Ayer, cosas de la vida, fue un día típico (aburrido, vamos) y raro a la vez. En su momento no me di cuenta que había incluido grandes momentos de iluminación pero después de cenar lo vi claro. Todo encajó como un gran puzzle cósmico. Como cada jueves, me fui en metro a dar clases particulares. Esperando en la parada me senté al lado de un par de abuelos que, creía yo, hablaban de sus achaques. Pero no. Eran sabios debatiendo. Uno de ellos decía que cuando el cuerpo se cierra, se cierra, y que ya puedes intentar ir al servicio tanto como quieras porque está cerrado. Contaba que se lo había dicho su padre una vez que estuvo enfermo y se le cerró el cuerpo. Qué cosas.
Tuve que coger el metro y les dejé allí en el banco, compartiendo una iluminación que las obligaciones mundanas me quitaban a mí. En el vagón empecé a ser testigo de algo que no encajaba. La proporción de tías buenas era pasmosa. No sé si fue algo que ocurrió solamente en Valencia o es que la Asociación Nacional de Tías Buenas decidió ocupar los transportes públicos españoles con algún oscuro propósito. Habrá que investigarlo. Y cuando estaba totalmente perplejo, ya de noche, volviendo a casa, de nuevo fui iluminado. Una señora agarraba del brazo a otra después de despedirse y le gritaba: "Recuerda bien, un mal apaño es mejor que un buen juicio".
¿Las conclusiones? Por una vez, no las tengo. Supongo que se reducen a que voy algo salido últimamente y que las casualidades existen. O a que en un día de iluminación como ayer alguien debería haberme explicado cómo comportarme en un caos de tías buenas y escaleras mecánicas; pero supongo que no tengo suficientes puntos kármicos.
Allá van las imágenes escaneadas de un folleto viejo, viejo, de los Masters del Universo del que hablaba hace un par de posts. Las imágenes que salen el los pop-ups son grandecitas (para conservar la calidad, entre 80 y 90 Ks por imagen) y en cada una salen bastantes personajes, así que paciencia...
Pasando el ratón por encima de estas mini-imágenes hay una descripción de la página a la que apuntan.
Esta mañana el despertador me ha sacado del coma del lunes con tiempo suficiente para ir a clase. Me he levantado, he bebido un vaso de agua, he saludado a Emilio (mi compañero de piso), me he preparado la ropa y he decidido volverme a la cama. Hasta aquí, todo bien. Pero antes de dormir de nuevo, me he descubierto a mí mismo pensando que iba a disfrutar más las dos horas de sueño que me regalaba a mí mismo ahora que no solía hacer novillos, ahora que tenía la costumbre de ir a la facultad, ahora que normalmente dormía poco.
Error. Y además, pensamiento peligroso. Se empieza así y se acaba dando las gracias al jefe porque este mes no te obliga a hacer horas extra no remuneradas. Deberíamos disfrutar siempre de los placeres en lugar de agradecer que nos suelten un poco el potro de tortura o que nos pongan un par de eslabones más en la cadena. Pero de alguna manera nos hemos metido todos en la cabeza que los placeres se disfrutan por contraste, y no. No hace falta clavarse agujas en las uñas antes de tomar un café con los amigos. Pero comprendo los beneficios económicos que supone hacernos pensar que podemos "concentrar" la diversión del almuerzo en un desdeñable cuarto de hora.
A la mierda con eso. Y a la mierda Epicuro, también. Cuanto más placer, mejor. Una cosa es retrasar un orgasmo, y otra muy distinta agradecer las torturas porque así se disfruta más la no-tortura. El tiempo es nuestro bien más preciado (por no decir que el único), pero creo que ser masoquista con él es pasarse.
No sé si me explico.
El sábado volví a casa bastante tarde. No sé que pasa, pero me dan una hora más de noche y me pongo en plan "el mundo se acaba". Como si no pudiera acostarme a la hora que me diera la gana un sábado cualquiera. En fin. El caso es que llegué y, sin nada que leer, cogí un librito que debí comprar hace tiempo de saldo en algún supermercado: La resaca, remedios naturales para vencerla. Bastante apropiado para lo que me esperaba al despertar.
El libro confirma algunas de mis propias tesis (basadas en el método experimental) y desmiente otras. Yo pensaba que la resaca no era más que mono de alcohol, pero resulta que es consecuencia de la deshidratación y de las sustancias en las que se degrada el alcohol después de cumplir su misión: acetaldehido, metanol y demás guarrerías. Pero en otras cosas llevaba yo razón: una cervecita por la mañana alivia los síntomas (aunque el libro no recomienda bebérsela), las bebidas blancas son más sanas y las comidas algo grasientas antes de beber o al día siguiente son buenas.
Por lo demás, remedios caseros en plan "La Botica de la Abuela" (el autor ha colaborado con Txumari Alfaro, pero es doctor en medicina, que conste) para aliviar y prevenir síntomas de la resaca. Los remedios para prevenirla antes de beber no me interesan, porque también previenen la propia borrachera. Y mi economía no está para pagar cubatas que no vayan a hacerme el máximo efecto posible. Pero los remedios a posteriori parecen interesantes, aunque si se siguen las instrucciones del libro al pie de la letra hay que desayunar agua, limonada con bicarbonato y sal, zumo de tomate, cebolla y pepino, tostadas con miel, cereales, un Gelocatil, sopa de ajo, de pollo, caldo de cebolla, frutos secos si se es mujer... y paro antes de acabar, porque la cosa se hace eterna. ¡Y todo eso de resaca! Casi prefiero no beber. Pero estos remedios, aplicados con moderación, pueden serme útiles en el futuro. A los 16 años ni siquiera sabía lo que era una resaca. Ahora las sufro un poco, pero nada que no solucione medio litro de agua y un despertar tranquilo y sin sobresaltos. Dentro de 10 años serán terribles. Lo sé.
De todas formas, me quedo con esta solución: "INTENTAR VOLAR. Este remedio consiste en mover los brazos. Si por la mañana nos encontramos molestos por el dolor de cabeza, moveremos los brazos como 'si quisiéramos volar' (arriba y abajo) durante un par de minutos (descansando de vez en cuando). También podemos dibujar círculos a los lados (derecha e izquierda) con movimientos repetidos y rápidos. Finalidad: Estos pequeños ejercicios tienen como objetivo evitar la llegada masiva de sangre a la cabeza, descongestionarla. Muestran cierta eficacia y su principal virtud es que pueden practicarse siempre que se quiera y en cualquier lugar".
Llevo un par de semanas dando clase a un chavalín de 12 años. Necesito el dinero (problemas de la independencia autoimpuesta), porque de lo contrario no habría aceptado en la vida. El caso es que ya había tenido experiencias negativas con una chavala de 15 años a la que enseñaba matemáticas hace tiempo. Contra su voluntad, por supuesto, pero al fin y al cabo quienes me pagaban eran sus padres. Era caprichosa hasta el infinito, supongo que como todos a esa edad, pero el día que se pasó media hora repitiendo todo lo que yo decía y la otra media hora callada (porque yo me limitaba a mirar a la pared) dije basta. Una y no más.
El chavalín que tengo ahora se llama Iván, alias "el terrible" según su madre. En teoría le doy clases de inglés, porque lo aborrece y no lo estudia. En la práctica, por supuesto, nunca tiene deberes de inglés y su profesora del colegio falta mucho a clase. Claaaaro. Así que, simplemente, le ayudo a hacer los deberes que tenga, sean de la asignatura que sean. Pero ni con esas. El pobre intenta vacilarme, pierde el tiempo, va más lento de lo que es capaz porque cree que así pasará antes la hora que pasamos juntos dos veces por semana.
Al principio pensé en ir de colega. Le hablé de los juegos que tengo de PlayStation, y esas cosas. Le prometí que le grabaría el Final Fantasy VIII. Funcionó durante un día, y entonces me di cuenta de mi error. El día siguiente fue el peor de todos. Recapacitando un poco, me he dado cuenta de que en realidad no pretendo ser su colega, sino que haga los deberes y no se ponga borde, porque es un engorro tener que levantarle mi propia voz o recurrir a la más autoritaria de su madre. Así que he recurrido a convertirme en un mafioso: sobornos, amenazas y extorsiones. El último día me montó una buena, así que hoy, cuando me ha preguntado por el Final Fantasy, le he explicado porqué no se lo he llevado. Cuando hace los deberes despacio a propósito, le digo que si no los acaba antes de equis tiempo, lo siguiente que haremos es repasar la pronunciación del inglés. Si se pone muy borde, comparo su actitud con la de "una alumna repelente que tenía hace tiempo". Si eres un crío de doce años, que te comparen con una chica caprichosa surte su efecto.
De momento va bien. Puedo haber encontrado la panacea contra la tontería de la preadolescencia, o puede que el martes que viene vuelva a caerme con todo el equipo y tenga que sufrir una hora entera por 10€ de mierda. Ya veremos.
Mi amiga Bego se fue hace un mes a Brasil, con una beca de seis meses en la Universidad de Sao Carlos para hacer un proyecto de investigación matemática. Antes de eso, y durante muchos años, apenas nos habíamos separado los dos meses que dura un verano universitario. Empezamos la carrera a la vez y nos conocimos el primer año. Desde entonces hemos sido amigos (sin lengua), muy amigos. Ella, por supuesto, terminó mucho antes que yo, que aún sigo aquí. Hizo los cursos de doctorado, entró de profesora asociada el año pasado y ahora se ha largado a Brasil.
Llevo un mes echándola de menos. Burjassot es bastante más aburrido sin sus neuras y su hiperactividad mal enfocada. Pero no me había dado cuenta de lo muchísimo que la añoro hasta ayer, cuando la vi y hablé con ella en directo por el Messenger. Siempre me pasa igual.
Putas webcams. Puto Messenger. Puta tecnología. Joder.
FREAKIER THAN HELL
Hoy ha sido un día completamente freaky. Recapitulemos. (1) En el capítulo de Los Simpsons intervenía Mark Hamill (luciendo un sable de luz que no podía romper porque era de George Lucas), y le decía a Homer que utilizara el tenedor ("Use the fork, Homer"). (2) Mi compañero de piso, Pau, se ha traído unos folletos publicitarios antiguos de los Masters del Universo que ha encontrado en casa de sus padres. En ellos aparecían He-Man Puño de Trueno y demás héroes, los malos, los hombres-serpiente y Hordak y sus secuaces, que no son ni buenos ni malos pero se pegan con todo el mundo. Los nombres de los muñecos no tienen desperdicio, y nada más pueda escanearé todos los folletos y los pondré aquí, que sería una pena que se les cayera café encima o se quemaran de un chinazo. Y (3) resulta que en el Tony Hawk Pro Skater 2 para PlayStation, al pasarte el juego con un skater de creación propia, liberas un nuevo personaje para poder patinar con él: Spiderman. Es un gustazo. Le puedes poner cuatro trajes diferentes y tiene movimientos especiales en los que, saltando con la tabla, la tira, la engancha con una telaraña, le da una vuelta a su alrededor y vuelve a ponérsela bajo los pies para caer sobre la rampa. Además de tener la agilidad proporcional de una araña, por supuesto.
Total, que me voy a la cama reconciliado con mi núcleo de freakismo interior. Creía que ya no era tan freaky como antes, pero me doy cuenta de que sí, aunque de otra forma. A los 15 años me emocionaba con cualquier cosa: decía "mola" cada vez que salía un superhéroe hiper-poderoso, o cada vez que Raistlin se las apañaba para salir con vida después de las putadas que hacía a todo el mundo. Ahora, cuando alguien me dice que Maximum Carnage es genial porque Spiderman y Veneno se tienen que aliar para derrotar a Matanza, pienso que no será para tanto, y sé que las novelas de Dragonlance son más bien malillas.
Pero me gusta que un capítulo de Los Simpson en el que aparece Mark Hamill termine con la canción de El Guardaespaldas mientras Homer rescata a Luke. Me gusta leer la biografía de Spiderman en el Tony Hawk [1] y comprarle un monopatín con un dibujo de la Gata Negra. Y a riesgo de parecer un carca, afirmo y afirmaré que los Masters del Universo eran infinitamente más divertidos que los putos Action Man.
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[1] "Desde que a Peter Parker le picó una araña radiactiva y obtuvo poderes arácnidos, se dedica a hacer skate y a combatir el crimen". ¡Demencial!
Esta mañana me he levantado bien pronto, me he venido a Burjassot y caminaba con el tiempo justo hacia la facultad. De pronto he recordado que, ya que iba a ir a clase, lo más conveniente sería llevar bolígrafo para poder tomar apuntes, así que he entrado en una papelería. Por delante de mí había una señora comprando Airon-fix (TM), papel para forrar superficies. Ella y la dependienta se lo estaban tomando con una pachorra impresionante, decidiendo entre las dos qué tipo de papel convenía para forrar no sé qué. Yo solamente quería un par de bolis, pero me he esperado al menos 10 minutos mientras elegían y cortaban cuidadosamente el papel porque era muy de mañana y sabía que, si decía que iba con prisa y que me atendieran primero, no sería con palabras amables.
Es curioso cómo toleramos la ineficacia. Por lo general, la miramos con benevolencia. "Bueno, el pobre hombre no sabe hacerlo mejor, qué se le va a hacer". "Total, tampoco pasa nada". Pero la toleramos sólo mientras no nos afecte directamente, o mientras no lo haga en exceso. No sé al resto de la humanidad, pero a mí me pone nervioso estar esperando en la cola del cajero automático mientras alguien no se aclara con las opciones que hay en pantalla y no hace más que mirarla con los ojos muy abiertos. Me entran ganas de ir y apretarle yo los botones. Y no digamos ya si utiliza la libreta de ahorro en lugar de la tarjeta, y el cajero le obliga a actualizarla antes siquiera de preguntarle qué quiere hacer. Sé que no debería cabrearme, que en el fondo no es culpa del pobre hombre sino del banco que le obliga a usar el cajero si no quiere cantidades enormes de dinero. Sé que está feo sentirme un poco superior porque mis operaciones bancarias duran menos de 10 minutos, pero no puedo evitarlo. Sé que el estanquero no es tonto, es solamente que es un poco duro de oído y todavía no se ha aprendido qué marca de papel de fumar utilizo. Tendría que tomármelo con más calma.
En cambio, no me importa esperar a un amigo en una plaza, y mucho menos en un bar. No me importa hacer cola en el cine. Me da igual que tarden en atenderme cuando pido algo en una barra. Me imagino que, en el fondo, lo que me fastidia de los cajeros o las papelerías es estar esperando para poder hacer algo que ni siquiera me interesa demasiado.
La culpa de todo la tiene el gobierno. Yo tenía un plan perfecto para este fin de semana: el viernes iba a ir con unas amigas de fiesta a Vistabella, el pueblo de una de ellas. El sábado por la mañana recogeríamos robellones (y tal vez otras setas), nos comeríamos parte de ellos y bajaríamos los demás a Castellón para regocijo de familiares y amigos. Pero el gobierno me ha jodido el plan. Concretamente, el gobierno valenciano. Dieron demasiada importancia a unos informes que ni siquiera provenían del Instituto Nacional de Meteorología. Dijeron que llegaba la gota fría, que el fin de semana iba a ser de aúpa y casi que el mundo se acababa. Suspendieron el transporte escolar y se encargaron de que la noticia saliera en todas partes. Total, para cuatro gotas que cayeron.
Pero cuando se supo todo esto, para mí ya era demasiado tarde. Nos habían acojonado a base de bien y habíamos decidido no subir al pueblo, sobre todo teniendo en cuenta que el coche de Susana tiene el limpiaparabrisas jodido y que las carreteras no están demasiado bien que digamos. Lo del limpiaparabrisas no, pero todo lo demás es culpa del gobierno.
Por suerte, no me han jodido el fin de semana. El resto de amigos se habían ido a las fiestas de otro pueblo, pero mi amiga y yo robamos una botella de Chivas a mis padres, compramos unos aditivos ilegales y nos pusimos como las cabras. Y la machaqué al X-Men Mutant Academy 2, por cierto. No hay quien venza a Havok. El sábado cené en el Mesón de la Tapa y la Cerveza, una especie de feria del tapeo que montan dos veces al año por aquí, supongo que para compensar que tenemos ley seca y cada vez menos bares. Por el módico precio de 2,50 €, cerveza de barril y tapa a elegir entre una buena variedad, señora. Gran principio (cenar poco y beber mucho) para una noche que, bueno, también estuvo bien. Aprendí de mi amigo Andrés un método para quitarte de encima a los borrachos pesados que te quieren contar sus historias: utilizar su misma medicina. Interrumpirles sin miramientos y dedicarte a volcar tus paranoias en su cabeza. Lo pondré en práctrica con él mismo el fin de semana próximo. Y hoy mismo he ido al teatro, cosa que no hacía en años. Mi madre quería ver Por amor al arte, la obra en la que salen Maribel Verdú y el tío ese de El Comisario. Va del amor como posesión, y está muy bien. Ya la comentaré otro día.
Lo que quiero dejar claro hoy es que, por mucho que el gobierno intente joderme con su alarmismo, no conseguirá evitar que me divierta un poco los fines de semana. Ni entre semana, ya que estamos.
Llevo un par de semanas poniendo en práctica mi astuto plan para terminar la carrera: ir a clase. Los cambios bruscos se tienen que hacer poco a poco y hasta el momento sólo he ido 3 o 4 veces a la universidad, pero ya son más que todas las del curso pasado.
Una de las asignaturas se llama Técnicas Observacionales de Astrofísica. Parece entretenida (por eso la cogí), de momento. Ahora sé que la velocidad de la luz es la que es porque depende de las características electromagnéticas del propio espacio-tiempo, que en 2006 Valencia será capital mundial del espacio y que en diez años puede que lancemos un trío de satélites para detectar ondas gravitatorias. Mola. El profesor es un tipo curioso, y al parecer toda una autoridad. Está metido en mil cotarros, la ESA y un par de proyectos de sondas espaciales entre ellos. Una búsqueda en Google con su nombre tira más de diez páginas de resultados, así que la hora que le costó presentarse a la inglesa el primer día de clase no era ninguna fantasmada.
La anécdota es que en el descanso de la clase de hoy (por suerte, resulta que la abuela fuma) hemos salido al tejado del edificio de investigación donde damos la clase. Otro alumno se ha dado cuenta de que al profe le gusta hablar de sí mismo y le ha preguntado si el sueldo de catedrático es compatible con el de investigación, ante las risas educadas de los demás. Al parecer el colega, que tampoco ha terminado la carrera todavía, se está planteando si le vale la pena ser catedrático o entrar en grupos de investigación privados de alto nivel. Bien por él. Yo, durante la conversación, fumaba. Y pensaba que en aquel tejado, con sus raíles, vallas y el observatorio astronómico, podría llegar a los 200.000 puntos con el Tony Hawk's Pro Skater 2.
Supongo que la visión de futuro de mi compañero es mejor que la mía, pero tampoco las tengo todas conmigo...
No, ahora en serio, me gustaría saber que lleva a una persona a escribir sus pensamientos/vivencias/etc en un sitio público como es el internete este de los cojones. En cambio, sí se lo que me lleva a leerlo periódicamente: El cotilleo puro y duro. Después de algunos años colaborando no está mal saber un poco más de la persona que se esconde al otro lado de los e-mails.
- Blackadder, comentario en este blog.
La verdad es que no me lo había preguntado hasta que leí ese comentario. Simplemente me apetecía tener un lugar donde escribir las cosas que me pasan por la cabeza y lo creé sin darle más vueltas.
Ahora se las he dado, aunque el autoanálisis no ha sido nunca lo mío (por mucho que lo intente a veces). He encontrado varios motivos, pero no son las razones por las que tengo este blog, sino explicaciones que se me han ocurrido a posteriori. La razón es que, simplemente, me apetecía. Las explicaciones son variadas...
1. Para recordar. Tiendo a olvidarme de las cosas. Muchos pensamientos que me pasan por la cabeza se me han olvidado al día siguiente. Muchas veces no recuerdo en qué acampada tuvimos que atravesar un zarzal porque mi colega Joe decía que era un atajo. Supongo que el blog puede actuar de antídoto contra mi alzheimer juvenil.
2. Para reírme en el futuro. Mi manera de pensar ha cambiado bastante desde que tengo uso de razón. La postura ante la vida viene a ser la misma, pero los argumentos no. Ahora recuerdo algunas discusiones que tenía con mi padre a los 16 años y me doy cuenta de que podría tumbar aquellos argumentos que yo mismo utilizaba, y sin sudar una gota. Aunque en el fondo yo tuviera razón entonces. Por la misma regla de tres, creo que puede ser curioso (y sano) leer estas cosas dentro de unos años y reírme de lo capullo que era. En el peor de los casos, si acabo convirtiéndome en un burgués conservador preocupado por su coche, este blog actuará de último recurso, de mosca cojonera que me recuerde lo que era.
3. Para escribir y que alguien lo lea. Me gusta escribir, y no lo hacía todo lo que me gustaría porque, total, ¿para qué? ¿Qué sentido tiene tener el disco duro lleno de pajillas mentales que sólo tú leerás alguna vez? Aquí, quien guste puede leer las tonterías que escribo e incluso dejarme sus propios comentarios, que por cierto me gusta bastante recibir.
4. Porque le he cogido el gusto a desnudarme. Creo que esta es la explicación que más se acerca a las auténticas razones por las que escribo aquí. Hace dos o tres años me di cuenta de que era un pavo. Exagero. Me di cuenta de que me preocupaba un poco demasiado de la opinión que los demás pudieran tener sobre mí, y en cierto modo me comportaba según las expectativas que tenían otros. Expectativas que yo mismo había creado, claro, pero que no reflejaban ya mi forma de ser, necesariamente. Me llevé un par de hostias fuertes, y las hostias siempre te hacen reconsiderar las cosas. Dejé de ser simpático y majo con absolutamente todo el mundo (aunque han sido pocas las personas a las que he mandado a la mierda), de rehuír todo enfrentamiento, de esconder mi opinión cuando no hacía falta hacerlo. Seguiré mintiendo cuando sea necesario, diré que soy trabajador y eficiente en cualquier entrevista de trabajo, me callaré la opinión que me merece ese grupito de makineros ciclados que me acaba de llamar guarrillo al pasar por su plaza. Pero no mentiré cuando no deba hacerlo.
Y cuando te empiezas a desnudar, cuando te das cuenta de lo agradable que es la brisa dándote en los cojoncillos, ya no lo puedes dejar. Cualquier naturista dirá que lo hace por ser uno con el cosmos. A mí, simplemente, me gusta bañarme en pelotas.
Advertencia: Razonamiento resacoso.
Anoche salí de fiesta y, por enésima vez, fui testigo de la decadencia de los bares, al menos en Castellón. Cuando digo bares, me refiero a bares bares, no a cafeterías bonitas y de diseño ni a pubs con su musiquita. Me refiero a los sitios donde pides alcohol, te sientas en una mesa y bebes con la tranquilidad de saber que podrás pedir una de calamares si se te pasa la hora de la cena. Ya no quedan. Quedan pocos, y cada vez hay menos que no opten por parecerse a una cafetería (más luz, más caro y mini-barrita de chocolate con el café) o a un pub (menos luz, más caro y rodajita de limón en el cubata). Entre eso, los horarios de cierre, la ley seca (que impide los botellones) y los precios de pubs, salir de noche acabará siendo un privilegio, si es que no lo es ya.
¡Pero no desesperen! Cagontó Enterprises tiene la solución. Si hay franquicias hasta de tiendas de lencería, ¿por qué no ha de haber una de bares? La franquicia proporciona una barra, mesas, sillas, un grifo de cerveza estropeado, barajas de cartas, un poster de promoción de alguna bebida alcohólica y diversos cursillos: Elaboración de Tortilla de Patatas, Apertura Rápida de Botellines de Cerveza, Psicología Etílica y Secado de Vasos Fingido. Éxito asegurado, señora. Cualquier cosa que huela a franquicia, a homogeneización, a colores pensados para provocar estados emocionales, triunfa en el negocio de la hostelería. La franquicia se llamaría Bar: los bares no tienen porqué ser originales. Pero cualquier cliente que entrara en un Bar Bar sabría que iba a recibir un trato personalizado, una tortilla de patatas con dos días de antigüedad como máximo, cervezas baratas en botellín (porque, por supuesto, el grifo se ha roto) y un camarero que invita a alguna cerveza a cambio de un poco de simpatía, mientras se queja de lo poco que le pagan y lo mucho que curra.
Me temo que es la única forma de salvar los bares. Si no se hace la franquicia, y pronto, acabaremos todos pasándonos cinco minutos en decidir qué tipo de té queremos y comiendo chocolatinas a la hora del café, y el mundo se acabará.
He estado releyendo los últimos posts de este blog y son muy serios o muy nostálgicos. Y la verdad es que no me siento así últimamente, pero supongo que este blog es (en parte) una especie de terapia para cuando me tomo la vida demasiado en serio. Así que he decidido ser fiel a mi estado de ánimo y poner aquí la tira cómica con la que más me he reído en la vida. Es de un Jueves de hace unos cuantos años, supongo que de Manel F. y Monteys. Se sale.
Qué cosas. Justamente hoy, el día en que los blogs de ZonaLibre hablan de la libertad de expresión, ha sido un día casi temático para mí. He visto unos paneles que ha puesto el Ayuntamiento de Burjassot por las calles, unos trastos enormes con un título encima (Expressió lliure), llenos de papelotes y anuncios de una u otra charla, gente que busca piso, sectas que buscan adeptos. De lejos se veía muy bonito, pero al acercarte te dabas de lleno con la puta naturaleza humana. Carteles tapando otros carteles, y no por falta de espacio. Carteles rotos por la mitad en los que se veía media frase que a alguien debió parecerle ofensiva.
Por la tarde he llamado por teléfono a un amigo. Tenía que encargarle una entrada (a buen precio) para el concierto de S.A. en Almazora el próximo 9 de octubre. Pero resulta que el concierto se ha suspendido por lo de siempre. Parece ser que absolutamente todas las letras de S.A. son proetarras, malas malísimas, y desde el año pasado se las están viendo negras para tocar en ningún lado. Con lo bien que lo hacen cuando quieren.
Ése es el estado en el que yo veo las cosas. El artículo 20 se utiliza como papel de váter. Se ejerce la censura previa, se anulan "los derechos de producción y creación literaria, artística, científica y técnica". Si algo ofende a un número suficiente de personas, o al menos a un número suficiente de personas de la ideología apropiada, no tardará en tener problemas económicos, de infraestructura o de simples escupitajos en la cara. No quiero ni imaginarme la situación dentro de veinte años, cuando estemos todos tan aborregados que ni siquiera nos demos cuenta de que hemos perdido muchas voces y muchos puntos de vista, de que antes había alternativas al pensamiento único pero fuimos dejando que se las cargaran.
Creo que el problema es que se está dando demasiado bombo a los derechos del lector, del que recibe los mensajes que se difunden. No puedes decir eso en público porque es ofensivo para mí. Porque no es políticamente correcto. Porque la gente tiene derecho a no escucharte. Ya. Claro que sí. Pero resulta que la gente puede taparse las orejas, no leer el libro, no coger el panfleto, no ir al concierto. La gente no es gilipollas, aunque cada vez tengo más dudas de que esa frase se tenga en pie. Pero seguimos siendo tratados como tales; sigue habiendo quien se preocupa (normalmente desde una posición de poder) de que no tengamos que decidir por nosotros mismos a quién creer. Y cuando eso no ocurre de forma oficial, algún gilipollas de a pie se encarga de arrancar los carteles del panel.
Mi esperanza, en este tema, se escuda detrás de cosas demasiado pequeñas: la confianza en que sigamos siendo capaces de expresarnos aunque sea en rinconcitos de internet como este y el conocimiento claro de que las únicas noticias creíbles son las del Guiñol.