Flash. Los novios van de Pesadilla antes de navidad, aunque en el momento no los identifique y evite referencias a su disfraz. En la boda hay dos Equipos A, aunque ninguno de ellos lleva a un Fénix reconocible. En el Equipo A que no conozco, M.A. y Murdock se muestran muchísimo más amistosos (con lengua) que lo que recuerdo de la serie. Hay dos Nazgûl: el Rey Brujo y el famoso Nazgûl bajito del que se ríen los otros ocho. Homer Simpson se tropieza conmigo al acercarse a la barra y, como no tienen Duff, se pide un cubata.
Flash. Tiene lugar el siguiente diálogo entre la niña de El Exorcista y su seguro servidor, Gómez de los Addams:
- ¿Has visto que capa más chula llevo?
- Mola, pero no tiene mucho vuelo.
- Pues no me has visto bajar escaleras.
- Tú sí que no me has visto a mí bajar escaleras.
Flash. Aprovecho un momento en el que Morticia, espeluznantemente encantadora, se va al servicio y trato de seducir a la Princesa Leia con mis maneras caballerosas, mi sonrisa y mi bigotito, como si fuera Lando Calrissian. Se ríe pero no cede a mis aviesas intenciones de bailar un tango.
Flash. Se acaban mis invitaciones a cubata y el dinero que llevo. Justo cuando la estrategia de cambiar tickets de cerveza por cubatas en proporción de 3 a 1 da sus frutos, llega el resopar: canapés y bocadillitos. Pensaba que combinarían peor con el vodka.
Sólo lamento que no haya foto de familia de los Addams. Habrá que repetir disfraz en carnavales.
La tradición manda (y manda pero mucho) que estas fiestas sean casi una apología de la familia, delito que debería estar tipificado en el código penal aunque sea solamente por las burradas que algunos descerebrados llegan a decir en su nombre. Es una celebración sobre la que no consigo definirme: tiene argumentos a favor (buen rollo generalizado) y en contra (consumismo, también generalizado), pero ninguno se impone de manera clara sobre los demás. Me pasa como con la democracia, que cuando intento definirme al respecto solamente me sale un "podría ser peor".
No es que tenga una familia horrible, pero tampoco es bueno para la salud mental pasar demasiadas horas escuchando las mismas historias sobre lo que yo hacía de crío y lo bien que distinguía los colores. Por suerte, todavía se puede evitar la saturación familiar. En nochebuena, después de cenar en casa de una abuela y visitar a la otra, tengo una tercera tradición establecida. Con el estómago lleno, robo una botella de cualquier bebida espumosa y la llevo a cierto pub de Castellón cuyo piso de arriba se convierte, una noche al año, en zona franca. La botella se reúne allí con muchas otras traídas por individuos de la peor calaña y, al cabo de poco tiempo, es abandonada en favor de los cubatas cuando el sistema digestivo decide que una sobredosis de cava no es lo más conveniente después de una cena copiosa. En otras palabras, ya que no hay vida después de la muerte, al menos hay fiesta después de la familia.
Lo que me preocupa un poco es que, cada vez más, esto va a menos. Es la versión extendida del mismo sentimiento adolescente de "todos se echan novia y la pandilla se va a la mierda", pero con 26 años. Belén está casada y casi fuera de combate. Un día de estos se casa Oriol. Aunque ninguno de los dos lo haga por las razones establecidas ("te amo, te amaré siempre y tú chupa que yo te aviso"), el hecho es que acaban de fundar sus respectivas familias, y quieran o no, se verán condicionados por ello. La tradición es más poderosa que la ley. Por si fuera poco, Mónica (una mujer con la que Susana y yo solíamos pedir litros de cubata y tres pajitas para acabarlos del tirón) está embarazada, concepto que añade una nueva dimensión a mi angustia adolescente. La cosa va a más. Cupido arrasa.
De lo que deduzco que mi postura sobre la navidad cambiará a peor a medida que pasen los años y cada vez haya menos botellas de sidra en el altillo del pub. Y no será culpa de Santa, sino de Cupido. Cada año me doy más cuenta de que corro el riesgo de acabar convertido en el Espíritu de las Navidades Futuras, el que vuelve atrás en el tiempo botella en mano para avisarse a sí mismo del riesgo que corre su navidad y su cordura. Debería tomar medidas al respecto ahora y empezar a romper parejas a la voz de ya, conseguir munición y apedrear a ese angelito gordo, pero soy consciente de que esto no es más que cierto miedo a la soledad, otro de tantos temas recurrentes en estas fechas que (supongo) olvidaré después de reyes. Creo que, por enésimo año consecutivo, lo dejaré pasar. Pero el próximo no te escapas, alitas.
En su momento me dolió que terminaran con mi programa favorito (casi el único que podía verse sin un "es que me aburro" que sirviera de excusa) en la televisión. Era perfecto: humor y mala hostia contra todo aquel que la mereciera. Y con el horario ideal, los domingos de resaca, después de comer. Empezó emitiéndose los viernes después de cenar, en un horario muy malo para quien quisiera salir de noche. Aun así, me las ingeniaba para grabarlo de vez en cuando y, sí, lo veía los domingos después de comer. Con el cambio de horario y de gobierno, CQC se encontró con su público.
El programa dejó momentos memorables como la "Operación Pavo Real" en la que el equipo al completo acechó y capturó al príncipe, o la original, en la que consiguieron que el rey se pusiera las famosas gafas oscuras. Cuando vi aquello, no pude evitar pensar que el Gran Wyoming era un bastardo cínico de mucho cuidado, peloteando descaradamente a aquellos por culpa de quienes murió su último invento, El Peor Programa de la Semana.
Y ahora creo que CQC tuvo el mejor final posible, la censura. Quedó claro en su momento que el programa no terminó por falta de audiencia, sino posiblemente porque Berlusconi (amigo de quien todos sabemos) entró de nuevo a formar parte del capital de Telecinco. CQC tuvo una muerte épica, con un último estallido en pleno escándalo del chapapote gallego, el plató a rebosar y Julián Hernández cantando Miña Terra Galega. Lo que queda son recuerdos, un DVD que no tengo, una ligera duda sobre la de burradas que habrían soltado con el jaleo de Bush II y sus escaramuzas petroleras y frasecillas de la casa que todavía no han abandonado del todo mi forma de hablar, aunque mis amigos estén ya más que hartos de Josefina y sus aventuras.
No habrá nada igual, señora.
Ya era hora. Ya lo creo que sí. El viernes leí en el periódico que los alumnos de bachillerato de un instituto castellonense habían cortado una carretera para exigir que se les permitiera salir del centro, entre otras cosas. El representante de los directores de instituto lamentaba los cortes y decía que "uno intenta aplicar las leyes y ya le llaman autoritario". Pues claro que sí, buen hombre, no sé de qué se extraña. Los alumnos pedían bien poco, aunque tal y como están las cosas lo raro ya es que se molestaran en levantar la voz para pedir cualquier cosa.
Poder salir del instituto es algo necesario. Poder hacer por primera vez algo sin la supervisión de adultos es algo imprescindible, y posponerlo hasta los 16 años una mala idea. Salir del instituto es toda una educación. Enseña cosas que serán completamente necesarias para el futuro de los chavales: muestra que hay otras opciones aparte de obedecer cada una de las reglas. Supone un entrenamiento a la hora de inventar excusas rápidamente, de decirle al típico matón de recreativo que no vas a dejarle cinco duros sin que te flaquee la voz, de aprender a jugar al guiñote o al mus, de empezar a comprender el límite de cada cual bebiendo cerveza, y de analizar las rutinas de los profes y averiguar cuál es el mejor momento para volver al instituto sin que te pillen.
No sé qué hubiera hecho yo si ahora fuera un estudiante de secundaria, con todas esas restricciones y cerraduras que tienen. Probablemente, acabar siendo una persona muy distinta de la que soy. En mi instituto había ciertas facilidades para el escaqueo que por desgracia acabaron el año siguiente a largarme yo de allí. Teníamos una cafetería ("la cantina") donde incluso conseguimos que sirvieran cerveza negra a los mayores de 16, y donde (todavía no sé cómo) sabíamos cuándo iba a aparecer por allí la jefa de estudios antes de que se produjera la redada. Era ideal para las horas muertas, para esperar por si aparecía algún amigo de otra clase y salir del centro en pandilla, que los bedeles eran muy miopes o muy pasotas. Alrededor del instituto había recreativos, fotocopiadoras y muchos bares donde (y esto es importante) jamás aparecían los profesores. Algunas veces incluso nos saltábamos clases ("salábamos") para explicarnos unos a otros, en la comodidad del bar, algún exámen que tuviéramos a continuación. El club de rol, por si las cervezas no eran suficientes, no quedaba demasiado lejos.
Y en contra de lo que mentes como la de Pilar del Castillo podrían pensar, no creo que la proporción de vagos y maleantes se incrementara demasiado. Más bien al contrario: creo que mi "generación" salió bastante correcta. Simplemente juzgábamos qué clases necesitábamos y cuáles no. Ni tampoco pienso que nadie corriera un peligro real fuera de los centros aparte del posible ojo hinchado cuando había bronca entre institutos por cualquier tontería. Comprendo que los padres se preocupen, pero no pueden pretender que sus hijos estén encerrados hasta los dieciocho, y menos con todas esas hormonas sueltas. Por algún lado tienen que explotar. Me alegro de que, esta vez, haya sido cortando una carretera y exigiendo que se respeten sus derechos.
Anoche celebré mi cumpleaños, aunque puede decirse que la celebración se ha prolongado hasta bien entrada la mañana. Récord de borrachera, creo, conseguido bebiendo sin parar de 7 de la tarde del sábado a 10 de la mañana del domingo. Ahora que lo pienso, no. He pasado más tiempo seguido bebiendo, aunque no sé si tanto. Anabel, la única que aguantó conmigo hasta el final, es una compañera de borrachera estupenda. Récord de resaca, eso sí, que me impide siquiera empezar a leer los regalos (Dude, where's my country, que ya comentaré, y Noches eternas de Neil Gaiman). Pondría mi único regalo audiovisual, pero es una película porno llamada precisamente Regalo de Cumpleaños, y dudo que a mi madre le gustara demasiado. Todo lo más, serviría de colofón, que mi madre siempre me mira mal (y sí lo dice, sí) cuando nos cruzamos en la cocina los domingos por la mañana.
Algo falla cuando tus amigos creen que es buena idea regalarte porno. Y tal vez no provoqué el final de noche adecuado para una banda sonora como Archenemy, pero es que me pongo tierno cuando estoy cansado.
No suelo tener resacas serias. Algo de malestar general o sequedad de boca, como mucho, pero nada más. Hoy me parece que el duende hijoputa refugiado tras mi oreja izquierda se ha comprado un martillo nuevo.
Unas cuantas predicciones, ya que conociéndome no caeré en el error de los buenos propósitos, para 2004. A ver cuántas acierto.
- Política internacional: Ahora que se ha hecho público que EE.UU. tiene a Saddam, no tardará en confesar el paradero de las dichosas armas químicas de Iraq.
- Cine: Peter Jackson se dejará de evasivas y anunciará que tiene pensado rodar El Hobbit de una vez. La película de Dreamworks sobre la trilogía de los gnomos de Terry Pratchett se aplazará un año más.
- Deporte: Esto... a ver... Vale. Nadie que yo conozca acertará una quiniela de 14.
- Política nacional: El PSOE no será lo suficientemente hábil como para evitar que la campaña electoral gire alrededor de los nacionalismos. Perderá miserablemente.
- Sucesos: Algún crimen horrendo será atribuído a los juegos de rol.
- Música: David Bisbal sacará un disco nuevo, y para colmo incluirá en él un dúo con Enrique Iglesias.
Se admiten apuestas.
Post número 50, señora. En teoría, al menos según la tradición que he visto en otros blogs, toca introspección. Hablar de mí mismo. Había pensado solucionarlo con la típica lista de cincuenta características que me definen pero no consigo pasar de la primera ("Mi fuet favorito es el Argal") ni creo que hagan falta tantísimas frases sueltas para acercarse a la esencia de alguien. También barajaba la posibilidad de rellenar mi propia hoja de personaje de algún juego de rol, pero temo no ser objetivo. No puedo; al fin y al cabo, me caigo bastante bien y seguro que acababa siendo benévolo. Y de todas formas, si hay que esperar al post 50 para que alguien se desnude, igual compensa más pasar directamente a páginas porno.
Últimamente leo más weblogs de los que debería. Normalmente me contento con los que tengo en la sección de links o miro si hay algo interesante en ZonaLibre, pero cuando me aburro mucho voy un poco más allá y, muchas veces, encuentro cosas que no acabo de comprender. Hay blogs sobre otros blogs, blogs sobre los comentarios dejados en otros blogs, blogs sobre tagboards de otros blogs y, en pocas palabras, demasiados blogs que tratan de analizar esa cosa tan rara que llaman "la blogosfera". Metablogs, vamos, como si el mundo no fuera ya bastante complicado. Hay cosas graciosas, como ¿Que buscas qué?, pero también demasiada gente que se comporta como si los diarios de internet (y el suyo en particular) fueran lo único que existe. Guerras encarnizadas entre servidores para obtener prestigio y publicidad, malos rollos y cifras récord en los comentarios que me habrían hecho asquearme y quitar para siempre el contador de visitas si no hubiera decidido cerrar el explorador a tiempo.
Digo yo que todas esas cosas serán legítimas, incluso valiosas a su manera, pero no puedo evitar la tentación simplista de creer que confunden los medios con los fines y se toman demasiado a pecho algo que tampoco tiene tanta importancia.
De todas formas, para celebrar el post 50 me permitiré pecar de aquello contra lo que predico, que siempre es una actividad sana. Al fin y al cabo, quien celebra algo es el weblog y no yo, así que seguiré hablando de blogs (de éste en particular) y dejaré aquí una lista con cosas que andaba buscando en Google alguna gente que ha pasado por aquí:
- Imagenes de gente leyendo (?)
- Asesinatos columbine
- La botica de la abuela (?)
- Libros sobre asesinatos reales (?)
- Padre analfabeto (?)
- Guarrerías
- Supertangas
En vista de los dos últimos resultados, no todo está perdido...
Entre los efectos del alcohol hay uno que no aparece en ningún panfleto del Ministerio de Sanidad: el peligro de las promesas. Puede que no sea algo tan alarmante como la degradación de neuronas (que a algunos nos preocupa poco), ni tan inmediato como un vómito repentino en el coche de alguien, pero debería estar catalogado por sus temibles consecuencias a largo plazo.
El problema de los juramentos alcohólicos suele ir asociado al de la falta de memoria. No dispongo de estadísticas al respecto, pero por alguna razón son las mismas personas que siempre hacen promesas imposibles quienes no las recuerdan al día siguiente. Sospecho que no es más que una manera de saltárselas, de escurrir el bulto; que en realidad no es tan complicado recordar aquellos compromisos con los que todo el mundo reía la noche anterior. Pero nadie duda de la amnesia selectiva de un resacoso. Y con esas se escapan...
... a menos que se encuentren con alguien como yo. No es que normalmente recuerde todo cuanto hago con unas copas dentro, pero sí tiendo a acordarme de hechos trascendentes. Lo olvidaré, sin duda, si alguien me dice "mañana te llevaré el CD a casa", pero no cuando Susana afirma que "podrás ser el copiloto de mi coche nuevo siempre que quieras", cosa que hizo este fin de semana. ¿Siempre que quiera? Perfecto, ya no es necesario que me saque el carnet de conducir. O cuando un tanga de Patricia pasó a ser de mi propiedad por una apuesta, aunque se lo devolviera nada más requisárselo y permita que se lo siga poniendo ella. O cuando Andrés, mi amigo cocinero que ocasionalmente nos utiliza como conejillos de indias, me dio permiso para aparecer sin pagar un duro y sin avisar en cualquier cena que él organizara. Sin saberlo, por culpa del alcohol, me garantizó un plato caliente al día de por vida. Y algo así tiene un valor grandioso, sobre todo cuando se le ofrece a un estudiante de matemáticas.
No sé qué es lo que nos impulsa a prometer imposibles, o meros improbables, tras unos cubatas. Supongo que es lo mismo que nos hace bailar, nos avergüenza o, en contadísimas ocasiones, nos sopla la frase perfecta. Si lo comprendiera sabría mucho más acerca de todo. Pero de momento, no. Soy una víctima cándida como otra cualquiera: aunque de verdad procuro moderar mi labia en cuanto a apuestas y promesas (y nunca juro amor eterno si no me va a ser fácil mantenerlo), tengo pendiente encontrar tiempo para dar clases a unos cuantos amigos, perpetrar un cunnilingus, arbitrar una partida de Rolemaster, grabar una maqueta con mi viejo grupo. Y acabar la puta carrera este año, claro, que cuando uno va borracho pierde mucho el control.
Lo dicho: Etiquetado responsable en las botellas de alcohol ya.
No, todavía no me he pasado a contestar las cinco del viernes. Además esta semana no me hubiera hecho falta, porque me han enviado unas preguntitas personalizadas. Que rabien de envidia los que tienen que ir a buscárselas. Lord Vetinari II, un compinche del Mundodisco, ha decidido (no sé porqué) que lo que yo tuviera que decir sobre revisiones de novelas traducidas iba a interesar a los futuros traductores oficiales. Y me ha enviado un cuestionario cuyas respuestas aparecerán en la revista El Emú Púrpura, de los estudiantes de Traducción de la Universitat Jaume I de Castellón. (El título de la revista sale de un famoso error garrafal de traducción, pero yo he visto cosas parecidas...)
Allá va.
¿Cuál es tu formación en inglés y castellano?
La formación "oficial" es casi nula: solamente tengo el título superior de la EOI de Castellón en inglés y el COU aprobado. Pero llevo bastantes años leyendo en ambos idiomas (en inglés, desde los 12 años y con el manual de Rolemaster, que no es moco de pavo) y suelo fijarme en lo que hago, si sirve de algo.
¿Cuántas libros del Mundodisco has leído y cuántas veces cada uno (de media)?
He leído todos los libros del Mundodisco excepto el último, que caerá pronto. La respuesta, por tanto, es 30. La media sería complicada de calcular, pero no he leído ninguno menos de tres veces. Yo la situaría en 4 o 5 veces por libro.
Coméntanos los fallos más típicos del traductor (lingüísticos, culturales, de coherencia, de intertextualidad) y pon un par de ejemplos de los más graves.
Ufff... ¿Por dónde empiezo? Seguiré el orden. Los fallos lingüísticos son en su mayoría simple desgana para levantarse y utilizar diccionarios, o al menos eso es lo que parece. Dar rodeos, explicar los conceptos (introduciendo cuantas oraciones subordinadas sean necesarias) en lugar de utilizar manuales de referencia para dar con la palabra apropiada. El ejemplo que más se me clavó fue en Hombres de Armas, donde tradujo "She splashed through the water" como "atravesó la estancia mientras el agua producía ruído al ser apartada por sus patas" (cito de memoria, pero creo que la aberración original era más rebuscada). Atesoro el gustazo que me produjo tachar y utilizar el verbo "chapotear". También tiene una cierta tendencia a utilizar demasiadas voces pasivas, caer en falsos amigos ("unsympathetic" como "poco simpático") y lindezas por el estilo.
Traducir fielmente las frases hechas inglesas también está entre sus méritos, aunque no recuerdo ejemplos concretos de esto. Lo que sí recuerdo es leer la traducción, darme cuenta de que no tiene sentido, acudir al original y pasar tiempo buscando en refraneros de internet para intentar adaptar los giros lingüísticos de Terry al castellano.
¿Coherencia? ¡Ah, claro, ese concepto tan extraño de intentar que los personajes conserven sus nombres de novela a novela! He de admitir que últimamente (en los dos últimos libros) parece que por fin se ha hecho un fichero. Por desgracia solo contiene los de sus anteriores traducciones, que ya no concordaban con las de Cristina Macía, la anterior traductora de la serie. La política que estoy siguiendo es "fijar" el nombre más frecuente, el que ha aparecido en más novelas.
Y respecto a la intertextualidad, las referencias, decir que solamente capta (o se molesta en hacer ver que capta) las más obvias y simples. El resto caen en el olvido o se pierden completamente por una traducción muy distinta a la que se hizo en su momento de la fuente original. Pratchett es muy dado a referirse a todo lo que se mueve en sus novelas, haciendo imposible estar seguro de captarlas todas, pero una búsqueda en Google escribiendo "raindrops on roses and whiskers on kittens" da una cantidad tal de resultados que podría incitar a pensar que el autor no utiliza la frase al azar.
¿Crees que las malas traducciones se deben a una falta de aptitud y actitud o a las penosas condiciones laborales que sufre el traductor literario?
Más bien de actitud. Al fin y al cabo, el Mundodisco no es más que un subproducto de literatura fantástica, y eso solamente lo leen adolescentes con granos llamados "Kevin", ¿no? Por otra parte, cuando haga las estadísticas (el conteo de palabras) de Soul Music, estoy seguro de que habré eliminado más de un 15% del texto traducido, luego también es posible que las penosas condiciones laborales (y el cobro por palabra) tengan algo que ver. No me veo capacitado para hacer afirmaciones al respecto.
¿Qué fuentes de información empleas para documentarte? (Google, otros lectores, libros-e, diccionarios...)
Absolutamente todo. Con Terry Pratchett no hay más remedio. Dispongo de versiones electrónicas de las novelas (back-ups: obviamente también dispongo de las ediciones impresas) que facilitan la búsqueda de nombres o de frases "marca de la casa" que se repiten mucho, tanto en inglés como en castellano. Si aparece un cetrero en alguna novela, seguro que visitaré unas cuantas páginas de cetrería. La RAE, dictionary.com y un par de diccionarios especializados (entre ellos uno de semejanzas fonéticas para los juegos de palabras) figuran entre los favoritos de mi explorador. Y por supuesto, si hay que saber algo sobre frasecillas rítmicas musicales, seguro que en esos foros de internet hay alguien "freakie enough" como para poder echarte una mano...
¿Cómo empezaste a trabajar como revisor para una editorial como P&J?
Pues casi de chiripa. Tengo una página sobre el Mundodisco en castellano, en la que empecé a incluir los fallos de traducción que se cometían en las novelas. Creando la sección de Small Gods, me di cuenta de que faltaban párrafos completos sin los cuales no se comprendía el papel de un personaje importante. Así que decidí informar a la editorial para que, al menos en la edición de bolsillo, se intentaran solucionar. Aproveché para añadir algunos otros fallos menores (en comparación), y para la siguiente novela se pusieron en contacto conmigo por medio de otro fan que les llamaba bastante por teléfono, y me propusieron encargarme de revisar las referencias. Acepté encantado (lo siento por el intrusismo laboral, señora), aunque de la primera novela que revisé toqué casi exclusivamente nombres y, sí, reescribí frases que rompían completamente el ritmo de la narración. Con el tiempo he intentado amoldar más y más los textos al estilo de Pratchett, que el pobre traductor se cargaba completamente con frases farragosas.
¿Con qué plazos de entrega trabajas y cuánto te pagan?
Los plazos de entrega varían. Men at Arms iba muy atrasada y hube de terminarla en 15 días mal contados. Además no tuvo tiempo de pasar por revisión de estilo, lo cual me dio algo más de manga ancha a la hora de meterle mano. Un infierno. Con la que tengo ahora en casa, Soul Music, voy muy desahogado. No hay prisa porque la novela no sale hasta mediados de 2004, así que estoy revisándola a fondo, casi palabra por palabra contra el original. ¿La paga? Bueno, dejémoslo en que tampoco es demasiado. Cantidad fija por novela, independientemente de su número de palabras o del tiempo que invierta en ella. En este último libro estoy dejándome los cuernos; habrá que ver si se impone una revisión salarial...
¿Cuál es tu labor como negociador entre los lectores y la editorial?
Negociar, lo que se dice negociar, tampoco negocio mucho. Obviamente no tengo voto en el proceso editorial. Pero la voz, ahora que la editora al cargo del Mundodisco se ha convertido en fan, sí cuenta algo. No voy a atribuirme méritos que no me corresponden, pero las contraportadas de la serie han mejorado algo (ahora, al menos, parece que hablen de la novela en cuestión), quiero pensar que las ediciones están más cuidadas y, bueno, tal vez el par de indirectas hayan tenido algo que ver en que P&J contratara por fin Eric, la novela cuya traducción llevábamos años esperando. Pero el mérito es de Mònica, la editora, que también se encarga de filtrarme noticias y tener a todo el mundo un poco al tanto de lo que ocurre en la editorial.
¿Qué consejos darías a un traductor literario (ya sean obras de culto o no) acabado de salir de la facultad?
¿Yo? ¿Un puto intruso profesional? Bueno, en vista de como está el mercado y por lo que me cuentan algunos amigos traductores, que se sacara el carnet de manipulador de alimentos. Creo que en McDonald's lo exigen...
Lola mide un metro treinta y uno. Me la han presentado hoy. Tiene la constitución muy fina, pero parece que esté embarazada. Lola es una pitón albina preciosa, blanca y anaranjada, de mirada hipnótica, que pertenece (si es que una pitón puede pertenecer a alguien) a un amigo mío amante de los animales exóticos. La cuida muy bien: tiene su propio terrario y ayer estaba digiriendo una rata que debía ser unas diez veces más grande que su cabeza. Y además mi amigo la saca de paseo y le presenta a los colegas, a ver si liga.
El caso es que a mí las serpientes siempre me han dado mucho miedo. Cuando hay reportajes en La 2 sobre estos bichos, ni siquiera puedo terminar de verlos. Pero ha sido como subir en la montaña rusa: acojona, pero te apetece hacerlo. La he sostenido y he dejado que se moviera a su aire por encima de mí, aunque no me la he puesto al cuello. Es increíble. Con sólo tres centímetros de apoyo en mi brazo se ha erguido y ha mirado mis ojitos rojos con los suyos. Asusta un poco, pero tenía que hacerlo. No creo que ligue con ella, pero no me importaría cogerla de vez en cuando.
En mi piso tenemos una habitación que la casera se reserva como almacén para sus trastos, aunque no aparece nunca por allí ni tampoco le ha puesto candado. En principio no deberíamos permitir que ocurriera algo así, pero tiene sus compensaciones: lleva años sin subir el alquiler por ello y nosotros utilizamos el cuarto para nuestros experimentos en botánica, que vivir con un biólogo tiene sus compensaciones.
Por supuesto, nos hemos dedicado a investigar el cuarto, tratando siempre de no perturbar a sus inquilinas verdes. Hay libros antiguos, algunos interesantes, llenos de polvo. Hay juguetes viejos, muy viejos. Hay casi de todo. Pero el otro día Indiana Pau y Ana Croft encontraron algo inquietante. Parece ser que la casera tenía una imprenta, una serigrafía o alguna cosa por el estilo, pero las muestras que conservaba nos revelaron algunos detalles más sobre la persona a la que damos dinero cada mes a cambio de techo, paredes y enchufes sin toma de tierra. Eran unas estampitas de la virgen (de alguna virgen; a mí me parecen todas iguales), unas fotos preciosas del caudillo y unas oraciones por su alma. En principio no debería ser preocupante, pero es que las muestras que recogimos del cuarto prohibido eran de 1999, no de 1960. Parece que la señora continua haciendo encarguitos para la Falange, válgame dios.
Los escanearía para ponerlos aquí, pero es que no casan con el diseño del blog. Mientras tanto, nos hemos apropiado de unas muestras para uso personal: combinándolas con un cirio de iglesia que también tenemos y nuestra televisión, estoy ansioso por ver la cara que pone la próxima visita cuando pase al comedor. Solamente nos falta un tapete bordado.
Hoy había montado un dispositivo espectacular en una estación de tránsito del metro de Valencia. No eran controles policiales (tampoco me hubiera extrañado, que el Ministerio del Interior está muy loco), sino stands en los que regalaban litros de caldo Gallina Blanca. Así, por las buenas, bricks en bolsitas de plástico que, claro, incluían folletos con la gran variedad de caldos precocinados que ofrece la marca y sugerencias para recetas rápidas y resultonas. Folletos que han acabado en la papelera, por supuesto.
Podrían haber montado el chiringuito en la calle, donde seguramente hubieran hecho la noche algo más feliz a los sin techo de la zona, y no dentro de una estación donde cualquiera que entre es porque también puede permitirse ir al supermercado a comprar su propio brick. Pero claro, esa era la idea. Lo que sí hay que admitirles es que, al menos, el pobre que escribe esto (y supongo que unos cuantos más) se va a casa siendo dos bricks de caldo de pollo más rico, ya que por supuesto no he dejado pasar la ocasión a la vuelta, en la misma estación.
La pena es no haberlo cogido de pescado la segunda vez, que ya que eran gratis prefiero un poco de variedad en el arroz.
Llueve. Seguirá haciéndolo cuando salga de mi cybercafé privado para marcharme a casa a dormir un poco, y todavía no me he resfriado en lo que llevamos de invierno. Conociéndome, no dudo que mi cuerpo (el muy cabrón) esperará a fechas más señaladas para dejar entrar los virus. Hoy puedo mojarme tranquilo, que mañana me iré a dar clases particulares fresco como una rosa.
Mi puente de la constitución ha consistido en celebraciones (bodas de plata en una familia, cumpleaños en la otra) y, claro, en sus consiguientes regalos, presagio de lo que se nos viene encima. Normalmente aprovecharía este pie para soltar una diatriba anticonsumista, antisistema y antitó, pero supongo que el tema ya está bastante trillado. Lo curioso es que cada vez veo más gente que se resiste al disco o a la figurita de tienda de artesanía y se lanza a hacer regalos más elaborados. Regalos que llevan pegada la etiqueta de "me he pasado una tarde preparándolo" y no la de "me he dejado medio sueldo". Hablo de cajas llenas de paquetitos envueltos que muchas veces contienen otro envoltorio, una foto, condones de la jornada antisida, un Shin-Chan que canta al apretarlo, un CD grabado o un tanga de fantasía. No sé si será algo común, pero parece que hay cada vez más gente que tiene en mayor estima su tiempo que su dinero, al menos a la hora de intentar expresar torpemente, con un objeto, su estima por otro. Y yo el primero. El tiempo vale mucho más que el oro, y que le den bien por culo al Corte Inglés.
Sin embargo, esas cosas tan curradas pueden acabar siendo simples trastos. El collage de fotos que hicieron sus amigotes a mis tíos no se quedará en ninguna de sus paredes, sino en el trastero. Pero sé que Belén atesora el álbum de fotos que le preparamos para su despedida de soltera (a la que he de decir que fui el único hombre invitado), donde reescribíamos su historia como cyborg enviado por el Vaticano para defender los valores del matrimonio. El truco, como siempre, está en la otra persona.
Yo antes guardaba recuerdos: llenaba las estanterías de cosas a las que mi alzheimer, el alemán cabrón, robaba el significado al cabo de un año. La evolución natural y la falta de espacio han hecho que ahora, prácticamente, sólo permanezcan los libros, los discos y la ropa interior (aunque esto último no en la estantería). Lo demás, al no llevar etiqueta firmada, ha perdido el sentido. Conservo los peluches pero a veces no recuerdo de quién provenían, y al cabo del tiempo acaban arrinconados por otros peluches más nuevos cuya procedencia también olvidaré. Preferiría conservar la memoria, pero la muy cabrona me rehuye y nunca estoy seguro de que vaya a permanecer nada en ella aparte de unos morreos furtivos una noche cualquiera, que mira por dónde, no se olvidan. De ahí que guarde las cartas que recibí antes de internet, una botella vacía de Jack Daniel's, un billete de tren a Alicante o un CD que grabé con Javi para nochevieja.
Lo cual no significa en absoluto que todo lo demás sea basura: aprecio el tiempo (e incluso el dinero) perdido en hacerme un regalo. Y quiero pensar que un libro que regalo no es sólo texto y dinero, sino más bien cavilación y tiempo, aunque tienda, como buen borrego, a hacerlo en fechas señaladas y no cuando me apetece. Pero claro, eso ya no depende de mí. Es sólo que tengo muy mala memoria y no todo el mundo está cualificado para meterme la lengua en la boca.
Coño, ha dejado de llover. En el fondo daba igual.
El viernes pasado cumplió años una amiga a la que hace mucho que no veo. Siempre anda haciendo cosas por el mundo (India, Nepal, Sevilla, Cádiz ahora) y la verdad es que hablamos mucho menos de lo que deberíamos. Ninguno de los dos somos demasiado aficionados al teléfono ni a las tradiciones, pero el cumpleaños era una buena excusa (como si me hiciera falta) para hablar un rato con ella. Descolgó el teléfono, se nos fueron 10 minutos y fue como si no hubiera pasado el tiempo. Podríamos haber tenido la misma conversación si nos hubiéramos visto ayer. Exactamente la misma, porque nos dedicamos a contar anécdotas más que a saber de la vida del otro. Puede sonar frívolo, pero creo que es justo lo contrario.
El teléfono no está para las cosas serias. Se puede usar para vender tu 50% de participación en Cagontó Enterprises, pero no para contarle a un amigo que (por ejemplo) por culpa de no comer carne te están saliendo vaginas por todo el cuerpo [1]. Esas cosas se cuentan a la cara, en un rincón discreto de un bar (para que nadie repare en tus vaginas) y con una cerveza delante, nunca mirando a la pared mientras hablas con una máquina. Puedes decirle a un teléfono frases como "¿Quedamos dentro de un cuarto de hora?", "Mañana es mi cumpleaños, ven a cenar" o "¡Vende!", pero jamás se me oirá decirle "¡Dios mío, espero que no menstruen todas a la vez!".
Un amigo mío trabajó una temporada en Movistar y, por supuesto, se dedicó a cotillear los registros de sus conocidos [2]. El fulano en cuestión tenía una amiga muy, muy pija que se había dejado cerca de 300.000 pesetas en llamadas y mensajes de texto. ¡En un mes! Los móviles son un invento del diablo... y a mí me parecen estupendos, como casi todo lo que inventa ese cabroncete, pero sospecho que a los padres de esta chica no se lo parecerán tanto. La idea que hay detrás de la telefonía móvil es que no haga falta estar en casa para desmbolsar la pasta que cuesta una llamada de media hora. Dame tu dinerito desde donde quieras y de mil formas distintas, utiliza nuestro nuevo servicio gilipollas de reconocimiento de canciones, envía "Mamada" al 7337 o recibe un mensajito cada vez que tu equipo marque un gol. A Amena, conmigo al menos, el invento le ha salido rana. Ahora puedo proponer un plan para el fin de semana mediante un SMS interurbano y esperar confirmación en forma de llamada perdida. A grandes rasgos esa es la gran utilidad del movil.
Aunque admitiré un par de excepciones: 1) Tengo mucha curiosidad por saber lo que ocurre cuando envías "Mamada" al 7337, así que tarde o temprano acabaré haciéndolo, ya contaré, y 2) no me importa pagar para que Anita me explique que está cabreada porque sus amigas no se aprendieron sus partes del relato que escribió para un cuentacuentos, que irme en tren a Cádiz sería mucho más caro. Pero esperaré hasta navidades para que me explique su verdadera historia, la que no se convertirá en ceros y unos mientras ella no quiera. Sólo espero que no alucine demasiado con estas llagas tan raras que tengo por todo el cuerpo...
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[1] Sí, anoche vi South Park. Volver.
[2] No fue expedientado ni despedido, supongo que porque ninguna conocida suya iba a emparentar con la realeza. Volver.