Toca otra entrada de esas mediotécnicas que hago para acordarme de las cosas cuando se me ocurren, o cuando temo que este ordenador acabe destruido si la gente se entera de que fui yo quien reventó GMail ayer buscando «buscar "buscar en Google" en Google» en Google. Precisamente el temor a destruir este cacharro con el que me gano las habichuelas es el que me llevó a activar el protocolo de seguridad que voy a describir aquí. No sé programar en lenguajes posteriores al C pelao (aunque saqué sobresaliente en Fortran, señora), así que está todo hecho a base de ficheros BAT –con bloc de notas, vamos– y programas gratuitos. Cualquier programador o experto serio en informática puede abandonar tranquilamente esta entrada. Por favor. Vaaa. Que os va a dar la risa, hombre. Largo de aquí. Esta noche subo alguna otra chorrada.
Lo que queremos hacer, ahora que estamos solos y con suerte los que quedéis no sabréis mucho más que yo, es coger los archivos en que estamos trabajando, por muchos que sean, y (1) copiarlos en otro disco duro; (2) comprimirlos todos juntitos, encriptarlos y subirlos a un servidor remoto (que supondremos que se tiene y se sabe usar, porque si no es tontería). Todo con darle a un solo icono o escribir la orden.
Lo primero es crear una carpeta de trabajo para no enmerdar el sistema de archivos si falla algo. Yo la tengo en mi carpeta de usuario de Vista, con el nombre «Batch», pero puede ser cualquiera. Una vez hecho esto, necesitamos dos programas: un compresor y un encriptador, ambos llamables desde línea de comando.
De compresor uso 7ZA. Se puede bajar desde Sourceforge eligiendo el archivo 7za907.zip (los números cambiarán, pero hay solo un 7za). Lo abrimos y copiamos el fichero 7za.exe que hay dentro en nuestra carpeta de trabajo. Una cosa hecha.
Para encriptar uso AxCrypt, que se baja desde la página de Axantum. Este lo instalamos y santas pascuas, pero una vez hecho conviene que nos apuntemos la ruta (dentro de Archivos de Programa) en que se ha metido. Será algo como Axon Data\AxCrypt\1.6.4.4\, aunque posiblemente cambie el número de versión. ¿Apuntado? ¿Seguimos? Seguimos.
Ahora viene el script en sí. Abrimos un bloc de notas, copiamos el texto (me resisto a llamarlo código) de abajo, lo modificamos con nuestras cosas y lo guardamos en nuestra carpeta, pero ¡ojo!: con extensión BAT. En mi caso, «sube.bat».
:: Cutrearchivo para automatizar copias de seguridad encriptadas@echo off
echo -
echo Adquiriendo archivos
echo -
copy c:\users\manu\documents\archivaco1.odt
copy c:\users\manu\images\archivaco2.jpg:: Aquí, obviamente, hay que poner todos los archivos que
:: queráis tener a salvo. Uno por línea, vale usar comodines.echo -
echo Copia de seguridad local
echo -
copy archivaco1.odt e:\
copy archivaco2.jpg e:\:: Igual que antes, una línea por archivo. Para la copia
:: local no estoy encriptando, no tendría mucho sentido.
:: Cambiad el e:\ por la letra de unidad.echo -
echo Comprimiendo
echo -
7za.exe a curro.zip archivaco1.odt
7za.exe a curro.zip archivaco2.jpg:: ¿Hace falta que lo diga?
echo -
echo Encriptando
echo -
"%ProgramFiles%\Axon Data\AxCrypt\1.6.4.4\AxCrypt" -b 2 -e -k "CONTRASEÑA" -z curro.zip
"%ProgramFiles%\Axon Data\AxCrypt\1.6.4.4\AxCrypt" -t:: Ojito. Aquí hay que poner la ruta correcta al sitio
:: donde se ha instalado el AxCrypt y decirle la contraseña
:: que queremos para encriptar.echo -
echo Copia de seguridad remota
echo -
ftp -s:com_ftp.txt TUSERVIDOR.COM:: Luego hablamos de com_ftp.txt. Ahora
:: hay que darle el nombre de tu servidor.echo -
echo Limpiando
echo -
del curro-zip.axx /q
del archivaco1.odt /q
del archivaco2.jpg /q:: Curro-zip.axx lo hemos creado ahora. Además, borrad todos
:: vuestros archivos. Dejad el /q, que si no es un coñazo.echo -
echo -
echo Adoremos a Manu. Manu es dios.
echo -
echo -
pause
Ya casi. El problema es que estamos usando el FTP que viene con Windows, parecido a un videojuego conversacional del año de la pera. Hemos de crear un archivito (también de texto) con las cosas que queremos que FTP le diga al servidor. Abrimos un bloc de notas, pegamos lo de abajo, lo arreglamos y guardamos en nuestra carpeta con el nombre «com_ftp.txt».
USUARIO
CONTRASEÑA
cd /currele
pwd
binary
put c:\users\manu\batch\curro-zip.axx
close
quit
Si no habéis creado directorio específico en el servidor para esto, borrad la tercera línea. Y obviamente, el «put» tiene que llevar detrás la ruta hasta el archivo creado por AxCrypt. Si todo ha salido bien, estamos listos. Solo falta probarlo y, si funciona, poner un acceso en el escritorio a sube.bat o, mejor, incorporar la carpeta Batch a la ruta de Windows para llamar desde línea de comandos o el botón inicio de Vista, que es lo que yo hago.
¿A que os ha entusiasmado?
Estoy escribiendo unas cuantas entradas con consejos útiles en plan guía de viaje para visitar Praga, donde estuve yo la semana pasada y pude confirmar empíricamente que nunca deberíamos haber adoptado el euro como moneda. Las publicaré atrasadas de fecha supongo que mañana, pero me daba lastimita que la página principal del blog estuviera vacía, y además quiero apuntarme un truquillo en algún sitio donde vaya a recordar que está, así que allá vamos.
Pongamos que a alguien le interesa este blog, pero solamente cuando ofrece sus deliciosas recetas culinarias, no cuando se pone a entregar los Premios Gorrilla o a cagarse en los toros. En otras palabras, quiere suscribirse a la categoría Recetas y no al blog entero. De momento ese alguien tendría que joderse, porque este blog está hecho en Movable Type y, por lo que he leído, soy yo quien tiene que trastear con las plantillas para ofrecer distintos feeds, y esta semana estoy de vacaciones. Creo que en Wordpress pasa lo mismo. Pero sí es posible suscribirse directamente solo a partes de un blog en otros sistemas.
En Blogger, es sencillísimo. Simplemente hay que usar la siguiente dirección...
... sustituyendo, claro, «blog» por el nombre del blog y... bueno, ya se entiende, ¿no? Yo sigo discutiendo sobre el toreo (algo que debería hacer todo el mundo al menos una vez al año, que a la vista de los argumentos ayuda a mantener la convicción que no veas) y escribiendo lo otro. Mañana nos vemos.
Yo me he enterado hace poco, así que es posible que haya alguien más ahí fuera que aún no sepa que se acaba de celebrar un juicio en Suecia contra The Pirate Bay, el mayor rastreador de torrents del mundo. Hoy ha sido la última jornada y el juez dará su veredicto el 17 de abril. Aunque en principio se acusaba a los responsables de la web de «asistencia en la violación de copyright», el segundo día de juicio a los denunciantes les entró la timidez y lo dejaron solo en colaborar con su puesta a disposición del público. El proceso completo ha sido un tremendo circo: audio retransmitido en directo por internet, twitteos desde dentro del juzgado, caramelos gratis a sus puertas, manifestaciones y un incremento auténticamente brutal en los usuarios registrados de la web sueca.
Admito que ya me caía bien la gente de Pirate Bay desde que leí la página donde hacen públicos los intentos de coacción y amenazas que han recibido y también las respuestas, bastante salvajes, que ellos devuelven por e-mail. Pero se han convertido en mis ídolos y gurús absolutos solo desde que Samuelson, uno de los abogados defensores de Pirate Bay, tuvo las santas narices de jugar la defensa King Kong el tercer día del juicio:
Siguiendo los procedimientos legales, las acusaciones deben realizarse contra un individuo, y debe haber una relación estrecha entre los perpetradores de un delito y aquellos que les ayudan. Esa relación no se ha demostrado. La acusación debe probar que Carl Lundström ha interactuado en persona con el usuario King Kong, a quien seguramente se puede localizar en las selvas de Cambodia.
Y si esto no recuerda a la Defensa Chewbacca de South Park, que venga Cthulhu y lo vea. No será por medio de YouTube, que no me deja subirlo, pero que venga y lo vea de todas formas:
Nada más que añadir, señoría.
–Hostias, me lo he terminado entero. Lo siento, de verdad que no ha sido aposta. Me hago yo otro.
–Vale, si tiempo tenemos. Con el frío que hace, el cabrón de Josué no vendrá a buscarnos aquí ni de coña. Pero casi que mejor espérate a que se vaya el Cercanías que está parado delante. O eso, o seguimos adelante con el plan y lo atracamos.
Juani sonrió después de terminar su frase y Paco, obediente, rió la gracia. Llevaban un cuarto de hora sentados en un muro bajo de la estación, charlando y tomándose su ratito libre del anochecer en su trabajo como empleados de limpieza. Los primeros cinco minutos los habían invertido en despotricar contra su jefe, como todo buen trabajador, mientras Juani sacaba los bártulos y liaba un canuto. Durante los otros diez minutos se habían estado pasando el porro con disimulo, ya que había un tren de cercanías entrante parado en la antesala de los andenes, esperando quién sabe qué. Paco se había estado dedicando a especular sobre la vida de sus pasajeros, bien visibles gracias a la iluminación interna, pero las caras de contrariedad de muchos de ellos le habían animado la imaginación hasta tal punto que se había olvidado de que a Juani también le tocaba fumar.
–No hace falta que esperemos –aseguró Paco–. Para liarme el peta, digo. Casi no nos ven porque la luz del vagón les deja sin visión nocturna. Me pongo de espaldas con las piernas para el otro lado y ya está.
–¿Entonces no atracamos el tren? –insistió ella en su idea. Le divertía pensar que, en realidad, era un proyecto factible.
–¿Lo estudiamos bien hoy y preparamos la ruta de escape?
Paco sonreía, pero Juani solamente pudo intuir el humor en su tono: él ya estaba de espaldas y había entablado combate singular contra su mechero Clipper, que estaba casi sin piedra.
Juani había parido la historia del atraco después de que el tren se detuviera cerca de ellos, medio kilómetro antes de alcanzar la zona cubierta con andenes. Era el mejor lugar para esconderse del trabajo cuando soplaba viento del este. Seguramente el tren había salido puntual de su estación de origen pero se había adelantado por el camino (para inmenso regocijo de los pasajeros menos previsores que pensaran tomarlo por los pelos en las paradas intermedias) y ahora esperaba para entrar a su hora en València Nord. Si el motivo era que no quedaban andenes libres o simplemente no llegar demasiado pronto, los empleados de limpieza no lo sabían, ni tampoco les importaba demasiado. Solo eran conscientes de que ocurría muy a menudo.
Igual que los pasajeros. De hecho, habían sido los comentarios de Paco sobre las caras de estos, paradas a mitad de camino –igual que el tren– desde el enfado hacia la resignación, las que le habían sugerido la descabellada idea de asaltar el convoy. Y ahora que lo había pensado, no se lo podía sacar de la cabeza.
–Te digo que se podría hacer –dijo, en parte para entretener a Paco mientras liaba–. Fíjate. Si hay seguratas, están en el primer vagón, que no lo veo muy bien. Pero me juego un cubata a que no. Y el revisor no va a salir de la cabina ni aunque lo maten, porque sabe que los pasajeros no pararán de preguntarle por qué no avanzan.
–Eso es verdad. El Calvorotas iba diciendo el otro día que cuando hay avería se atrinchera allí y se la suda lo que diga «el cargamento».
–Vale, pues cogemos unos pasamontañas y unas pistolas de juguete, abrimos el último vagón, nos metemos dentro, la liamos en plan Pulp Fiction y en cinco minutos estamos corriendo entre las vías hacia aquella zona sin iluminar de allí –dijo, señalando con el dedo.
–No sé, no sé. El tío alto de la coleta que hay dentro del vagón tiene un aire peligroso y varonil.
Los dos rieron. La hierba de Juani era buena y no les hacía falta mucho más.
–Desde esa zona oscura se puede salir saltando la valla, y casi nunca pasa nadie. Cruzamos la calle, corremos para poner dos o tres callejones de por medio rapidito y luego caminamos como buenos niños hasta la parada del metro.
Paco volvió a pasar las piernas sobre el muro bajo y extendió una mano hacia Juani.
–Toma, pétalo tú. No me parece mal, en principio. Poderse, se puede. Ese tren está parado en medio de la nada y no viene otro por ninguna parte. En cabina ni se enterarían. Pero ¿luego, qué? Cuando lo denuncien y Josué vea que tú y yo no aparecemos, estamos jodidos. –Vio la mirada de reojo que le lanzaba Juani–. Vale, vale, pero alguien habrá en la estación capaz de sumar dos más dos.
–Hay que pulir el plan, admitido. Pero puede hacerse. ¡Ya está! Usamos una taquilla del Mercadona para guardar el botín, salimos por la otra puerta y volvemos por la entrada principal de la estación. Igual hasta llegamos antes que el tren. Si alguien nos ve, decimos que hemos salido un momento a tomar un...
Le interrumpió un grito lejano. El viento del este les trajo sus dos nombres hasta el muro, procedentes de unos pulmones ariscos. Contra todo pronóstico, el cabrón de Josué había abandonado su cómodo asiento y su diario Marca para hacer su trabajo: ocuparse de que ellos hicieran el suyo.
–Mierda para nosotros –dijo Paco mientras Juani descapullaba el peta contra el murito–. Quédatelo, que ya no creo que podamos escaquearnos juntos hoy en todo el turno. ¿Dejamos el atraco para mañana?
El maquinista eligió ese mismo instante para despertar su locomotora y ponerla a mover vagones. Lo último que vieron Juani y Paco del tren, mientras bajaban al duro suelo, fue al tío alto de la coleta poniendo los ojos en blanco antes de guardar su libro en la mochila.
Desde la semana pasada GMail puede funcionar sin conexión a internet. Por fin ha liberado Google esta característica experimental, que descarga en el ordenador una copia del correo electrónico (los dos últimos años en mi caso, aunque depende del tamaño de cada cuenta) con adjuntos incluidos y permite actuar sobre ella –leer, escribir, etiquetar, archivar– utilizando el mismo interfaz web de GMail en Firefox, o el explorador que sea. Obviamente, los e-mails no se envían, ni se borran o archivan de verdad hasta que vuelve internet y la copia local se sincroniza con la del servidor. Pero esta tarde me ha venido muy bien para entretenerme leyendo el correo en el tren y hasta contestar un par de ellos.
GMail sincronizando. No he probado aún
el Flaky connection mode
Obviamente, para poder usar GMail sin conexión hay que tener instalado Gears, que también vale para GDocs, el correo de Zoho (¡tiene narices que se adelantaran a Google usando su propia tecnología!), WordPress y cuatro tontadas más. Y, como de costumbre en GMail, hay que tener la interfaz en inglés, de Estados Unidos para mayor seguridad. El resto de idiomas aún tardará en verlo, porque el modo offline está incluido como característica experimental de GMail Labs, junto a pijaditas como pasar las etiquetas y/o el chat a la derecha de la pantalla, cambiar las fechas de formato (útil cuando usas la interfaz en inglés), integrar gadgets como el de Remember the Milk o el botón de «enviar y archivar» que parece una tontería pero que echaría en falta si no lo tuviera. Una vez pasada la interfaz a inglés, en «Settings» aparecerá la pestaña «Labs», desde donde podemos activar las características que nos interesen. Son experimentales en teoría, pero el hecho de que en general funcionen sin ningún fallo me lleva a pensar que en realidad es una prueba de popularidad para ir incorporando progresivamente las más utilizadas al sistema oficial.
Y lo de que Google estaba offline hoy viene porque parece que se les ha cruzado un gato negro en su camino a la dominación planetaria. Esta tarde iba todo a trompicones, desde YouTube hasta Blogspot. Y esta mañana a un ingeniero se le ha colado una barra en la lista de páginas peligrosas, el sistema la ha interpretado como directorio raíz y absolutamente todas las búsquedas de Google avisaban de contenido chungo. En realidad nada de esto habría merecido comentario por mi parte si no fuera porque, por una vez, me ha hecho lamentar pasar mis domingos por la mañana en el mundo de los caídos en combate: me habría encantado hacer una captura de pantalla con Google avisándome de que la página de la Conferencia Episcopal está llenita, llenita de contenido malicioso y dañino.
Todo empezó, como suele ocurrir con las historias de acción, cuando alguien me hizo una putada. Yo, el bueno de la película, quería darle algo de ritmo a eso que sale en la columna izquierda del blog donde aparecen los enlaces que voy añadiendo en Delicious. Pero entrar en su página web cada vez que veo un culo en internet y copiar allí la dirección para que salga aquí de rebote me parecía demasiado agotador. La alternativa perezosa era instalar una extensión en el explorador y enviar los culetes a esta página con tan solo darle a un botoncito. O al menos, así era antes. Ahora la gente de Delicious se ha creído lo de la Web 2.0 y como resultado su nueva extensión, incluso en "Modo clásico", aparece por todas partes cuando la instalas. Menús, clic derecho, barra de estado... prácticamente no se puede hacer nada con Firefox sin que te salten opciones de "Añadir a Delicious", "Ver Delicious" o "Volver al modo normal, que tomará el control de tu mente".
Las opciones estaban claras. (1) Desinstalar la extensión y seguir como estaba; a la mierda Delicious. Efectiva pero poco satisfactoria. (2) Apechugar viendo el logotipo azul cada vez que hago cualquier cosa con mi Firefox. Impensable. Así que como tengo tantísimo tiempo libre me he decantado por la opción (3), que es darme cabezazos con la pantalla para seguir aprendiendo a mandar dentro de mi propio ordenador, ya que parece que hay tanta gente empeñada en que no lo haga. He ahí la épica de esta historia.
Y como de costumbre, aprender compensa. Me ha costado una o dos horas, pero al final Delicious ha quedado exactamente como yo quería y, ya de paso, me he librado de unas cuantas (bastantes) cosas de la interfaz de Firefox que jamás utilizaba y llevaban ya tiempo molestándome. El resultado:
A partir de aquí voy a pasar a narrar la grandiosa epopeya de Manu contra su ordenador, con explosiones, emocionantes efectos digitales y robots con vestido, así que mejor que solo sigan adelante quienes busquen sensaciones fuertes y estén preparados para ellas. Los demás, sabed que (contra toda apariencia) la vida delante del ordenador y con las fechas de entrega pegadas al culo está llena de aventuras y acción mientras volvéis a vuestra despreciable rutina, sueltos por el mundo y viendo la luz del día en la calle.
Capítulo 1: Limpiando el menú del botón derecho
La sigilosa infiltración de Delicious se había producido en dos frentes: el menú de botón derecho y el menú Marcadores. Son dos sitios que de verdad uso para hacer cosas, incluso para trabajar, por lo que tenerlos llenos de opciones inútiles no era una... bueno, no era una opción.
El menú contextual, que en principio parecía peliagudo, ha resultado bien sencillo: solo hay que instalar la extensión Menu Editor y, en sus opciones, ponerle crucecita roja a todo lo que no queramos. Delicious, fuera. Y ya que estamos, ¿quién de por aquí abre enlaces en una ventana nueva? Ra-ta-ta-ta-ta-ta-ta...
Por desgracia, Menu editor todavía no puede meter mano al menú Marcadores en Firefox 3. Lo que más sencillo parecía antes de emprender nuestra andadura, quitar cuatro entradas de un menú normal, nos obliga a trastear a lo bestia con los archivos de Firefox. La vida está llena de emociones, y quien no es un repelente geek es porque no quiere. ¡A tope!
Capítulo 2: ¡Vade Retro, Satanás!
Antes que nada, conozcamos a un archivito de Firefox llamado userChrome.css. Os diría que dejarais el trabajo de buscarlo a vuestro sistema operativo, pero es posible que el archivo no exista si no habéis tocado nada de Firefox todavía. En ese caso siempre podéis buscar userChrome-example.css y cambiarle el nombre. La carpeta donde acechan ambas bestias mitológicas está bastante oculta y enterrada, así que supongo que lo más cómodo para atacar a nuestro enemigo es instalar la extensión ChromEdit Plus, cosa que yo no he hecho porque los héroes de verdad no usamos armas mágicas. Bloc de notas y a correr. Pero supongo que siempre se puede aprovechar el ChromEdit Plus para modificar el archivo y desinstalarlo al terminar, que si lo llevamos siempre puesto nos acabará tirando de la sisa.
A lo que íbamos. El fichero userChrome.css es uno de los que dice a Firefox lo que veremos al ponerlo en marcha. Modificándolo, cambiamos la interfaz de usuario. Cargarse lo que queda de Delicious es tan sencillo como añadirle las siguientes líneas:
menuitem[label="Bookmark This Page on Delicious"],
menuitem[label="Bookmark This Page on Delicious"] + menuseparator{
display: none !important;
}
menuitem[label="Your Bookmarks on Delicious"],
menuitem[label="Your Bookmarks on Delicious"]+menuseparator {
display: none !important;
}
menuitem[label="Restore Normal Mode"] {
display: none !important;
}
Pero claro, la siguiente pregunta es obvia: sabiendo cómo quitar lo que queramos de los menús de Firefox, ¿nos vamos a conformar con Delicious? Aquí es donde me di cuenta de que la búsqueda del tesoro iba a llevarme algo más de tiempo del que pensaba...
Capítulo 3: Arrasando con todo, qué demonios.
El código de arriba es lo bastante simple como para que la idea de empezar a esquilmar los menús de Firefox se materializase hasta en mi cabeza. Y con la Thompson cargada, ¿quién no la usa contra los malos? Añadir esta página a marcadores, Barra de herramientas de marcadores, Anterior, Siguiente, Inicio... ¡qué bonito es verlos caer!
Pero borrando, borrando, se me ha aparecido la Robomusa de la Informática a Nivel de Usuario (sí, exacto, la del disco de Aerosmith) en toda su gloria cromada y amarilla. Y me ha susurrado al oído: "En realidad, ¿para qué coño usas tú los menús Archivo, Edición y Ayuda? ¡Fuera con ellos!"
#file-menu, #helpMenu, #edit-menu { display: none !important; }
Capítulo 4: Uy, cuánto sitio libre.
La limpieza de monstruos está hecha y nuestro héroe no puede esperar el momento de usar cómodamente su Firefox para lo que los dioses lo concibieron: buscar culos. Pero la Robomusa, curiosamente, no se ha largado todavía. "Con tres menús invisibles", me ha dicho, "la barra superior de Firefox está muy vacía. Muy, muy vacía."
En realidad, tan vacía que si hiciera un poco más de sitio podría unificarla con la de herramientas y ampliar el espacio vertical para las páginas web más interesantes de internet. Resignado ya a echar media tarde con el asunto, me he preguntado qué más me sobraba. Porque quitarlo es tan sencillo como hacer clic derecho en la barra de herramientas, darle a Personalizar y arrastrar botones encima de la ventana que sale para que vayan desapareciendo de su sitio...
Ya que estamos aquí, activemos los iconos pequeños (la marca rosa de la imagen) y vayamos arrastrando los botones que quedan en la barra de herramientas a la de menús, en la posición que más nos guste. Cuando la barra de botoncitos se quede vacía, puede hacerse invisible desde el menú Ver. ¡Hala, medio dedo de espacio más para ver nalgas! Ahora solamente nos queda que los sitios donde escribimos sean tan largos como se pueda. ¡Pero eso será en el próximo capítulo!
Capítulo 5: Arañando píxeles.
Un truco muy bueno que he visto por ahí mientras buscaba la forma de hacer todo lo anterior: ¿no sería ideal que el botón de parar y el de recargar compartieran el mismo espacio? Al fin y al cabo, nunca son necesarios los dos a la vez. ¡Pues puede hacerse! Solo hay que añadir lo siguiente a nuestro querido userChrome.css:
#stop-button[disabled] {display: none;}
#stop-button:not([disabled]) + #reload-button {display: none;}
Y finalmente, carguémonos la flechita de la barra de direcciones y la lupa de la barra de buscadores, que en realidad son equivalentes a darle a Intro y así hay más sitio para lo que nos dé por escribir:
/*Despejar la barra de direcciones */
#go-button {display: none !important; } /*Flecha*/
#star-button {display: none !important;} /*Estrella */
#feed-button {display: none !important;} /*Feed*/
Yo no le he quitado la estrella ni la marca de RSS porque me son útiles, pero se puede destrozar todo. Incluso puede hacerse que los menús salgan más juntos. Lo pongo porque, aunque en el fondo escribo esto para tenerlo juntito cuando quiera repetir el proceso en otra instalación de Firefox, las grandes gestas no deben quedar en el olvido y supongo que el relato puede ser útil a alguien si se lo encuentra en Google. El resultado, un explorador más despejado y sin chorradas inútiles para mí en ningún sitio. ¡Victoria!
Y con todo el espacio que he ganado en pantalla, por fin puedo optimizar la tarea que consume el 90% de mi tiempo en internet (buscar culos) mientras la Robomusa, a quien he apresado rastreramente e implantado un chip de control durante el capítulo 3, va haciendo mi trabajo.