos de lo mismo. Convocado por internet o no, el botellón es la salida obvia a esa ley de la naturaleza.
Introduciremos en este punto al conversador tontolpijo para continuar con la argumentación y, de paso, chotearnos un poco de él.
Vale, será una cosa natural y todo lo que quieras, pero es que se queda todo muy sucio.
Pues se limpia, copón. Si el ayuntamiento de turno no tiene bastante personal de limpieza, que contrate eventuales, que seguro que hay gente por ahí que lo agradece. Unos cuantos váteres públicos tampoco estarían mal, por cierto.
¿Y por qué tendría que invertir recursos el ayuntamiento en eso?
En pocas palabras, tontolpijo, porque una parte significativa de la población lo demanda. ¿O acaso no se destinan recursos públicos (maderos, personal de limpieza, televisiones públicas) a cualquier partido de fútbol de la LFP por insignificante que sea?
Eh... pues...
Ya te lo digo yo: sí. Y en el caso de equipos grandes, bastantes recursos. Que no digo que no tenga que hacerse, ojo, pero no solamente con el fútbol.
Es que se molesta a los vecinos.
Ahí es donde tocas hueso, amiguito. Bien. Ese es el problema. Habría varias soluciones. Una, bastante trillada ya también, consiste en habilitar zonas en las afueras, con autobuses nocturnos continuos y económicos y todos los controles que quieran para que ningún capullo coja el coche teniendo autobús. Otra solución podría ser ampliar el horario de los bares y pubs y bajarles un poquito los impuestos a cambio de una reducción del precio de las copas y la obligación de insonorizarse. En invierno tampoco apetece tanto estar por ahí si hay un bar calentito y económico cerca. Pero claro, para hacer cualquiera de estas cosas habría que ponerse en serio a ello, con lo fácil y cómodo que es enviar para allá a los chicos de las porras y comentar al día siguiente lo mal que está la juventud.
Y por cierto, ya que estamos, a mí me molestan las campanadas de las iglesias los domingos por la mañana. Que las manden también fuera de la ciudad o que las insonoricen. Y a los futboleros de las bocinas que atronan la ciudad mientras yo paso mi resaca por la tarde, también.
Es que la gente fuma en las gasolineras.
¿Que la gente...? Ah, ya, tú te refieres a lo del macrobotellón de Sevilla. Gilipollas hay en todas partes, tontolpijo. También mató un guardia civil a tiros a una tía en un coche hace un par de años sin que ella hubiera hecho nada y no por eso se disolvió el benemérito cuerpo. De todas formas, ahí es donde debería haber actuado la policía, en la gasolinera. Aquello que decíamos de los recursos públicos, ¿te acuerdas? Y si el mandril del cigarro estuviera fuera del casco urbano o en algún bar barato, no habría pasado. Y, repito, gilipollas hay en todas partes. ¿Alguna otra cosita?
Er... es que... ejem... ¡Ah! ¡Sí! ¡Beber en la calle es ilegal!
Esa ley es una mamonada se mire por donde se mire. Como otras muchas tantas. Sacar leyes así es el recurso fácil cuando uno no quiere sentarse un rato, hablar con gente y darle un par de vueltas a las cosas. Mira si no lo de los sesenta litros de agua por persona y día. Sería mucho más efectivo (y también mucho más popular) empezar por revisar bien a fondo las grandes empresas, ayuntamientos incluidos, a ver en qué derrochan el agua. Y después de clavar buenos multazos al 90% de ellas, pararse a analizar de verdad los gastos familiares y, sólo una vez hecho eso, dar un margen bien amplio y subir los precios a lo bestia a partir de ahí, para que sólo lo noten quienes de verdad tiran el agua. Pero estamos en lo de antes: es más fácil soltar la burrada y esperar a ver si peta por alguna parte.
Pero nos estamos desviando del tema y tú, como eres la parte de mí que defiende lo indefendible, te estás quedando sin argumentos. Así que mejor desaparece, que tengo sueño.
La siguiente perla de la sabiduría apareció hace algún tiempo en la entrada estrella de este weblog de ustedes, El puto reggaetón:
Enviado por: Pedro, Enero 10, 2006 03:00 PM
No sé si es más increíble que alguien busque canciones de reggaetón o que se enfurezca porque en la primera página donde entra no aparezca lo que él busca. En todo caso asusta, ¿eh? Feliz día de los muertos a todo el mundo.